Por Karen Espejo
PUBLICIDAD
Casarse o convivir, ¿qué prefieren los peruanos? En los últimos 20 años, el porcentaje de convivientes a nivel nacional se ha incrementado de 18 a 34%, mientras que el de casados se ha reducido de 37 a 23%, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
En realidad, se trata de una tendencia social que se replica en el mundo, indica el psiquiatra Michael Kabar, director del Instituto de Neuroestimulación de Lima (INEL). Cada vez más personas, principalmente jóvenes, optan por vínculos afectivos, al margen de las instituciones y el papeleo formal.
Para muchos, la convivencia es un periodo temporal ‘de prueba’ antes de dar el sí frente a un altar. Para otros, en cambio, no es necesario pasar por una iglesia o una municipalidad para sellar el vínculo amoroso; por ello, conviven de manera indefinida.
En este último caso, afirma Kabar, las parejas suelen sentirse más tranquilas porque asocian una posible ruptura con ‘un proceso menos dramático, con menos odio y menos batallas legales’, en comparación del divorcio.
El perfil del conviviente
Las peruanas que prefieren convivir antes que casarse tienen menos de 35 años, son independientes laboralmente y tienden a postergar la maternidad lo más que pueden, para desarrollarse profesionalmente.
PUBLICIDAD
‘Piensan que casarse y ser madres puede interferir con su desarrollo profesional, entonces no van por ese camino y optimizan más bien sus proyectos laborales’, sostiene Kabar.
Para los hombres, en cambio, es más un asunto de practicidad. ‘A muchos les molesta la idea de tener que firmar un documento para oficializar su vínculo amoroso. Prefieren autonomía y libertad, sin necesidad de someterse a una ley que imponga condiciones’, señala.
En la difícil decisión de casarse o convivir entran a tallar muchos aspectos, como las creencias religiosas, la aprobación de la familia y, en muchos casos, los hijos.
‘Según mi experiencia, el principal incentivo de casarse de muchas parejas nace a partir de que tienen hijos. Sienten que es una estructura más sólida y mejor consolidada para criarlos’.
Sin embargo, según recuerda el abogado civil Mario Castillo Freyre, actualmente, los convivientes ya cuentan con derechos de patrimonio común y hereditarios a partir del segundo año de vínculo.
Además, señala, los hijos de las parejas convivientes tienen los mismos derechos que los del matrimonio. De otro lado, la convivencia, reitera Kabar, no es necesariamente sinónimo de inestabilidad o informalidad.
Y el matrimonio, en el otro extremo, tampoco garantiza una vida familiar sólida, feliz y estable.
En cualquiera de los dos casos, señala el especialista, lo único que permite tener una relación amorosa exitosa y duradera es la comunicación a todo nivel. ‘Para empezar, casarse o convivir debe ser una decisión en la que ambas partes estén totalmente de acuerdo. Si no es así, estamos hablando de una sentencia al fracaso’, indicó.
Hay tres razones principales por las que la gente se divorcia o se separa: infidelidad, serios problemas económicos y una vida sexual insatisfactoria.
‘En la medida que una pareja se preocupe por estos tres aspectos y consolide su relación sobre una base de comunicación, tendrá una relación estable así se case, conviva o decida tener una relación abierta simplemente’, acota el psiquiatra Michael Kabar.