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Por Vanna PedraglioCoach deportiva y nutricional
Muchos estudios han validado lo que parece obvio: las personas con un buen nivel de entrenamiento aeróbico o buena condición física tienden a vivir más que aquellas que no lo tienen. La relación existente entre el nivel de forma física y la salud indica que una gran variable a considerar es que las personas que hacen deporte con regularidad tienen mucho menos estrés. Además, regulan el correcto funcionamiento del metabolismo para mantener al organismo con un mejor funcionamiento.
Lo malo es que el sedentarismo es cada vez un estilo de vida más frecuente. Facilitar nuestra vida eliminando acciones pequeñas, aunque no lo crean, no está directamente relacionado con una salud óptima, si eso significa menos actividad física. Entre las consecuencias principales de la falta de movimiento tenemos:
1. El sobrepeso o la obesidad: En sociedades más desarrolladas, la obesidad es considerada una epidemia creciente. Se debe a que con tantas facilidades, las personas se hacen más sedentarias, no gastan las calorías que consumen y estas se almacenan como grasa en áreas de alto riego fisiológico como el abdomen.
2. La osteoporosis o debilitamiento óseo: La falta de actividad física hace que los huesos y los músculos vayan perdiendo densidad y fuerza, causando con el tiempo debilidad y atrofia. La carencia de Vitamina D por la poca exposición a rayos solares al estar en ambientes cerrados la mayor parte del día hace que el calcio no se fije en los huesos. Eso y la falta de tensión por carencia de movimiento acelera el debilitamiento o descalcificación ósea.
3. Fatiga crónica o cansancio: La sensación de perder el aire ante una actividad que requiera poco esfuerzo, como subir escaleras, caminar de 2 a 3 cuadras o levantar algún objeto. Poco a poco, por falta de movimiento nuestros sistemas se van atrofiando. Esto sucede porque nuestro cuerpo está diseñado para ahorrar energía, por lo cual, así como se adapta y se vuelve más fuerte tras el estímulo del deporte, hace lo opuesto ante la falta de él.
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4. Almacenamiento de grasa y riesgo coronario: Nuestra alimentación actual, en general, es menos nutritiva, fresca y balanceada. Llevar una dieta alta en azúcares y harinas refinadas junto con grasas procesadas hace que en poco tiempo ocurra un almacenamiento de colesterol y endurecimiento de las paredes de las arterias y venas. Así, el flujo sanguíneo hacia y fuera del corazón será menor, por lo que el sistema cardiovascular tendrá que hacer mayor esfuerzo para bombear sangre a todo el cuerpo.
5. Estrés emocional crónico: El sedentarismo también está muy ligado al estrés psicológico. Nuestro cerebro está ajustado a un sistema de recompensa tras el esfuerzo físico, ya que nuestra prioridad como especie era conseguir el alimento que se debía cazar (cosa que hoy no sucede). Por eso, el deporte puede llegar a ser tan gratificante y adictivo para lograr estados anímicos de felicidad, relajación y satisfacción. En conclusión, la actividad física no debería ser una elección. Hoy por hoy debería ser una obligación personal para mantener nuestros organismos, mentes y emociones saludables y positivos.
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