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‘Educación sexual’, por Veronica Klingenberger

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Por Verónica KlingenbergerPeriodista@vklingenberger

¿Hasta qué punto nuestra vida sexual define quiénes somos? ¿O es más bien saber quiénes somos lo que define una vida sexual plena? Ambas cosas o vaya confusión. Felizmente, Netflix y los adolescentes de ‘Sex Education’ han venido a rescatarnos sorteando el currículo escolar y los gigantescos temores y expectativas de padres, maestros y de ellos -y nosotros- mismos.

La televisión y el cine han encontrado siempre material de sobra para el entretenimiento familiar en el sexo adolescente. Desde Porky’s hasta Superbad, hemos crecido como cómplices y testigos de incómodas erecciones y torpes cópulas. La fórmula funciona y se repite porque asegura identificación y asociación con audiencias jóvenes de edad y espíritu, y porque siempre se las ingenia para sacarnos una sonrisa. Pero el resultado nunca fue tan dulce y sabio como en ‘Sex Education’, serie inglesa creada por Laurie Nunn que se estrenó el 11 de enero y que en ocho capítulos repasa asuntos de la sexualidad adolescente como la masturbación, los orgasmos fingidos, los sueños húmedos, la violencia contra la comunidad LGTB, el miedo a salir del clóset, la presión del grupo, la incapacidad de llegar al orgasmo o el aborto. Y lo hace con soltura y frescura, centrándose en la complejidad y singularidad de cada personaje, en sus miedos y demandas más íntimos.

La trama es sencilla en su fórmula: Otis Milburn (Asa Butterfield) es un flacucho de 16 años con cierto aire a Ian Curtis y la madurez de un hombre de 40. Su ‘problema’ es que aún es virgen y, además de tener que soportar la presión habitual de un chiquillo de su edad, debe enfrentar la castrante figura de su madre, Dr Jean F. Milburn, interpretada por una genial Gillian Anderson, terapeuta sexual y madre sobreprotectora que además de haber decorado la casa con falos y figuras del Kamasutra, lleva una vida sexual activa y sin compromisos.

Gracias a su madre, Otis sabe mucho de sexo y de la relación que existe entre una vida sexual sana y placentera y el autoconocimiento y madurez emocional de quien la practica. Pero también le debe a su madre un pavor a tener relaciones sexuales y la incapacidad siquiera de masturbarse (para ser justos habría que sumar a su ausente padre, otro terapeuta sexual y, para colmo, ocasional amante de sus pacientes -lo que detonó el divorcio-). Ello no lo priva de convertirse en el consejero sexual más exitoso del recreo, luego de aceptar dicha propuesta de la chica más cool de la escuela, quien termina siendo su socia y objeto de una intensa y secreta templadera.

A la pandilla se suman una serie de entrañables personajes: Eric Effiong (Ncuti Gatwa), el mejor amigo de Otis, un chico gay exuberante e inocente a la vez, que pertenece a una familia de inmigrantes africanos; Maeve Wiley, el amor platónico de Otis, la ‘chica mala’ y marginal que en realidad es más víctima de la sociedad que villana; Adam Groff (Connor Swindells), el bully de la escuela, un chico desadaptado, con una relación tirante con su padre, el director de la escuela; y Jackson Marchetti, la estrella de la secundaria, campeón de natación y delegado, que gracias a Otis (para su mala suerte) termina enrollándose con Maeve.

‘Sex Education’ sobresale por varios motivos -el soundtrack es otro de ellos, sin duda-, pero quizá el principal sea la empatía que genera entre el espectador y sus protagonistas, cuya intimidad es normalizada en vez de ridiculizada. A través de la mirada de Nunn se nos hace más fácil entender por qué muchos chicos se sienten solos y qué tanto de nosotros, ‘adultos tan experimentados’, hay en ellos.

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