POR ZOË MASSEY
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Fotógrafa
@ZoePix
Hace 35 años Nelson caminaba con su hermano por el borde de la Bajada Armendáriz, entre Barranco y Miraflores. Estaba un poco preocupado, ya que su mujer esperaba a su primera hija y él no tenía trabajo fijo.
Conversando iban cuando vieron que un camión dejaba en un punto de acopio un montón de caña. Fueron a recoger un poco. Esta caña se convirtió luego en dos cometas grandes, que prometieron volar juntos otro día.
El día de la ‘volada’, el hermano no pudo ir, así que Nelson se fue solo con las dos cometas. Al verlo divertirse con una tradicional cometa, hecha a mano, un señor le ofreció comprársela. De ahí, una cosa llevó a la otra.
Hacer cometas podía darle un ingreso. Con ello, su vida dio un giro inesperado. Desde ese día, cada invierno, Nelson vende cometas hechas de sacuara y papel cometa.
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Me comenta que el papel nacional se rompe muy fácil, por eso usa uno importado, que no es tan fácil de conseguir. Lo mismo pasa con la sacuara, pues nuestros ríos están cada vez más secos y esta ya no crece tanto como antes (luego descubrí que cortarla no es tan fácil como se piensa).
Nelson me cuenta que de niño nunca hizo una cometa. De hecho, ‘nunca pude correr una’, me dice. A él le dio polio y vivió enyesado entre los 6 y 9 años. Luego tenía que caminar con un palo, un bastón.
Esto hizo que sus compañeros del Carmelitas se burlaran de él, lo hicieran sentir mal. Además, es una persona tímida. La secundaria la estudió en el pueblo de su madre, Acobamba, donde los niños eran más sencillos y más amables. Allí no se sentía discriminado por su cojera. Años después volvió a Lima ya de la mano de su hoy esposa.
Nelson no solo vende cometas, sino que da talleres para hacerlas. Lo hace con colegio, nidos, empresas, colectivos y todo aquel que se lo pida. Además, vende kits para que puedas armar tu propia pava tradicional. Tiene un sueño grande: que nunca muera la tradición de las cometas.
Es un papá querendón, un abuelo chocho, un hombre positivo a pesar de todo. Ha puesto a toda su familia a hacer cometas y compartir su pasión de invierno. Tiene cinco hijos y cinco nietos. Casi todos llevan chalecos verdes con una cometa en la espalda. Salen al puente Armendáriz a vender cometas al lado de la UTEC.
Él es un agente ‘del no cambio’, me comentó alguien hace unos días. Es una muy buena manera de resumirlo, porque Nelson no quiere que las cosas cambien.
Él sueña con que la tradición siga existiendo; que nunca muera el juego sano y el compartir entre amigos y familia. Y que la tecnología portátil no nos anule la capacidad de jugar, ‘de tener ilusión’, como siempre dice.
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