Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura – Arquitecto/Urbanista – jorge@nomena-arquitectos.com
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El reconocido periódico inglés The Guardian acaba de publicar la lista de los mejores edificios construidos en lo que va del siglo. El grupo lo encabeza la planta de energía remodelada para el Museo de la Tate Modern (Herzog & de Meuron) de Londres. Lo acompañan edificios tan icónicos y variados como el conjunto de auditorios de la Casa da Música (OMA-Rem Koolhaas) en Oporto, el Highline (Diller-Scofidio-Renfro y James Corner), que transformó las antiguas vías de tren en un parque elevado sobre Manhattan, o la Biblioteca Pública de Seattle, también diseñada por OMA-Rem Koolhaas.
El puesto nueve lo ocupa la sede de la UTEC (Grafton Architects), el gigantesco y polémico edificio de concreto expuesto ubicado a la entrada de Barranco, sobre la Bajada de Armendáriz. Hasta hace algunos pocos años, resultaba impensable imaginar que algún edificio ‘peruano’ ocupara una lista similar. A partir de los años setenta, la arquitectura nacional había entrado a una etapa mediocre, reflejo de la realidad nacional. Con el comienzo del nuevo siglo algunos pequeños proyectos domésticos comenzaron a ser reconocidos en el exterior, aunque los arquitectos seguíamos renegando de poder mostrar solo exclusivas ‘casas de playa’.
Hoy el panorama es distinto. A los innumerables reconocimientos recibidos por la UTEC, como el del mejor edificio del mundo otorgado por la Royal Institute of British Architects, se han sumado los recibidos por otros edificios públicos (o de vocación pública), como el Lugar de la Memoria (Barclay & Crousse) y el Nuevo Aulario de la Universidad de Piura (también de Barclay & Crousse), que el año pasado ganó el premio al mejor edificio construido en las Américas, otorgado por el Illinois Institute of Techonology de Chicago (IIT). Es el mismo premio al que fue nominado el Museo de Pachacámac (Llosa & Cortegana) en su edición anterior. También podríamos incluir al Colegio de Chuquibambilla en Satipo (Maccaglia + Alfonso), que es uno de los proyectos que ha desarrollado la asociación Semillas en la Selva Peruana y que, como todos los otros proyectos, han sido publicados por las principales revistas de arquitectura del mundo.
Todos ellos son producto de esfuerzos particulares o de instituciones privadas. Pero en ningún caso son producto de una política pública preocupada por conectar arquitectos de calidad con algunos de los miles de proyectos que el Estado construye al año. ¿Se imaginan dónde estaría la arquitectura peruana si así fuera?
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