LONGYEARBYEN, Noruega (AP) — A las 10:40 de la mañana, en un día de enero, dos poderosos rayos de luz del barco del gobernador de Svalbard, perforaron la oscuridad total del fiordo rodeado de montañas en el que navegaba. Trasladaba a un coro de niños de esta remota iglesia de la aldea a un puesto de avanzada ártico incluso más aislado.
PUBLICIDAD
Así es la noche polar en el archipiélago noruego, tan cerca del Polo Norte que el sol está al menos seis grados bajo el horizonte de mediados de noviembre hasta finales de enero.
Para los mineros, científicos y trabajadores turísticos de más de 50 nacionalidades que comprenden la mayor parte de los 3.000 habitantes de Svalbard, al principio es difícil adaptarse a vivir sin un asomo del ocaso en un descampado paisaje blanco y negro.
“La primera vez en Svalbard, fue como llegar a la luna”, dijo el reverendo Leif Magne Helgesen, quien fue el pastor de Svalbard Kirke, la única iglesia en Longyearbyen, la aldea principal, durante 12 años hasta el 2019, y ha escrito sobre este frágil ambiente.
Pero después, la noche polar se convierte en una oportunidad para reducir el ritmo y apreciar los únicos destellos de luz natural: las estrellas, los escurridizos remolinos de la aurora boreal y la luna llena, que da vueltas en lo alto sin ponerse durante un par de días a la vez.
En casi todas las ventanas, una vela o una decoración en forma de estrella centellea como señal de bienvenida. En la oscuridad total, las luces de las motonieves y los pocos vehículos que pasan, reflejan los ojos de un reno o las bandas y chalecos reflectantes que todos los humanos usan mientras caminan o esquían por ahí.
Pero más que nada, está el brillo del manto de nieve. Sin embargo, todo eso cambia conforme el Ártico y, sobre todo este archipiélago bañado de corrientes cálidas, se calienta más rápido que la mayor parte del resto del mundo, lo que retrasa y reduce las nevadas.
PUBLICIDAD
Este invierno en Svalbard llovió unas semanas después de iniciar la noche polar.
“Cuando llega la temporada de oscuridad… estamos acostumbrados a ver cómo se iluminan las auroras boreales, la luna, las estrellas y la nieve. Ahora se tornó oscuro y deprimente”, dijo Espen Rotevatn, el director de Svalbard Folkehøgskole, una escuela alternativa en Longyearbyen. Rotevatn ha estado proponiendo soluciones locales al cambio climático.
Mientras los cachorros de trineo de Karina Bernlow jugueteaban felizmente en los remolinos de nieve una tarde de mediados de enero, ella también temía la posibilidad de estaciones más cálidas.
“No puedo vivir en un invierno lodoso”, dijo Bernlow, quien, con su familia, administra la empresa Green Dog de trineos tirados por perros en un extenso valle en las afueras de Longyearbyen.