La videollamada ha finalizado. Al otro lado de la pantalla, vislumbraba con enorme júbilo los rostros de mis progenitores. La tierna voz de mamá y la impaciencia de papá me hacen sentir siempre como en casa, como si esos más de diez mil kilómetros de separación entre nosotros no existiesen. Durante cada una de nuestras conversaciones, el tiempo se vuelve efímero, los problemas se extinguen, las carcajadas sobran, los chismes proliferan, el fervor arriba, la fortaleza emerge y el amor abunda. Y, por supuesto, siempre hay un sabio consejo emitido por mi madre, y una voz de aliento corajuda pronunciada por mi padre. Una combinación exquisita capaz de motivar incluso a los trescientos espartanos de Leónidas. Son palabras cargadas con una dosis de adrenalina única, dotadas con conocimiento de causa. Combustible para el alma que empodera todo mi ser. Motivadores natos y elocuentes incentivados por el amor incondicional al hijo. Cualquiera que tuviese la dicha de escucharlos diría que su sabiduría proviene de sus similitudes y semejanzas; sin embargo, es todo lo contrario, son partes totalmente diferentes y muy, muy opuestas; pero bien complementadas.
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El trato diplomático de mamá embelesa a cualquiera. Sus ademanes de dama de antaño encandilan a todo ser viviente que pretenda entablar con ella una conversación. Soñadora por excelencia, filósofa de oficio, siempre escudriñando oportunidades ante cada adversidad. Autora de numerosos y bien nutridos consejos que ha sabido impartir sabiamente, y a quien corresponda dentro de la familia, y en ocasiones, fuera de ella. Sus anhelos y deseos siempre han sido solicitados con enorme fervor y con ejemplar trabajo. Madre abnegada que ha pretendido persistentemente propagar una imagen de amiga ante sus hijos. Divorciada ocasionalmente con los quehaceres hogareños. Mujer detallista, perspicaz y excelente lectora de todo ejemplar de autoayuda que se le presente. Apasionada olvidadiza cuyas distracciones siempre han generado malestar en papá. Pacienzuda hasta los tuétanos y oradora por naturaleza. Amante de las reuniones sobrias y mesuradas. De pocas, pero de buenas amistades. De genio bien llevadero, pero de carácter fuerte cuando se le instiga con sagaz ímpetu.
Papá, por otro lado, es poseedor de un trato carismático, pero esencialmente transparente. Las poses y los ademanes no son para nada sus aliados. Cautivador en la mirada y con una presencia intimidante. Con formación, en buena parte, militar. Hacedor más que soñador, realista más que idealista. Creador y partidario de una dictadura hogareña bien llevada. Autor de la frase ‘al toro por las astas’, que devela su ideología simplista de la vida, sin complicaciones ni dificultades que lo ataranten, que lo entorpezcan. Padre luchador que siempre ha querido proyectar esa imagen ante sus hijos, deseando perpetuamente de ellos una cosa: respeto. Fiel seguidor del sistema educativo que permite distribuir la letra con sangre. Devoto protector de la familia, líder por naturaleza. Amante del hogar y de absolutamente todos los quehaceres que este demande.
Artista de la cocina y del buen paladar. Impaciente hasta más no poder. Ordenado con profundísima vehemencia. Exigente, perfeccionista y disciplinado con desmesurada efusión. Aficionado a las reuniones colosales, que, por lo general, él mismo organiza. De numerosas y atiborradas amistades. De genio fuerte, e intensamente más fuerte, cuando se lo azuza.
Con infinita alegría y con enorme orgullo puedo decir que mis padres han sido mis más grandes mentores. Cada uno con una forma totalmente distinta, pero complementaria, de ver la vida. Gracias a ellos, he sido capaz de afrontar mis propias adversidades tomando en cuenta sus enseñanzas, sus diferencias. Esas discrepancias me han permitido crecer y evolucionar como persona. Por medio de los dos, aprendí desde muy pequeño, que los desacuerdos y discordancias no son para nada malos. Por el contrario, nos permiten cuestionar nuestras acciones y decisiones. Así, mamá me enseñó a soñar, y papá a luchar incansablemente por esos sueños. Y es que, en la variedad está el gusto.
Sobre el autor:
Soy Renato Tello Benel, ingeniero electrónico de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y MBA de la Universidad Politécnica de Cataluña con especialización en Big Data & Analytics in Organizations. Además, como profesional, he llevado cursos de tecnología en biomedicina en Holanda y Estados Unidos, y he liderado proyectos en Latinoamérica.
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