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Por Paola E. Hirakawa YanoEspecialista de la Unidad de Cuerpo y MovimientoCentro Peruano de Audición, Lenguaje y Aprendizaje – CPAL
En un mundo de tantas prisas muchas veces, sin intención, obligamos a los niños y niñas a ajustarse a los ritmos y exigencias del ‘mundo de los adultos’. Les pedimos en un discurso poco pensado que pierdan su esencia, que dejen de ser niños y niñas: ‘no juegues’, ‘no te muevas’, ‘no expreses tus emociones’, etc. y tantas restricciones más que se verbalizan de maneras diferentes y van mellando su SER.
Con preocupación podemos ver que muchas veces lo importante es estar un paso más adelante, incluso cuando se trata de su desarrollo. Lo ideal es que todo se logre prontamente y mejor aún que se conquiste antes de tiempo. Y entonces preguntas como ¿ya gatea?, ¿ya camina?, ¿ya habla?, ¿ya sabe…? ; o las famosas preguntas que empiezan con ‘todavía’: ‘¿todavía no se para?’, ‘¿todavía no deja el pañal?’, ‘¿todavía lacta?’, etc. Se convierten en el punto de partida para las inevitables comparaciones y la ‘competencia’ implícita en cada pregunta y comentario.
Se habla del niño y la niña como seres únicos y originales, sujetos de derechos, seres con iniciativa y agentes de cambio (capacidad de transformarse y transformar su entorno); y, en este contexto, encontramos también muchos discursos que revalorizan el juego y la autonomía como pilares del desarrollo. Sin embargo, imponemos a los niños y niñas exigencias que no responden necesariamente a sus intereses y, mucho menos, a su madurez. Vamos preparándolos para la primaria, luego para la secundaria, para el bachillerato, la educación superior, etc. y, sin querer, dejamos que el ‘hoy’ se escape sin haberlo disfrutado. A veces pensamos que el cuerpo del niño y la niña es mirado como un cerebro y una mano; y que se convierte en cuerpo cuando ‘compite’.
Entonces nos encontramos con niños y niñas que presentan cierta torpeza motriz o tienen o control de la intensidad de su acción durante el juego o son desorganizados en su exploración o poseen dificultades para sostener algunas posturas, entre otros. Así mismo, observamos niños y niñas a quienes les cuesta prestar atención o mantenerla a lo largo de una actividad o que tienen dificultades para planificar sus acciones y proyectarlas en una secuencia de inicio, desarrollo y cierre.
Frente a ello, en la sala de psicomotricidad, ofrecemos a los niños y niñas espacios, materiales y una secuencia temporal organizados en función de sus características de desarrollo, intereses y necesidades evolutivas y madurativas. Se trata de generar un espacio físico y emocional seguro para el juego; por lo tanto, un espacio para la creación, la transformación, la planificación, la interacción, la autonomía… un espacio para SER y ser reconocido en el aquí y ahora. Reconocemos que el niño se relaciona con el mundo y con los otros a través de su cuerpo, que existe en el movimiento y que JUGAR es su forma más natural de estar en el mundo.
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Acompañamos al niño y a la niña en su desarrollo global armónico, entendemos que algunas inconsistencias en su desarrollo y madurez deben ser atendidas desde una intervención integral que lo reconozca desde sus posibilidades y no solo desde sus carencias o sus deficiencias.
Entendemos que si no hay un espacio para la expresión de la emoción y un otro que la reciba y la acoja, muchos procesos motrices, cognitivos y sociales se verán afectados; entendemos también que para que para que la autonomía sea posible se necesitan límites físicos y emocionales (espacios y materiales seguros, normas para las interacciones; un adulto disponible, atento, mediador; etc.). No se trata de generar un acompañamiento permisivo sino asertivo y, por lo tanto, contenedor y respetuoso.
Desde nuestra intervención, confiamos en los recursos de cada niño y niña, respetamos sus ritmos y acompañamos sus procesos a partir de la observación y la capacidad de escucha de lo que cada uno es y manifiesta a través de su cuerpo y su movimiento.
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