Todos hemos pasado por lesiones -torceduras, esguinces, dolores musculares, etc.- que nos han obligado en algún momento a parar nuestros entrenamientos. Y seguro también hemos escuchado mil y una soluciones que nos han recomendado para superarlas, siendo algunas de ellas incluso perjudiciales para nuestra recuperación. Como he mencionado en muchos otros artículos, lo que a unos les puede venir bien a otros no necesariamente.
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Por ejemplo, a mi primer hijo lo tuve por cesárea. El médico, como hace con la mayoría de mujeres, me recomendó no hacer ejercicio por tres meses. Para mí fue imposible. Empecé al mes y, poco a poco, a las seis semanas ya había recuperado mi condición física. Eso sí, soy una mujer que realizó actividad física hasta dos días antes del parto y mi cuerpo está acostumbrado al entrenamiento (lo he realizado por más de 20 años casi sin días de descanso). Lo que quiero decir es que las soluciones que nos aconsejen debemos tomarlas de manera precavida, ya que todos somos distintos y nuestro cuerpo es único, así como nuestro estilo de vida.
Entre las medias verdades que nos rodean para evitar lesiones está aquella que recomienda estirar antes del ejercicio. Actualmente existen varios estudios que hablan de su ineficiencia antes de la práctica deportiva, ya que forzar el estiramiento de un músculo frío o fuera de su temperatura ideal puede provocar incluso lesiones como desgarros y la disminución del rendimiento. Lo que sí se puede realizar es una ronda de movimientos de amplio rango, aumentando progresivamente la velocidad en los llamados estiramientos dinámicos. Recién al terminar la sesión de entrenamiento, como medio de vuelta a la calma, deben venir los estiramientos pasivos.
Otro gran mito que escuchamos es que si te duele la espalda debes descansar. Bueno, no hacer actividad cuando esto sucede puede ser un gran error. No siempre esos dolores musculares – y sobre todo en la espalda baja- están relacionados a la actividad física. Es más, en la mayoría de ocasiones, el dolor de espalda puede estar más bien relacionado a la inactividad física (acortamiento de los isquiotibiales por pasar muchas horas frente a la computadora, por debilidad abdominal frente a las malas posturas de nuestro día a día). Es por eso que más bien es recomendable, cuando esto te suceda, hacer ejercicio físico para fortalecerte y evitar este tipo de dolores en el futuro.
¿Otro mito? La protección de las tan comunes rodilleras. Muchas personas que han tenido problemas en sus rodillas piensan que por hacer uso de este tipo de protección van a estar a salvo de nuevos percances y continúan haciendo su vida normal, como antes de la lesión. Gravísimo error. Esa protección no nos hará inmunes a la intensificación de la lesión o sufrirla si aún no tienes dolor. Si hay dolor, existe un tema mecánico que debes resolver, ya sea a través del fortalecimiento muscular para un mejor sostén de la articulación, descarga o estabilidad en las articulaciones que realmente solucionen tu problema.
No olvidemos el mito sobre las agujetas o dolor muscular intenso postejercicio. Cuántas veces después de un entrenamiento más intenso de lo habitual hemos terminado sin poder sentarnos por el dolor muscular casi insoportable. Lo mejor no es necesariamente descansar cuando esto sucede. Lo ideal sería lo que denominamos ‘descanso activo’, es decir, realizar ejercicio a una intensidad liviana o suave, que no suponga esfuerzo mayor. Por ejemplo, un paseo en bicicleta, caminar a paso rápido o nadar. Así irrigaremos la zona y nuestra recuperación muscular se dará rápidamente.
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