Vida y Estilo

Desarrollo social e intervención en el autismo

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*Antonio Barreto**Especialista en Autismo**Centro Peruano de Audición, Lenguaje y Aprendizaje* «*CPAL*»:http://cpal.edu.pe/

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Cuando hablamos de personas con autismo es imposible pasar por alto la afectación en la dimensión social, la cual no puede ser regularizada con la simple exposición a diferentes entornos naturales. Requiere de aprendizajes explícitos que les permita, sistemáticamente, comprender y actuar en diversos contextos sociales que, en la mayoría de personas surgen de forma natural (reaccionar ante la pena de otro o compartir la alegría de un cumpleaños, etc.), pero, para ellos se trataría de todo un desafío personal.

Así, si vemos que un niño está llorando al lado de un helado derramado en la acera, automáticamente comprendemos lo que sucedió: el niño está llorando porque se cayó su helado. Incluso podríamos suponer qué pudo pasar antes y qué pasaría después. Sin embargo, esto no es lo que sucede, necesariamente, en las personas con autismo. Para ellos, podría ser muy difícil encontrar la causa de una emoción o incluso detectar de qué emoción se trata, aunque el medio ‘delate’ la situación.

Esta dificultad para comprender diversas situaciones cotidianas se relaciona con un peculiar estilo de procesamiento centrado en los detalles y en las partes de un objeto o de una historia; dejan de lado la imagen o estructura global y no integran la información del contexto para buscar un sentido general y coherente. Como consecuencia, la información que se obtiene tiene un significado descontextualizado, perciben las partes pero no el todo, es la llamada teoría de ‘coherencia central’. Además, al desear sistematizar toda la información, limita su capacidad para empatizar y entender algunas emociones complejas, sutiles y de muy corta duración, acentuando esta falta de interpretación de situaciones naturales. Un ejemplo de ello es cuando hacen una interpretación literal de sarcasmos, en donde no logran integrar la información verbal (¡me siento mejor que nunca!) con la conducta no verbal (expresión facial de sentirse muy triste o enfermo).

Con una intervención temprana se aprovecharía la llamada ‘plasticidad cerebral’, capacidad que permitiría al sistema nervioso central, generar nuevos canales y conexiones neuronales para obtener nuevos aprendizajes, como las habilidades de comunicación y lenguaje, simbolización e interacción flexible y recíproca con el mundo social.

Por ello, uno de los fines de los tratamientos sería estimular las competencias sociales, con el manejo adecuado de apoyos que, junto a la ‘normalización’ de entornos, les permitirá una mayor comprensión del mundo social.

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Entornos en los cuales intervenir

El autismo es una condición que afecta no solo a la persona, sino también, a todos los que se relacionan con ella, por ende, debemos hacerlos parte de la intervención. Independientemente de la edad, una persona con autismo va necesitar un plan que considere su nivel de competencia social y estrategias destinadas a estimular dichas competencias. Es así que, como propuesta terapéutica, se debe reconocer los lugares en donde se desenvuelve dicha persona: la casa, el colegio, ambientes de la comunidad, etc. Estipular un orden de prioridades basado en el tiempo que pasa en cada lugar, el grado de dificultad que este entorno posee y el tipo de interacción que se da en él (estructurada, semiestructurada y natural). Los ambientes estructurados tales como el centro terapéutico, deberán estar cargados de oportunidades de aprendizaje que, posteriormente, permitirían la generalización de sus logros en otros contextos de mayor libertad o semiestructurados, tales como la casa o los talleres grupales e incluso los centros educativos, siendo el objetivo final de toda intervención, el goce de una vida autónoma y plena en sus contextos cotidianos.

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