Hace dos semanas les dejé tarea: una lista de preguntas para que identificaran cómo iba su relación con la comida, con su cuerpo y con su amor interior. Así podrían saber cómo estas emociones se vinculan con la comida y con muchas de las decisiones que toman. También les dejé algunas sugerencias sobre el ejercicio, lo que podía ser bueno y no tan bueno para el cuerpo, especialmente derribando algunos mitos como que dolor es amor, eso de que si te duelen los músculos es porque trabajaste muy bien o si sudaste es porque estás perdiendo peso; puros cuentos urbanos.
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Un punto importante que se quedó y que ahora trato para darle la importancia que se merece es que a raíz de toda esta compulsión por la gordorexia han proliferado los(as) coaches nutricionales y un sinfín de personas que habiendo llevado dos cursos de nutrición, y sin mediar una carrera de salud como profesión de base, se atreven a hablar de alimentación y hasta hacen prescripciones dietarias. Ojo, tan sencillo como eso, te dan una dieta para que bajes de peso como si te dieran la receta para hacer una mazamorra.
Ojo con esas dietas Quiero contar con detalle hacia dónde nos ha llevado todo este tema de la gordura, la grasa, la flacidez, el exceso de peso y las emociones como un determinante de muchas de las decisiones que tomamos. Y es que en el camino muchas personas han estudiado cursos por Internet para convertirse en coaches nutricionales; sí, con seis meses de estudios incluso aprenden a dar dietas e incluso te desafían en el consultorio, diciendo que saben de nutrición porque han estudiado. La pregunta se cae de madura: si has estudiado, entonces ¿cuál es la razón de venir al consultorio? La respuesta es muy sencilla: te pueden hablar de la dieta quemagrasa, la anticelulítica y, por decirlo en cristiano, la de perico de los palotes, pero eso no te convierte en un profesional competente para hacer una evaluación y dar un diagnóstico y posterior prescripción a una persona.
Por el contrario, pueden convertirse en un peligro para la salud de quienes no tienen idea de lo que están haciendo y han reducido la salud y la nutrición a una dieta adefesiera en la que la vida no se respeta. Si ocurriera alguna respuesta adversa, ¿quién se haría responsable de lo que ocurriera? Esto es tan simple como preguntarles si ustedes se harían atender de un cáncer o de una osteoporosis por un coach de salud que estudió seis meses en los que le explicaron sobre algunos tratamientos…
En todo este loquerío que se ha armado por la esbeltez y el peso, han surgido una serie de pseudoprofesionales que están legitimando sus actividades por el desconocimiento o la ignorancia de las personas que, lo más grave, dejan de buscar a los profesionales competentes para una atención adecuada.
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Evaluación adecuada La obesidad por sí misma es una enfermedad. No es un ‘dame una dieta porque mira, tengo unos kilos de más y necesito bajarlos’. Y eso te lo dicen en un matrimonio, almuerzo o encuentro de promoción. Debe quedar claro que al oftalmólogo no le pedirían la medida de los correctores con solo decir ‘es que veo borroso’ o al ginecólogo los medicamentos para una infección con solo contarle que la tienen. Para dar una prescripción dietaria, se debe pasar por una escrupulosa evaluación en la que el peso o la altura no es dato suficiente para dar un diagnóstico, mucho menos hacerlo a partir del índice de masa corporal (IMC). Se requiere de hacer una historia, identificar los antecedentes que pueden ser un riesgo, hacer una evaluación física y solicitar exámenes complementarios que pueden ayudar a explicar lo que viene con cada persona. El alimento es para el nutricionista lo que el fármaco es para el médico. Y se debe prescribir el alimento sabiendo cómo va a actuar en el cuerpo, qué ocurrirá si está tomando medicamentos, cuáles pueden prescribirse y cuáles no de acuerdo a la condición de salud actual y cómo se incorporará el ejercicio para lograr los resultados esperados.
Entonces, nos queda claro que con la ‘gordorexia recargada’ ha aparecido una suerte de logia de coaches de la nutrición que, sin cartón universitario y mucho menos una colegiatura que los respalde como profesionales de la salud, están haciendo lo que se conoce como intrusismo y práctica ilegal de la profesión. Lo que ocurra con su salud será entera responsabilidad de quien tome la decisión de ir donde alguno de ellos.
Recuerden que personas con enfermedades crónicas como diabetes, obesidad, etc.; personas con niños pequeños, personas que hacen deportes, personas que desean cuidar su cuerpo y otras tantas, pueden ser susceptibles a la estafa o al engaño. Desde la venta de cremas y pastillas milagrosas hasta la aparición de pseudoprofesionales que les ofrecen el cuerpo maravilloso y la cara de muñeca sin tener las competencias requeridas.
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