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Mientras esperamos [OPINIÓN]

POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger

Pensé que llegaría a escribir esta columna con los resultados oficiales de la Onpe al 100%. No es así, pero no señalaré altanera a la Onpe exigiendo mayor competencia, porque la gran verdad es que en nuestro querido país, nadie, y por supuesto mucho menos el Estado, es capaz de cumplir con cronogramas y entregas. Las grandes corporaciones son más lentas aún, así que relajémonos un poco y cumplamos con cerrar nuestros propios pendientes. Tranquilo Don Cucho, tómese el tiempo necesario para saborear un buen almuerzo o contemplar, al menos por unos minutos, la belleza de un árbol. Alguien consciente del estrés que supone el apuro y la presión, lo comprende. Y al final, siempre se puede esperar un par de días más. Déle con calma, respire, cuente con el Perú para eso, pero sobre todo: cuente y dé por ganador al verdadero ganador.

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La espera no ha sido fácil. Pero aún con los nervios de punta y los músculos agarrotados, ha servido para la reflexión. Algunas preguntas que surgen:

¿Dónde está Kenji? El fujimorismo se descalabra frente a la mirada atenta de sus máximos detractores y sus más fieles reclutas. Primero cayó el secretario general acusado de graves vínculos con el narcotráfico. Luego cayó su candidato a la vicepresidencia por manipular un audio para librar de cualquier responsabilidad al máximo benefactor de su partido. Y finalmente cayó Kenji, la mascota, el desfogue de humor involuntario que todo partido necesita. El muchacho se mandó a compartir con todos los peruanos su más ansiado sueño: ser presidente del Perú en cinco años. Luego de un par de sopapos verbales se lo bajaron y hoy está desaparecido junto a los otros dos. Ni siquiera quiso ir a votar, lo que denota un cisma bochornoso en la dinastía más maligna de nuestra historia. Lo que conmueve es comprobar que los sucesores al trono, tanto Keiko como Kenji, son solo peones en un juego mucho más macabro.

¿El Meliá no tendrá un banquito? La lógica no es tan compleja. Las personas que hemos recibido cierta educación en casa solemos comportarnos con prudencia y respeto en lugares públicos. Si estuviera postulando a la presidencia del Perú, sería doblemente cuidadosa. Entiendo que la presión y los nervios juegan malas pasadas, pero pararme sobre una jardinera con plantas no estaría entre mis opciones. Si sé que un poquitito menos de la mitad del Perú ha querido que sea su presidenta, me dirigiría al personal responsable y le pediría un banquito para asomarme ante mis impacientes fans. La foto ha circulado en redes como metáfora de otra clase de pisoteo. Y los símbolos importan y dicen mucho.

¿Quién es PPK y de qué será capaz? Pedro Pablo Kuczynski es el nuevo presidente del Perú. Y es, a pesar de sus bailes descoordinados y de su equivocado apoyo al fujimorismo en la elección pasada, un político de lujo en un país como el Perú. No solo porque da gusto tener un presidente que, para variar un poco, lea libros, toque el piano y la flauta traversa y sea primo de Jean-Luc Godard (no te asustes tanto, amigo de derecha, porque la cultura y la educación traen solo cosas buenas), sino también porque es un economista brillante y un experimentado lobbysta (no te asustes tanto, amigo de izquierda, porque para gobernar, hay que aprender a dialogar). Es también, aunque ese sea su perfil más ignorado, una persona comprometida de alguna manera con los más pobres: en el 2007 fundó Agualimpia, ONG que ayuda a pequeñas municipalidades para que organicen y financien sus sistemas de agua y alcantarillado. Luego de haber tenido a Fujimori, Toledo, García y Humala, solo puedo sentirme entusiasmada. Ojalá ese entusiasmo dure y se renueve siempre.

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