La tierra en la península de Reykjanes, Islandia, ha vuelto a rugir con una nueva erupción volcánica, marcando la quinta en la región desde 2021. En esta ocasión, las imágenes impresionantes capturan la magnitud de la actividad, con dos fisuras que se abrieron, liberando un flujo de lava que ha llegado a afectar el pueblo pesquero de Grindavík, en el suroeste del país.
PUBLICIDAD
La erupción ha generado evacuaciones y preocupaciones, a pesar de las defensas previamente construidas tras la erupción de diciembre pasado. Aunque estas barreras intentaban contener la lava, algunas cedieron, incendiando casas y edificaciones en Grindavík. El presidente de Islandia, Gudni Johannesson, se dirigió a la nación, llamando a la unidad y mostrando compasión hacia aquellos afectados por el desastre.
Islandia elevó la alerta a “emergencia” ante esta erupción
La actividad sísmica previa en el sistema volcánico de Svartsengi anticipó la erupción, dando lugar a medidas preventivas como la construcción de muros alrededor del volcán para desviar la lava. Sin embargo, la Oficina Meteorológica de Islandia informó que algunas barreras se rompieron, permitiendo que la lava amenazara nuevamente a Grindavík.
El país ha elevado su nivel de alerta a “emergencia”, indicando una posible amenaza de daños para las personas, comunidades, bienes y el medio ambiente. Residentes que habían regresado a Grindavík tras la erupción anterior ahora enfrentan una nueva evacuación, sumiéndolos en la incertidumbre.
La vulnerabilidad humana ante eventos geológicos resurge con fuerza, instando a la comunidad internacional a reflexionar sobre estrategias de mitigación y preparación. La erupción del domingo nos recuerda la dinámica constante de la geología islandesa. Mientras Islandia enfrenta las consecuencias de este nuevo episodio en su paisaje volcánico, la comunidad global observa con atención, reconociendo la necesidad de abordar la interacción entre la naturaleza y la vida humana.