Hay taxistas de todo tipo en nuestra ciudad. Abordar sus vehículos amarillos (algunos en mejor estado que otros) puede ser una experiencia desagradable, dependiendo del cuidado que tengas al elegir al conductor.
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Sea como fuese, hay detalles en común que ahora vamos a repasar con cierto humor sobre tan humilde oficio, o quizá con terror debido a la proliferación de taxistas asaltantes. Siempre hay un riesgo, pero la necesidad de llegar rápido y cómodo superan los temores.
1. Ya no te importa si el carro es un modelo Sedan o un Tico. ¡Taxi es taxi! No queda otra que subirte al primero que encuentres estacionado en la calle. Eso sí, te fijas si tiene los elementos distintivos en regla (color amarillo, cintas de advertencia a los lados, SOAT en el parabrisa, etc.)
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2. La carrera parece tranquila… hasta que el chofer se desvía y toma un atajo por unas calles que nunca viste ni en Google Maps.
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3. Tratas de no sospechar, pero sabes que las cosas pueden empeorar cuando notas que el taxista habla por teléfono en plena carrera. ¿Estará planeando un atraco?
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4. Ya estás intranquilo, pero sigues creyendo que todo está en tu mente. Quizá sea su esposa o su hija con quien habla por teléfono. Las cosas no pueden empeorar… hasta que el chofer retira su cartel de “Taxi” del parabrisa.
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5. El alma vuelve a tu cuerpo cuando ya reconoces las calles nuevamente. Tu angustia simplemente desaparece por el optimismo de que la noche no acabará en tragedia.
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6. Llegas sano y salvo a tu casa. Bajas del carro hecho todo un ganador y niegas haber tenido miedo en todo el camino.
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7. ¡Espera un segundo! El taxista te cobra un monto que tú no recuerdas haber pactado. Solo te queda hacerte el loco para insistir que le pagaste lo justo y necesario por la carrera.
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