Lima es la única capital de Sudamérica junto al mar. Por eso, la Costa Verde es inaceptable. El que debiera ser nuestro principal espacio público, lugar de ocio y recreación, no es más que un depósito de caprichos y malas ideas. El proyecto del Muelle Ana María, en la playa Los Yuyos, ha vuelto poner el tema en debate. ¿Qué hacemos con la Costa Verde?
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A diferencia de otras ciudades con frente marítimo, la bahía de Lima tiene un acantilado de varios metros de altura que la separa del mar; el acceso es un primer problema. Ciudades como Medellín utilizan teleféricos públicos, como complemento a su metro y buses, para resolver el transporte en su difícil geografía. Además de escaleras y eventuales rampas, aquí podría existir un conjunto de funiculares públicos que conecten la costa con puntos claves de la ciudad de ‘arriba’. Un conjunto que debería estar integrado al sistema de transporte público de la ciudad (cuando exista). Una sola tarjeta para subirse al Metro, Metropolitano, buses o funicular.
Eso podría resolver el acceso, pero la Costa Verde debería ser un espacio atractivo no solo en verano, y no solo entre Miraflores y Chorrillos. Los limeños deberíamos poder utilizar sus más de 15 kilómetros de extensión todo el año. Para eso, primero hay que quitarle el carácter de vía expresa. El tercer carril fue una pésima idea: redujo el espacio público, el tráfico está igual o peor, y los accidentes son frecuentes por la velocidad que incita.
Además, hay que crear motivos para utilizar la Costa Verde todo el año y en buena parte de su extensión. Es decir, hay que generar actividades deportivas, culturales, recreacionales y de ocio; pero no como se ha venido haciendo. Construir locales paralelos a los acantilados y sobre la playa (como Cala, Rústica y todos los demás) es también una pésima idea. Quitan la vista al mar y también espacio público. Si la Costa Verde necesita de equipamiento complementario para ser un lugar atractivo, así como lo tienen otros frentes marítimos en el mundo, la pregunta es: ¿Dónde lo ponemos?
En los sucesivos planes y actualizaciones de la Autoridad Autónoma de la Costa Verde (AACV) se han contemplado distintas opciones: sobre el acantilado, junto al acantilado o sobre la playa. En esa discusión se inserta el proyecto del Muelle Ana María, que tiene muchos problemas, pero cuya idea genérica, no me parece mal.
De todas las opciones, la ‘tipo Rosa Naútica’ -llamémosle así a un muelle sobre pilotes al que se anexan algunos equipamientos como baños, restaurantes o pequeños locales comerciales- me parece la que menos estorba el paisaje. La más armónica, digamos. Pienso en unos 6 o 7 muelles a lo largo de la bahía, que puedan ser el remate de ejes de transporte de la ciudad de ‘arriba’, y donde podrían ubicarse el conjunto de funiculares.
Estos muelles tendrían que cumplir varios requisitos: No quitar un solo metro cuadrado de playa (así hoy el espacio no se utilice como tal). Es más, procurar generar más playa. Garantizar su acceso público. Tener un cuidadoso diseño para no afectar el paisaje. Y, quizás lo más importante, contemplar un estudio de mareas que garantice que las olas no se vean afectadas. El proyecto del Muelle Ana María parece no cumplir con la mayoría de estos requisitos, por lo que no debería hacerse.
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Pero de nuevo, creo que los limeños deberíamos exigir que la Costa Verde sea un lugar para pasear, correr y montar bicicleta desde el Callao hasta Chorrillos. También para comer, ver alguna exhibición y hacer deporte. Vamos, Lima tiene todo para ser la capital latinoamericana de la tabla y de los deportes náuticos. Oponerse a que exista equipamiento en la Costa Verde es entendible por lo que se ha hecho hasta ahora, pero si queremos una verdadera transformación, no es la solución.
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