Vida y Estilo

Feminismo y biología, por Verónica Klingenberger

6j6p2hxvkvcbhel5v4inlu7knu.jpg publimetro.pe (ALAIN JOCARD/AFP)

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POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger

Hay algo inquietante en el nuevo feminismo y tiene que ver con su carácter dogmático. Si bien tener una serie de firmes creencias puede ayudarnos a llevar una vida más feliz (vivir regidos por ciertos códigos morales, por ejemplo), dejar de lado estudios e investigaciones por aferrarnos obstinadamente a cualquier ideología -por más digno que sea el objetivo- es peligroso. En el camino, regidos por distintas doctrinas (políticas, religiosas, etc), podríamos dejar de creer en la evidencia, que es, en última instancia, la base y motor del conocimiento.

Primero dejemos bien claro que, como toda mujer sensata, me considero feminista y estoy a favor de la igualdad de oportunidades y derechos para hombres y mujeres. Pero yendo un poco más allá, cabe preguntarnos si para lograr eso es necesario negar cualquier diferencia biológica entre los dos sexos.

El fondo teórico del nuevo feminismo se resume en dos hipótesis principales: el patriarcado y el construccionismo social. La primera, lo sabemos, asume que hay un régimen de control institucionalizado del hombre sobre la mujer. La segunda sugiere que las diferencias entre hombres y mujeres existen, únicamente, porque las hemos construido socialmente. Lo cultural, según esa teoría, es lo único relevante: los hombres son violentos no debido a sus hormonas, sino más bien porque de niños les enseñaron a hacerse respetar a golpes y a no llorar. ¿Las dos cosas? ¡Ni hablar!, respondería el nuevo feminismo.

En esa misma línea está el debate de la liberación del pezón femenino, que ha sido asumido como caballito de batalla para mostrar la desigualdad entre sexos y que ha llegado a que ciudades como Nueva York legalicen el topless femenino (aunque solo una minoría de mujeres lo ejerza). ¿Pero, realmente los pechos femeninos despiertan el deseo sexual masculino únicamente por una cuestión cultural? ¿Si socialmente eso no se hubiese construido, entonces hombres y mujeres podríamos andar por la calle como los miembros de alguna tribu no contactada sin despertar siquiera un rubor? Me pregunto entonces por qué en algún momento como especie decidimos cubrir nuestros genitales.

Desde la biología surgen varias preguntas que no deberíamos tachar tan rápido ni con tanta indignación: ¿por qué el cuerpo de las mujeres cambia a los 14 o 15 años? ¿Desde un punto de vista evolutivo, la función de los pechos femeninos podría ser la de atraer al macho a la cópula? ¿Eso explicaría que los pechos de las mujeres crezcan aún antes de que éstas sean preñadas? Todas esas preguntas y las respuestas que podrían sugerir son materia de serios estudios biológicos que merecerían mayor difusión y debate. Y ojo, por ningún lado sugiero que aceptar la biología signifique que nos comportemos como animales. Pero, también, entender y aceptar que lo que somos podría ayudarnos a definir mejor lo que deberíamos ser y a plantear la mejor manera de conseguirlo. Sobre todo si lo que buscamos es la pacífica convivencia entre hombres y mujeres liberales y conservadores.

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El feminismo quiere un mundo más justo, donde las mujeres valgamos lo mismo que los hombres -a todo nivel- y donde la vigilancia y las leyes nos protejan de su lado más primitivo (ese que ni las sociedades más educadas y avanzadas han podido eliminar del todo). El debate debería enfriarse y buscar un consenso más alturado y respetuoso, donde la ciencia esté por encima de cualquier tipo de ideología. Y en ese sentido, los argumentos del discurso conservador (con sus inventos como la ideología de género para justificar la discriminación de minorías: mujeres, gays, trans) es igual de equivocado que el de cierto tipo de feminismo aunque el objetivo de las segundas sea, evidentemente, mucho más justo y civilizado.

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