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VANNA PEDRAGLIOCOACH DEPORTIVA Y NUTRICIONAL
Más de uno de nosotros ha sentido un hambre voraz luego de un entrenamiento de alta intensidad. La idea de tener una rutina de entrenamiento normalmente se orienta a perder peso o mejorar nuestro rendimiento, por lo que debe acompañarse de una alimentación saludable. Pero muchas veces, sentir más hambre y no saber cómo enfrentarlo marcará la diferencia entre lograr un verdadero cambio en el tiempo o decidir abandonarlo todo. Todo tiene su explicación y al contar con información podremos ser más conscientes de lo que está pasando en nuestro cuerpo. Así, sabremos qué debemos hacer para que los antojos o las ganas de comer en exceso no lleguen a sabotear el gran esfuerzo que hacemos entrenando.
Debes saber que empezar un programa nuevo de ejercicios o afrontar retos que te demandan una intensidad mayor puede requerir un consumo de calorías extras con el fin de recuperarse y mantener las reservas de energía completas. El cuerpo es muy inteligente y preciso y trabaja en este punto sobre dos mecanismos.
El primer mecanismo de respuesta al ejercicio es el de compensación biológica. Por cada 10 calorías que quemamos, estas nos generan a nivel fisiológico tres veces más ansiedad por comer. Sucede que el cuerpo busca asegurar el combustible necesario por simple supervivencia. Sin embargo, algunas personas tienden a compensar en exceso el número de calorías perdidas en el esfuerzo. Las ganas intensas de comer son un signo de que tu cuerpo y tu cerebro se están adaptando a nuevos desafíos físicos. Para que no subas de peso y termines frustrado, te recomiendo lo siguiente:
– Consume un snack saludable (intenta llevarlo contigo), justo después de entrenar. Lo mejor son las frutas. Al contener fibra, te saciarán y además te hidratarán.
– Trata de no buscar la recompensa post ejercicio a través de la comida. Por eso, debes practicar un deporte o actividad que realmente te encante. Tómate el tiempo de encontrarlo.
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El segundo mecanismo de respuesta al ejercicio es neurológico, cómo nuestro cerebro lo procesa, afectando al final nuestra psicología. Para quienes tienen sobrepeso y no están acostumbrados a la actividad física, el ejercicio puede ser una batalla desafiante, no necesariamente placentera. Nuestro organismo entonces buscará activar las regiones cerebrales de la recompensa a través de la comida y los antojos y no a través del placer de haber disfrutado del ejercicio.
Para los principiantes, aún no hay una relación de recompensa a través del esfuerzo, pero sí a través de la comida. Por lo mismo, es muy importante saber cómo reaccionar ante los alimentos. Está comprobado que las personas más magras responden menos intensamente a imágenes de comidas sabrosas. Esto ha llevado a los investigadores a creer que, si bien la actividad física puede provocar inicialmente impulsos por comer más alimentos, estos pueden disminuir al ir instalando en nuestro comportamiento diario hábitos más saludables. Por ello es tan importante recalcar que los cambios no son tan rápidos como muchos puedan pensar. Para lograr los objetivos de llevar un estilo de vida saludable, vernos y sentirnos bien, debemos ir modificando poco a poco nuestros comportamientos y hábitos, con decisión y siempre siendo conscientes que depende de nosotros lograrlo. Una clave es poder diferenciar el hambre fisiológica del hambre emocional, para evitar recompensarte con alimentos que no son saludables y, sobre todo, comer en exceso. Busca una actividad física que ames y hazla con mucha pasión. Sé consecuente al tomar decisiones que al final sumarán hacia un estilo de vida lleno de energía, positivismo y buena motivación.