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Salud: ¿Qué tan tóxicos pueden ser tus padres?

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Dicen que el día que tienes un hijo entiendes cuánto te quieren tus padres. Es un amor indescriptible, incondicional, por el que daríamos la vida. Siendo esto tan cierto, qué difícil es comprender cómo algunos pueden llegar a hacer tanto daño, y qué difícil es para un padre darse cuenta que puede estar perjudicando de por vida a su hijo.

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A veces porque emplea, de manera mecánica, los métodos que utilizaron sus padres con él sin haberlos cuestionado, y otras porque, aunque su intención sea buena, el resultado es terrible. Por ejemplo, cuando por miedo y por evitar que el hijo sufra se sobreprotege o controla en exceso a los hijos, pudiendo llegar a volverse adultos indefensos e inseguros.

Nadie nos enseña a ser padres, pero sí podemos identificar en nosotros mismos qué cosas nos ayudaron y cuáles nos hicieron daño; no con el fin de utilizarlas como reproches sobre los padres, sino como aprendizaje para enmendarlas y no aplicarlas en nuestros hijos. Más que lo que te hacen, se trata de quién te lo hace y a la edad en que te lo hacen, cuando más joven eres, más vulnerable. Un mal día de un padre o de una madre en el trabajo puede hacerle reaccionar agresivamente ante un pequeño error de su hijo y decirle cosas que le queden grabadas de por vida, si tras este suceso no se disculpan. Si fuéramos conscientes de cómo impactan estos hechos cuando somos pequeños, todos cuidaríamos más la infancia. Esto no quiere decir que porque tuviéramos una niñez difícil debamos ser infelices, siempre y cuando seamos conscientes de ello y tengamos la voluntad de querer cambiarlo.

Muchas heridas emocionales que nos quedan de la infancia están relacionadas con la no aceptación de los padres de los deseos o personalidad de un hijo, una injusticia o situación dolorosa vivida, la imposición de una manera de pensar, la falta de cariño y/o el sentimiento de abandono. Cualquier cosa que nos recuerde esa situación puede hacer revivir emociones que teníamos casi olvidadas. El niño que llevamos dentro explota, pero con la intensidad de un adulto.

Hay padres que, sin ser conscientes, pueden demoler nuestra autoestima, y no es casualidad que la baja autoestima esté presente en casi todos los trastornos psicológicos y sea el mayor predictor de fracaso escolar, familiar o laboral.

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La autoestima es la valoración interna que una persona hace de sí misma, las columnas que te sujetan emocionalmente. Sin una valoración positiva de uno mismo, cualquier tormenta emocional puede acabar con nosotros o dejar dañada una de las facetas de nuestra personalidad para siempre.

En el plano intelectual, por ejemplo, los padres pueden ser los Terminator de un futuro profesional prometedor. Si desde niños nos dicen que no servimos para cierta actividad, nos comparan con nuestros hermanos y nos regalan comentarios como: ‘¡Cállate, que tú no sabes!”, “¡Tú para las matemáticas no sirves, el bueno es tu hermano!’.

Te están sugestionando negativamente para que no intentes hacer cualquier tipo de cálculo numérico, ya que ‘no vales para eso’, quitándonos así toda motivación para intentarlo. Al no esforzarnos, perdemos la comba del aprendizaje matemático, que es la asignatura troncal de muchas carreras.

Pero también los padres pueden impactar negativamente en la autoestima física. Comentarios como: ‘Pobre mi niña, es la más fea de las tres hermanas’, ‘El niño salió bien bajito mejor que no juegue al tenis’.

Pueden dañar la valoración física que tiene un niño de él, haciéndole más vulnerable a padecer trastornos de dismorfia corporal como la anorexia, bulimia o vigorexia.

La niñez es vital para establecer los pilares de una autoestima sólida. Dicho esto, una mala infancia no tiene por qué ser una sentencia de padecer de baja autoestima para el resto de tu vida.

Ser consciente de qué facetas están dañadas, identificar esas ideas que lapidaron la autoestima, retarlas y trabajar en fortalecerlas, si es necesario con ayuda del psicólogo, puede hacer que de este proceso tu autoestima salga, incluso, más fortalecida.

Identificar las dinámicas tóxicas que hay en la familia es doloroso, pero definitivamente es el primer paso de que una relación tóxica familiar se sane.

Via Publimetro Mèxico

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