Turismo

’Viaje al centro del Perú’, por Verónica Klingenberger

“En ferrocarril y a lomo de mula, Riva-Agüero recorrió la sierra del Perú y conoció de primera mano el país al que tanto quiso ver enrumbado”.

POR VERÓNICA KLINGENBERGER – Periodista – @vklingenberger

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Uno de los grandes intelectuales peruanos del siglo XX fue un aristócrata erudito de formación conservadora que introdujo el pensamiento moderno en nuestra historia. José de la Riva-Agüero y Osma murió por estos días hace 75 años (el 25 de octubre de 1944), y como firme representante de la cultura colonial española, defendió siempre los dos patrimonios más importantes de nuestra identidad como país: la herencia hispana y la incaica, ‘primordial en sangre, instintos y tiempo’.

Su adhesión al fascismo, su catolicismo extremo y su personalidad de modos grandilocuentes lo convirtieron en blanco de justificados ataques y sátiras. Pero la mayor parte de sus ideas y preocupaciones sobre el Perú se mantienen vigentes después de un siglo gracias a Paisajes peruanos, uno de los textos más importantes de nuestra literatura.

Era 1912, y con solo 27 años, Riva-Agüero decidió emprender un viaje distinto al que realizaba la mayoría de jóvenes intelectuales de clase alta del Perú. Lo usual era navegar hacia Europa para respirar la vida cosmopolita en ciudades como París y Londres, y descubrir, de primera mano, la cultura occidental. Así lo hicieron ideólogos como José Carlos Mariátegui y González Prada, conocidos por promover activamente el socialismo y la descentralización en el Perú. Riva-Agüero, en cambio, prefirió un viaje hacia adentro: en ferrocarril y a lomo de mula recorrió la sierra del Perú y conoció de primera mano el país al que tanto quiso ver enrumbado. La fuerte impresión que le causó esa expedición quedó registrada en el primer libro de viajes escrito por un peruano.

En él, el autor describe con erudición y una prosa distinguida (aunque haya pasajes que den mucha risa por su desatino) el entorno natural y la vida de los peruanos del ande. El texto sorprende por varias razones e incluso resulta premonitorio cuando propone, a lo largo de los 18 capítulos, el mejor aprovechamiento del medio ambiente, además de realizar un inventario de la flora típica en aquellos tiempos. Conceptos como desarrollo sostenible aparecen como una suerte de premonición de la mayor preocupación de nuestros tiempos.

Pero el asombro mayor surge de los pasajes más introspectivos, aquellos donde el autor viaja mentalmente entre pasado y presente para elaborar una reflexión histórica y social sobre quiénes somos como país. La vigencia de esas preguntas, producto de su genuino interés por el Perú, quizás sean la única pieza que permanezca intacta en esos paisajes peruanos. Como menciona José de la Puente Brunke, director del Instituto Riva-Agüero, el texto sigue siendo un permanente reclamo de integración.

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