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Francis Fukuyama: “Los gobiernos populistas tienen expectativas irreales: no pueden proveer mágicamente”

El autor del best- seller político e histórico ‘El fin de la historia’ habla con PUBLIMETRO sobre las historias que han surgido en el actual orden mundial.

Francis Fukuyama

Para 1992, y con la caída del comunismo como propuesta global, Francis Fukuyama, en ‘El fin de la historia y el último hombre’, hablaba de la caída de las utopías económicas y políticas que darían paso a un liberalismo democrático. Pero más de treinta años después, con el alza de gobiernos izquierdistas en Latinoamérica, con manifestaciones populares, con crisis económicas y desestabilización global, Fukuyama trae más matices sobre estos cambios en el libro ‘El liberalismo y sus desencantados’.

El autor, en conjunto con CIPE y la Pontificia Universidad Javeriana tuvo un conversatorio al respecto y un curso intensivo para estudiantes de temas afines. En su estadía en Colombia, conversó con Luis Fernando Mejía, director ejecutivo de Fedesarrollo sobre su más reciente publicación. Igualmente, Fukuyama habló con PUBLIMETRO sobre todas estas historias para dar algunas luces de las ramificaciones de un relato que está lejos de terminar.

Luego de la muerte de la reina Isabel se mostró que hay un gran resentimiento colonial y muchas personas en la academia y en varios campos en estos países colonizados cuestionan cómo la idea del progreso ha dañado sus entornos. En ese sentido, ¿qué podríamos definir por este término?

No creo que sea difícil de definirlo. Obviamente , una gran parte del término tiene que ver con desarrollo y crecimiento económico. Muchas personas piensan que esto último no necesariamente es bueno, y es correcto, pero también es cierto que si no tienes crecimiento económico ni recursos no puedes pensar en otros campos más allá del económico, como las artes, la cultura, etc. Creo que esto sólo es una parte del desarrollo, porque también hay un aspecto social y político.

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El aspecto político tiene que ver con las instituciones, con las reglas, la estructura que rige nuestra sociedad y que hace predecible el cooperar y buscar metas comunes. Además, es sinónimo de un orden político más organizado si tienes instituciones que definen las expectativas de la gente en política y que esto no desemboca en conflictos ni en violencia. Y en el lado social, por otro lado, desarrollar una sociedad compleja donde la gente pueda hallar una forma de expresarse a sí mismos y su identidad. Así que pienso que si vives en una sociedad menos desarrollada, tienes menos posibilidad de hacer esto. Si vives en un pueblo tienes menos oportunidades de cambiar de trabajo, o de relacionarte con quien deseas. En ese sentido, pienso que el progreso es el enriquecimiento y multiplicación de estas oportunidades para que la gente pueda expresar su identidad.

En muchas marchas alrededor del mundo contra los gobiernos y el orden social de los últimos años, hemos visto esta frase, “Cómanse a los ricos”. Pero la realidad es que los ricos nos están devorando. Piense en lo que hacen Elon Musk y Jeff Bezos con las redes sociales y sus negocios. ¿No se puede hacer algo desde la ciudadanía ante esto?

Pienso que el crecimiento económico no puede existir sin la gente rica y más en una sociedad competitiva de mercado. El hecho de que te hagas rico implica que eres productivo, que estás creando un negocio y oportunidades. Por otro lado, en sociedades menos desarrolladas, te haces rico quitándole los recursos a alguien. Pero en una economía funcional y desarrollada te haces rico creando nuevos valores.

El problema es que la concentración de riqueza también viene ligada a una concentración de poder político. Por eso pienso que muchas sociedades democráticas tienen que limitar el poder de la gente rica. Regulando sus negocios, asegurándose de que no tomen una ventaja injusta por ser ricos y poderosos. Eso es necesario en una economía moderna de mercado.

Esto no pasa en Latinoamérica, donde los países se conformaron estructuralmente con este tipo de concentración. Y estas desigualdades también han contribuido a que la izquierda haya triunfado en la región como proyecto político. ¿Qué piensa, por, ejemplo, de Petro en Colombia y de Boric en Chile?

Reflejan un enorme descontento, especialmente por parte de la juventud, hacia cómo está organizado el Estado, que en efecto es muy estático, desigual, dominado por partidos tradicionales que se han aferrado al poder.  Sin embargo, el problema con estos nuevos líderes de izquierda es que tienen, de alguna manera, expectativas irreales para el tipo de cambios que quieren hacer y son posibles. Porque en un sistema político y democrático no puedes atender las necesidades de todos por más que lo quieras.

No puedes sencillamente, como gobierno, oprimir un botón y proveer. Y, por otro lado, Petro y Boric se enfrentan a que no hay un consenso total en sus países. Lo que pasó con la constitución de Boric lo muestra. Así que pienso que el deseo de cambio ahora tiene que traducirse en acciones realistas que sean apoyadas por la sociedad.

Estos gobiernos también han sido tildados de populistas, pero ocurre lo mismo con las propuestas de derecha. ¿Hay alguna alternativa para escapar del populismo, al menos en Latinoamérica?

Hay muchas definiciones de populismo. Una de ellas es creer que la sociedad está siendo gobernada por una conspiración de las élites y que la gente no puede expresar sus puntos de vista. Esto también se ve en los gobiernos personalistas, donde el líder populista representa a la gente, y justo lucha contra esto. Lo que no es compatible en sociedades con instituciones sólidas.

Y la otra característica del populismo en Latinoamérica tiene que ver con muchas de las políticas son buenas por sí mismas, pero no son sostenibles a largo plazo. Justo como lo que pasó con Chávez y el petróleo en Venezuela, por ejemplo. Él hizo muchas cosas buenas por la gente, pero todo dependía de lo que generaban con el petróleo y apenas los precios de este colapsaron, colapsó su sistema. Así que pienso que el populismo está lleno de expectativas irreales que pretenden ayudar a la gente, pero que no llegan a un término concreto y sostenido.

¿Qué piensa de que Lula haya ganado en Brasil y cómo cree que será su segundo mandato?

Comenzaré diciendo que estoy feliz de que Bolsonaro no haya ganado la elección. Puedes estar en desacuerdo con las políticas de Lula, pero al menos no destruye el sistema democrático de su país. Bolsonaro era una amenaza en ese sentido. Él tenía muchas políticas represivas que no ves en una democracia, así que es genial que Lula ganara. Y su primer periodo no fue malo, tuvo muchas buenas políticas contra la pobreza, él fue muy responsable fiscalmente que sus antecesores pero su gran problema fue la corrupción. Y no hizo mucho al respecto.

Eso será un gran peligro, porque no creo que en su partido se disculpen mucho por lo que hicieron la primera vez. Espero que no vuelva a caer en este círculo.

Por otro lado, vemos que potencias como China e India también toman fuerza en Latinoamérica. ¿Veremos la misma historia que tuvimos con Estados Unidos en el siglo pasado?

Son países distintos. India es un inversor y negociante normal. China por su parte es más problemática, porque quieren influencia política más allá de los términos económicos. Y como resultado, han construido proyectos comprometedores en la región en países como Argentina y Ecuador.

Así que tienes, en algún país de Latinoamérica un líder populista que firma contrato con ellos, nadie sabe sus términos reales, porque todo es secreto, y el proyecto no resulta ganando lo esperado, porque tienes que pagarle a los bancos chinos para que te lo ayuden a sostener. Y tienes esta gran crisis de deuda, donde ellos pueden parar todo si no les sigues pagando. Estás atrapado. China ha hecho muchas cosas útiles e interesantes, pero el Oeste ha caído como proveedor de recursos para los demás países. Y estos necesitan ser cuidadosos con ella, ya que pueden meterse en problemas con este tipo de relaciones. Esto también ha pasado, claro, con inversores occidentales, pero en China los ha reemplazado y tomando su modus operandi.

Vámonos a Rusia. Tengo la impresión de que aún si cayera Putin, el país está hecho para que surja un líder como él en el futuro. Y al comienzo de la guerra se hablaba del país como una potencia invasora. ¿Qué piensa de esto? ¿Es igual que en tiempos de la URSS y el zarismo?

Si Putin muere mañana, creo que sí sería reemplazado por otro líder de línea dura. Pero eso depende de lo que pase en la guerra de Ucrania. Los ucranianos han sido exitosos expulsando a los rusos de la mayor parte de su territorio en este último año. Y va a ser humillante si los rusos son derrotados, y repensarían su política exterior, pero no tengo ninguna esperanza al respecto. Ni de que exista un sucesor que sea democrático.

Ahora, si Rusia gana jugarán un papel fundamental en su región. En Latinoamérica, el problema es que exportan armas, y soportan regímenes como el de Maduro. Ayudan a fuerzas antidemocráticas. Eso es un peligro. No hablamos de invasores, sino de actores negativos en la política.

Ahora, no sabemos si los rusos están ganando o perdiendo realmente, porque hay mucha desinformación, precisamente, en la era de más información al alcance. ¿Hay alguna manera de contrarrestar esto (más los discursos de odio y falsas noticias) sobre todo en redes sociales?

Es muy difícil decirlo. Uno de los problemas de las redes sociales es que ellos moldean lo que la gente ve, pero pueden hacerlo sin transparencia. No sabes cómo son los algoritmos que nutren la información.  Elon Musk, igualmente, dijo que iba a anular discursos conservadores en Twitter y ahora hace lo mismo, pero de maneras más conservadoras. Y ese es el problema: las compañías privadas no deberían tener este poder sobre el discurso político. Facebook cura su contenido para que las ganancias vayan a Estados Unidos en su  mayoría, pero no sabes quién controla la red realmente en tu país. En India fueron acusados de promocionar al primer ministro Modi. Y este poder no debería ser dado a una sola compañía.

Y por último: si bien estamos en una época donde ya hay más visibilidad y vocería desde y hacia grupos históricamente vulnerados, se habla desde el espectro opuesto de la “dictadura de lo woke”. De lo “políticamente correcto”. ¿Qué piensa al respecto?

No es una dictadura. No están usando el Estado para suprimir a sus enemigos. Es un poder cultural. Y existe en ciertos sectores, como universidades, o Hollywood, algunas corporaciones. Pero es más una presión social que una dictadura. Pero también suprime algunos discursos importantes, y en las sociedades el libre pensamiento es un valor que debe ser tenido en cuenta.

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