Vida y Estilo

Engordar, ¿por genética o por hábitos?

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¿Serán realmente los genes los causantes de nuestra ‘tendencia a engordar’ o son los malos hábitos alimenticios adquiridos los que juegan en contra nuestra? Sorprende que una sociedad marcada por el sedentarismo y las comodidades de la tecnología actual encima promueva la creencia de la extrema importancia de la genética si se tiene sobrepeso. Más de una vez hemos escuchado frases como ‘si apenas como, pero no dejo de sumar kilos’, ‘soy de huesos anchos’ o ‘siempre he sido grande, toda mi familia es así’.

Pero ¿qué tanta culpa tiene de eso la herencia? La verdad es que estamos condicionados por 3 factores: estilo de vida, lo que comemos y determinadas cuestiones genéticas. Cada uno de ellos aporta un porcentaje al resultado final, que se refleja en la balanza. Hay estudios en busca de determinar la influencia de la actividad física sobre adaptaciones en el sistema cardiovascular, metabólico y hormonal tomando en cuenta a una misma familia en 3 generaciones. Esta familia era particularmente sedentaria y los resultados concluyeron que los genes relacionados con la predisposición a la obesidad y sufrir enfermedades metabólicas determinaban el 50% El otro 50% depende de nosotros o del estilo de vida, la herencia social y el peso de las costumbres. Antes se pensaba que el 90% venía por predisposición de la genética, y no es así ¡una muy buena noticia!

Dicho esto, podemos concluir que una familia con clara tendencia al sobrepeso, en líneas generales y salvo excepciones, se debe a una ingesta elevada, muy superior al gasto calórico diario. Así llevan su vida y así educan a sus hijos. Si, además, su nivel de actividad física es bajo o nulo, le dan mucha ventaja a la expresión genética que determina esa tendencia a sufrir obesidad. Es por ello que debemos desterrar la idea que asume la mayoría de la gente con respecto al peso de la herencia y empezar a cambiar nuestro estilo de vida y alimentación. Realmente depende ti. A mayor tiempo dedicado a la actividad física, menor sería el efecto de la variación genética sobre el índice de masa corporal. Así que, si es el caso ¡a desafiar tu genética! Aquí les dejo algunos consejos para lograrlo:

1. Aprovecha cada día un momento para moverte. Te sugiero que dejes de lado el televisor, que uses las escaleras en lugar del ascensor y en la medida de lo posible intentes ir a trabajar en bicicleta. Camina, corre, baila, haz deporte.

2. No duermas inmediatamente después de comer. Al menos espera un par de horas o camina para que la energía consumida no esté en desuso y no se sume al tejido adiposo.

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3. Controla tu ingesta diaria en función a tu actividad física. Si te cuesta llegar a este balance, acude a un médico o un nutricionista para que te ayude a encontrar una dieta balanceada según tu actividad diaria y de acuerdo a tus preferencias. No busques en Internet, recuerda que todos somos distintos y lo que le hace bien a unos no necesariamente le hace bien a todos.

4. Haz deporte de fuerza y exígete. Ojo, el esfuerzo también es personal, busca un entrenamiento que te rete, compite contigo mismo. Eso te llevará a acelerar tu metabolismo, ya que ganarás fuerza y masa muscular que consumirá mucha más energía. Combínalo con un trabajo aeróbico que te divierta, así te mantendrás motivado.

5. No caigas en errores frecuentes. Por ejemplo, pensar que sudar adelgaza. No utilices prendas de neopreno, como fajas, ni realices actividad física con más ropa de la necesaria. Lo único que facilitas con eso es la sudoración, que no es más que un proceso para regular la temperatura corporal en el que tan solo perdemos líquidos y sales… ¡no grasa! Y por favor, no caigas en la tentación de comprar esos productos milagrosos. Una alimentación balanceada y el esfuerzo a través de la actividad física son los únicos secretos. Nada se logra en 5 minutos y ninguna pastilla será capaz de lo que tú puedes lograr con disciplina, determinación y muchas ganas de ser una mejor y más saludable persona.

¡A la cañita dile no!

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