Vida y Estilo

“Tranquila, mamá”, por Verónica Klingenberger

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POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger

Para muchas mujeres el embarazo y la maternidad son motivo de una profunda alegría y satisfacción. Pero no son pocas las que experimentan también miedo, rabia y culpa, o se vuelven muy competitivas y llegan a sentirse inmensamente frustradas. El proceso de convertirse en madre ha sido poco estudiado, y la mayoría de investigaciones realizadas se han concentrado más en el desarrollo del bebé como una nueva entidad, que en el nacimiento de otra entidad llamada ‘mamá’. El cambio es complejísimo, no solo a nivel psicológico (como podría sucederle a los esposos o parejas), sino también hormonal, neurobiológico.

Hay estudios que señalan que mientras la madre esté más conectada con sus propias emociones, más fácil le será controlar su comportamiento con sus hijos. También ayuda comprobar que los sentimientos de ambivalencia son absolutamente normales y son compartidos por millones de madres alrededor del mundo. Pero resulta difícil conjugar sentimientos positivos y negativos sobre la maternidad en apenas unas cuantas horas, y por ello muchas madres hacen lo imposible para que la experiencia sea exclusivamente buena.

La psicoterapeuta Rozika Parker escribió sobre la necesidad que experimentan muchas madres de tener a sus hijos lo suficientemente cerca y a la vez lo suficientemente lejos. Y lo difícil que es sentir dos cosas totalmente opuestas al mismo tiempo. Pero pasa muchísimo. El 15% de mujeres sufre de depresión posparto pero son muy pocas las que comparten esa información, casi siempre por el temor de ser vistas como malas madres. Otras, aunque no llegan a desarrollar un cuadro depresivo intenso, también sufren en silencio el proceso de transición hacia la maternidad a la vez que hacen los mil malabares para mantener en vida algunos aspectos de su rutina pre embarazo: diversión, deporte, trabajo, etc.

Cuando la madre se siente realmente confundida sobre quién fue antes del parto y quién debería ser ahora, muchas veces suele sospechar en silencio que está haciendo algo malo, que no da la talla, y que será responsable toda la vida de las desdichas del nuevo miembro de la familia. Lo que cada vez parece probarse más es que este tipo de frustración y miedo es normal, aunque se oculte detrás de la careta de madre perfecta o casi perfecta. Generalmente lo que se muestra es una fantasía y en tiempos donde las redes sociales son el escaparate de cómo quieres que perciban tu vida, la cosa se complica aún más. Muchas madres empiezan a torturarse entonces al comparar lo que ven en Instagram con los llantos y alaridos que escuchan en casa, varias veces al día.

Finalmente están las siempre odiosas expectativas. Desde el preciso instante del resultado positivo de la prueba de embarazo, las madres empiezan a fantasear con su futuro hijo y a desarrollar sentimientos sobre aquella persona que han imaginado. Generalmente esas fantasías se alinean a su propia experiencia con sus respectivas madres: se prometen repetir todo lo bueno que experimentaron como hijas y de enmendar todos los errores que cometieron con ellas. Las expectativas entonces son altas: por un lado está el bebé perfecto y por el otro la madre perfecta. Y ya sabemos que en la realidad la perfección es siempre escurridiza.

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Ser madre es un proceso que dura toda la vida y que evoluciona día tras día. Hay tropiezos, hay terribles golpes y también hay magia y una enorme satisfacción. Si eres madre, no te des con palo ni te preocupes tanto. Y si no lo eres, piénsatelo bien porque la experiencia es muy dura y exigente aunque te aseguren lo contrario.

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