A los 70 años, Chanpen no esperaba criar niños. Pero no tiene elección con sus nietos de 8 y 5 años, a su cargo mientras sus padres trabajan en Bangkok. La familia vive en Baan Dua, un pueblo tailandés de la pobre región de Isaan, dedicada al cultivo de arroz. A una tercera parte de los niños de aquí los crían sus abuelos.
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“Mis hijos necesitaban mudarse para trabajar en Bangkok, no podían llevarse a sus hijos para vivir con ellos porque es demasiado caro. Por eso me envían a los niños”, dice Chanpen.
Según los expertos, los niños pequeños criados sin sus padres sufren en la escuela y en su desarrollo en su conjunto. Las investigaciones muestran que se quedan atrás en habilidades lingüísticas y sociales ya que sus abuelos son a menudo demasiado mayores para ayudarles a leer o jugar. En la escuela del pueblo los profesores notan la diferencia.
“Son tranquilos y sueñan despiertos, mientras que los niños que viven con sus padres son mucho más activos”, dice la profesora Wannaporn Kamol.
Por culpa de la dura realidad económica en Isaan, los padres siguen marchándose. La mayoría cambian el campo tranquilo por el trabajo manual en la capital, el corazón económico de Tailandia. Separados de sus niños durante meses interminables, los padres de Isaan en Bangkok lamentan el tiempo perdido con sus hijos.
“Echo mucho de menos a mis hijos, quiero vivir con ellos, abrazarles, besarles, jugar y pasar el rato con ellos en casa”, señala Assani Laocharoen, trabajador migrante de Isaan.
De vuelta en el pueblo, los niños parecen felices con la libertad de crecer en una comunidad unida. Pero su futuro puede que no sea siempre tan radiante.