MADRID, 7 (EUROPA PRESS)
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El astrofísico Stephen Kane explicó que su experimento pretendía abordar dos lagunas notables en la ciencia planetaria.
La primera es la brecha existente en nuestro sistema solar entre el tamaño de los planetas terrestres y el de los planetas gaseosos gigantes. El planeta terrestre más grande es la Tierra, y el gigante gaseoso más pequeño es Neptuno, que es cuatro veces más ancho y 17 veces más masivo que la Tierra. No hay nada intermedio.
"En otros sistemas estelares hay muchos planetas con masas en ese hueco. Los llamamos super-Tierras", explica Kane en un comunicado.
La otra brecha está en la ubicación, en relación con el Sol, entre Marte y Júpiter. "Los científicos planetarios a menudo desean que haya algo entre esos dos planetas. Parece un terreno desaprovechado", afirma.
Estas lagunas podrían aportar información importante sobre la arquitectura de nuestro sistema solar y la evolución de la Tierra. Para rellenarlos, Kane realizó simulaciones dinámicas por ordenador de un planeta situado entre Marte y Júpiter con diferentes masas y observó los efectos en las órbitas de todos los demás planetas.
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Los resultados, publicados en la revista Planetary Science Journal, fueron en su mayoría desastrosos para el sistema solar. "Este planeta ficticio da un empujón a Júpiter que es suficiente para desestabilizar todo lo demás", dijo Kane. "A pesar de que muchos astrónomos han deseado este planeta extra, es una suerte que no lo tengamos".
Júpiter es mucho más grande que todos los demás planetas juntos; su masa es 318 veces la de la Tierra, por lo que su influencia gravitatoria es profunda. Si una supertierra de nuestro sistema solar, una estrella pasajera o cualquier otro objeto celeste perturbara a Júpiter aunque fuera ligeramente, todos los demás planetas se verían profundamente afectados.
Dependiendo de la masa y la ubicación exacta de una supertierra, su presencia podría expulsar del sistema solar a Mercurio y Venus, así como a la Tierra. También podría desestabilizar las órbitas de Urano y Neptuno y lanzarlos al espacio exterior.
La supertierra cambiaría la forma de la órbita de la Tierra, haciéndola mucho menos habitable de lo que es hoy, si no acabando con la vida por completo.
Si Kane reducía la masa del planeta y lo colocaba directamente entre Marte y Júpiter, vio que era posible que el planeta permaneciera estable durante un largo periodo de tiempo. Pero pequeños movimientos en cualquier dirección y, "las cosas irían mal", dijo.
El estudio tiene implicaciones para la capacidad de los planetas de otros sistemas solares de albergar vida. Aunque los planetas parecidos a Júpiter, gigantes gaseosos alejados de sus estrellas, sólo se encuentran en un 10% de los casos, su presencia podría decidir si las Tierras o super-Tierras vecinas tienen órbitas estables.
Estos resultados hicieron que Kane sintiera un renovado respeto por el delicado orden que mantiene unidos a los planetas alrededor del Sol. "Nuestro sistema solar está más afinado de lo que apreciaba antes. Funciona como los engranajes de un reloj. Si añades más engranajes a la mezcla, todo se rompe", afirma Kane.