BUENOS AIRES (AP) — Alla Prigolovkina y su esposo Andrei Ushakov aguardaron que el sol les diera algo de tregua para dar un paseo junto a su pequeño bebé Lev Andrés por un parque de la provincia de Mendoza, en el oeste Argentina. La pareja rusa, con su hijo y sus perros Cometa y Santa, saluda amablemente a sus vecinos antes de recostarse en una manta sobre el césped, como si esa hubiese sido siempre su realidad.
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Podría ser la postal de una familia típica local, salvo porque Alla y Andrei llegaron a mediados de año 2022 a la ciudad mendocina de Godoy Cruz provenientes de Rusia, en una travesía que ella encaró con un embarazo avanzado para evitar que su esposo fuera convocado a la guerra contra Ucrania y para que su niño nazca en un país que le ofrece un pasaporte con mejor reputación que el ruso.
“Sentarnos en el parque es una de las tradiciones argentinas que más disfrutamos”, dijo Alla con una serenidad que contrasta con la angustia que ella y Andrei enfrentaron al cruzar en auto la frontera de su país con Georgia y abordar un avión que, previa escala en Turquía y Brasil, los trajo al país sudamericano, donde Lev Andrés nació en septiembre.
Alla es parte de una inédita ola migratoria de embarazadas rusas que eligieron Argentina en el último año como un refugio seguro para dar a luz en un mundo que se ha vuelto hostil para los nacionales rusos tras la invasión en Ucrania y, al mismo tiempo, para acceder a un pasaporte que les habilite el ingreso sin visa a 171 países, algo imposible con el documento ruso por las sanciones internacionales.
Todos los niños nacidos en Argentina reciben la nacionalidad sin importar el origen de sus padres, los cuales a su vez pueden radicarse en el país, solicitar la ciudadanía y luego tramitar el pasaporte argentino.
“Queríamos que nuestro bebé tenga la oportunidad de no ser solamente ruso, con un único pasaporte porque no puedes hacer nada ahora, no puedes acceder a tarjetas de banco u obtener documentos normales”, explicó la mujer de 34 años con un fluido inglés durante una reciente entrevista con The Associated Press en la sala de estar de la casa que alquila en Godoy Cruz, un poblado al pie de la Cordillera de los Andes.
No hay un número oficial de rusos que abandonaron su país tras el inicio del conflicto en Ucrania, pero se estiman en cientos de miles.
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Según cifras oficiales, 22.200 rusos ingresaron a Argentina solo en el último año, entre ellos 10.777 mujeres, muchas con embarazos avanzados. Un dato grafica la magnitud del fenómeno: en enero de 2022, justo antes de la invasión a Ucrania, eran 1.037 rusos los que ingresaron al país sudamericano. Un año después fueron 4.523.
El arribo al aeropuerto internacional de Ezeiza de decenas de embarazadas rusas en un mismo vuelo en las últimas semanas llamó la atención de las autoridades migratorias locales, que tras una investigación comprobaron que muchas de ellas ingresan como turistas, pero su propósito es dar a luz en hospitales públicos o maternidades privadas, tramitar la documentación y marcharse.
Migraciones informó que del total de rusos que llegaron al país en el último año, más de la mitad -13.134- se fueron, entre ellos, 6.400 mujeres.
“Se detectó que no vienen a hacer turismo. Vienen a tener hijos. Para tener un hijo en Argentina siendo ciudadano extra-Mercosur (bloque regional sudamericano) tienen que ir al consulado y sacar visa”, explicó la directora de migraciones de Argentina, Florencia Carignano, durante un encuentro con medios extranjeros.
La funcionaria aclaró que por un tratado diplomático firmado con Rusia antes de la guerra en Ucrania, los rusos pueden ingresar a la Argentina en calidad de turistas y permanecer tres meses. Cualquier otro propósito exige visa.
Semanas atrás, la detención de dos presuntos espías rusos con pasaporte argentino en Eslovenia encendió las alarmas en el país sudamericano, que por temor a que su documento de viaje pierda prestigio, reforzó los controles migratorios.
Migraciones se presentó ante la justicia federal para que se investigue a supuestas agencias que ofrecen asistencia a las viajeras rusas, desde médicos, atención en parto y gestión de documentación, a cambio de varios miles de dólares. Al mismo tiempo, los agentes migratorios reforzaron los controles de permanencia sobre los rusos que solicitaron la residencia.
El organismo reportó que el viernes 10 de febrero llegaron en un mismo vuelo 33 rusas embarazadas, seis de las cuales fueron demoradas por inconsistencias en la declaración ante el agente de control.
“Tampoco podemos convertir a Ezeiza en una maternidad”, advirtió la funcionaria Carignano.
Según el ranking global de pasaportes elaborado por la consultora Henley & Partners —con sede en Londres— especializada en política de residencia y ciudadanía, Argentina figura en el puesto 20 entre los países con mayor número de destinos para ingresar sin visa, con 171. Japón y Singapur lideran la nómina con 193.
Pero acceder al pasaporte argentino no es necesariamente la única razón para dejar su hogar, separarse de los afectos e iniciar un largo viaje —con los riesgos que conlleva en embarazos avanzados— rumbo a un país con un idioma, clima y cultura completamente diferentes.
En la ciudad rusa de Sochi, Alla –que era instructora de esquí—ya estaba embarazada y su esposo estudiaba programación cuando el 24 de febrero Vladímir Putin ordenó la invasión a Ucrania.
“La decisión de irnos la tomamos después de que empezó la guerra. Le dije (a Andrei) que temía que lo alistaran (en el Ejército) y que no quería que nuestro hijo creciera sin padre”, contó la mujer de cabello rubio y ojos verdes con su bebé de cinco meses en brazos.
Tiempo después, Andrei fue detenido en Moscú por exhibir con cartel con la palabra paz durante una protesta. Si bien fue liberado, el antecedente lo condicionaría desde entonces.
El plan original era quedarse en Europa, pero el sentimiento anti-ruso los desalentó. “Optamos por Argentina, porque tenía todos los beneficios que necesitábamos. Naturaleza fantástica, un país grande, hermosas montañas. Sentimos que sería ideal para nosotros”, enumeró Alla.
Un grupo de la red social Telegram, con más de 2.000 usuarios rusos que comparten información necesaria para instalarse en Argentina, fue vital para la travesía que iniciaron en julio.
A pesar de la barrera idiomática, la pareja adoptó rápidamente las costumbres argentinas. Andrei, de 27 años, toma mate y cocina carne asada. Aunque el fútbol no les interesaba en Rusia, alentaron por Argentina en la Copa del Mundo de Qatar.
Ahora sueñan con que su pequeño hijo, vestido con un entero réplica de la casaca Albiceleste y el número 10 en la espalda, sea el futuro “Lionel Messi”.
Por el momento no tienen trabajo y viven de ahorros, pero volver a Rusia no es una opción. “La mayoría de la gente no hizo nada antes ni ahora con la guerra. Actúan como si nada pasara”, dijeron sobre sus connacionales.
“El fenómeno migratorio como el caso de las rusas va a ocurrir cada vez más, sabemos cómo se acortaron las distancias. Hoy están dadas sólo por una limitación económica, el que puede pagar no tiene límite. Se diversifican los orígenes”, destacó Natalia Debandi, doctora en ciencias sociales y experta sobre temas migratorios de la Universidad Nacional de Río Negro. También investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
“Hay una dimensión humanitaria que un país como el nuestro, con nuestra historia migratoria, tendría que empatizar más. No preocuparnos por el pasaporte. Vienen con embarazos avanzados y es peligroso. No son terroristas, son personas”, apuntó la académica.
Un perfilamiento realizado por Migraciones a partir de 350 entrevistas rusos recién llegados concluyó que prevalecen los matrimonios, pertenecen a sectores medios y medios altos, son profesionales y muchos de ellos con posgrado. Tienen trabajos remotos en el rubro de finanzas y diseño digital o viven de ahorros.
La mayoría se instala en el coqueto barrio de Recoleta de la capital, donde se encuentran dos de los hospitales públicos mejor catalogados y la principal maternidad privada del país.
Por la cantidad insólita de embarazadas rusas que se atienden diariamente, en el hospital público Juan A. Fernández obligaron a sus autoridades a colocar en el área de obstetricia un cartel en ruso que le pide a las pacientes “por favor asistir con traductor si no hablan español”.
Ekaterina Gordienko, una psicóloga rusa de 30 años que dio a luz a Leo hace un par de días, destacó que “el sistema de salud es muy bueno, y la gente muy amable. Mi único problema es el español. Si el médico no habla inglés, uso el (Google) traductor”.
Llegó embarazada a la capital argentina en diciembre junto a su esposo Maxim Levoshin, de 38 años, poco después una masiva movilización de hombres hacia Ucrania. “Lo primero que queremos es que Leo viva en un país seguro, que no haya guerra en su futuro”, resaltó el hombre durante una entrevista en un bar.
“Argentina es un país muy amigable, con gente abierta, con buena comida, también carne sabrosa. Buen mar y sol. Planeamos quedarnos acá, al menos algunos años”, coincidieron los padres del bebé.
En Rusia, legisladores sugirieron este mes despojar a las mujeres rusas que optaron por dar a luz en el extranjero del llamado fondo de maternidad, un beneficio que reciben las madres por cada hijo nacido. Esta ayuda, que se abona en un pago, ronda el equivalente a los 8.000 dólares para el caso de primer hijo.
“Las turistas de maternidad deberían obtener sus beneficios en Buenos-Aires o Nueva York, donde están tan ansiosas por llegar, excepto que no hay nada como las medidas de apoyo rusas", dijo esta semana el legislador Alexei Zhuravlyov.
Esta propuesta no está bajo discusión del Kremlin, dijo su portavoz Dmitry Peskov.
En Argentina, la Dirección de Migraciones reportó que 2.402 rusos solicitaron la residencia el año pasado. Pero un número, no determinado por las autoridades, de radicaciones fue cancelada en los últimos días tras corroborarse que varios de los beneficiados ya no estaban en el país.
“Cancelamos residencias de rusos que estuvieron más tiempo afuera que adentro”, indicó Carignano. “Si no empezamos a controlar a quién le damos el pasaporte, nos van a poner visa en otros lados. El pasaporte va a dejar de tener la confianza que tiene en todos los países”.
A su vez, la justicia federal inició una investigación contra gestores locales no registrados ante el fisco que cobraban varios miles de dólares para tramitarle los documentos a los rusos.
Desde Mendoza, Alla pide al gobierno argentino no estigmatizarlos.
“Hemos dejado todo para vivir en paz. Espero que los argentinos entiendan que los rusos pueden ser muy útiles en distintas áreas de la vida, en negocios, la economía, en ciencia. Pueden ayudar a que Argentina sea mejor”.
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Los corresponsales Natacha Pisarenko y Víctor Caivano en Mendoza, Argentina; Dasha Litvinova en Tallinn, Estonia, y Harriet Morris, en Moscú, contribuyeron con este reporte.