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Ataque de oso en Alaska renueva interés en patrullajes

Esta fotografía del domingo 15 de enero de 2023 muestra la vista desde una escuela en la localidad de Wales, Alaska, donde una mujer de 24 años y su hijo de 1 año murieron el martes 17 de enero de 2023 al ser atacadas por un oso polar. La fotografía f AP (Chrissy Friberg/AP)

ANCHORAGE, Alaska, EE.UU. (AP) — Para las aisladas comunidades de la cima del mundo, mantener fuera de ellas a los depredadores terrestres más grandes del planeta —los osos polares— es crucial si se quiere poder coexistir con ellos.

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Eso puede significar efectuar patrullajes en busca de los animales en motonieves o en vehículos todo terreno, ahuyentándolos con reflectores o acelerando un motor, u hostigarlos con escopetas de proyectiles no letales conocidos como “bean bag”. En un poblado canadiense, los osos polares que no pueden ser ahuyentados son mantenidos en una “cárcel para osos” con aire acondicionado hasta que puedan ser transportados por aire hasta el hielo en el mar. Desde hace tiempo esos patrullajes para controlar a osos han tenido éxito en reducir las agresiones a seres humanos.

Pero la semana pasada, un oso polar provocó la muerte de una madre y su hijo de 1 año en Wales, una pequeña aldea ballenera de Alaska cuya patrulla contra osos ya no estaba activa. El incidente —el primer ataque letal de un oso polar en Alaska en 30 años— puso de relieve los riesgos de vivir junto a estas creaturas, que pueden pesar más de 770 kilos (1.700 libras).

Aunque se desconoce el motivo del ataque del oso, y aunque ninguna patrulla puede prevenir todos los encuentros problemáticos entre los osos y la gente, el hecho de que haya ocurrido ha renovado el interés en ese tipo de programas.

“Ahora hay un debate en Wales, en el que se está planteando esto: 'Hey, tal vez las cosas han cambiado al grado de que necesitamos esto, y ¿cómo lo hacemos?”, dijo Susan Nedza, administradora en jefe del Distrito Escolar del Estrecho de Bering.

Los ataques de osos polares a seres humanos son extremadamente inusuales. Pero a medida que el cambio climático reduce la cantidad de hielo en el Ártico, lo que obliga a los osos a pasar más tiempo en tierra, el número de encuentros entre personas y osos está aumentando, dicen investigadores. El incrementar el nivel de concientización y mejorar las maneras de mantener seguros a los osos y a la gente se ha vuelto algo imperativo.

En el noreste de Rusia, los patrulleros han colocado cadáveres de morsas lejos de las poblaciones con el fin de alejar a los osos. El número de patrullas se incrementó en 2019 cuando unos 60 osos polares ingresaron a la localidad de Ryrkaypiy, ubicada en la remota región de Chukotka, lo que obligó a cancelar todos los eventos públicos.

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En Arviat, una aldea de la Bahía de Hudson del norte de Canadá, se le atribuyó a un programa de patrullas para el control de osos el reducir drásticamente el número de osos muertos con tal de defender la vida o la propiedad, de aproximadamente ocho casos al año antes de que iniciara sus operaciones en 2010 a uno al año luego de que fue implementado.

Otro poblado sobre la Bahía de Hudson —Churchill, en el noreste de la provincia de Manitoba— ha tenido un programa de vigilancia para ahuyentar osos desde hace décadas, y ha aprovechado la presencia de esos animales con el fin de que sean un atractivo turístico. Allí, agentes especializados en fauna silvestre y la policía efectúan patrullajes en helicóptero y por tierra para proteger a los niños que piden dulces en Halloween. Los osos problemáticos son capturados y mantenidos en una “jaula para osos” con aire acondicionado hasta que el hielo se congele y puedan ser transportados adonde puedan hallar presas naturales, como focas, por ejemplo.

Otro modelo exitoso ha sido desarrollado en las comunidades costeras de la región North Slope del norte de Alaska, la cual tiene litoral con el Océano Ártico. Tradicionalmente, las tribus que radican allí han cazado a los osos, y también a ballenas y focas. No es inusual ver a docenas de osos en las afueras de esos poblados, dependiendo de la época del año y de las condiciones del hielo.

En los primeros años de la década de 1990, gran cantidad de osos polares se agruparon en la costa de Utqiagvik, anteriormente conocida como Barrow, la comunidad de Estados Unidos ubicada más al norte. Los ancianos del poblado se reunieron: Se acercaba el año escolar, y había que actuar.

Siguiendo su recomendación, el poblado implementó patrullas para intentar mantener alejados a los osos polares.

“Salíamos en turnos, utilizábamos cualquier cosa que pudiéramos, una máquina para desplazarse en la nieve o un camión”, recordó Billy Adams, empleado del Departamento de Manejo de Fauna Silvestre del Distrito North Slope, que de vez en cuando todavía efectúa patrullajes para alejar osos. “Se trata de mantener a salvo a la gente y a los osos”.

El objetivo es mantenerse alerta por si se ve a un oso, responder a reportes de avistamientos, y ahuyentarlos de la forma más amable posible. En ocasiones eso sólo significa acelerar el motor de una motonieve, camión o vehículo todo terreno, o arrojarles la luz de un reflector. Otras veces puede ser necesario utilizar “bean bags” o en su caso “cartuchos de petardos”, similares a petardos disparados desde una escopeta, para hostigar a los osos, dijo Taqulik Hepa, director del Departamento de Manejo de Fauna Silvestre del Distrito North Slope de Alaska.

El North Slope tiene patrullas disponibles para salir en caso de que los osos se acerquen; tres poblados cuentan con patrullas activas ahora, señaló Hepa.

En la localidad de Kaktovik en 2014, un patrullero ahuyentó un oso polar que se había metido a la entrada de la vivienda de una mujer de 81 años, donde estaba alimentándose con el aceite de foca de un barril. La mujer se había ocultado en el interior y resultó ilesa.

El Distrito North Slope no tiene un presupuesto para el programa, pero lo respalda proporcionándole combustible y equipo. Cuando están disponibles, subvenciones del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre ayudan a compensar los costos, los cuales pueden incluir remuneración para los patrulleros.

Los osos polares aparecen con menor frecuencia en Wales, una comunidad ubicada en el punto más occidental de Norteamérica continental, a sólo 80 kilómetros (50 millas) de Rusia a través del Estrecho de Bering. En Wales viven unas 150 personas, casi todas ellas indígenas iñupiat. Es accesible por avión y en bote, lo cual incluye barcazas que suministran bienes para el hogar. Senderos invernales permiten tener acceso en motonieve a otras comunidades y a sitios donde se practica la caza para vivir.

Wales inició una patrulla para ahuyentar a osos polares en 2014 con la ayuda del Fondo Mundial para la Naturaleza, que ha respaldado la creación de varios programas de ese tipo en comunidades alejadas del norte en diversas partes del mundo. Pero el programa local quedó inactivo debido a una convergencia de factores, los cuales incluyeron la pandemia de COVID-19, la relativa ausencia de osos y el reciente fallecimiento de su líder, Clyde Oxereok.

La comunidad también tiene menos recursos financieros que algunas de sus contrapartes en el North Slope, donde la industria petrolera ha fortalecido la economía.

Sin embargo, incluso si una patrulla había estado activa, se desconoce si hubiera podido impedir el ataque del martes pasado. Ocurrió cuando comenzaba la tarde —un momento del día que no suele ser riesgoso para toparse con un oso— y en medio de una ventisca, con muy poca visibilidad.

Las autoridades que investigan el ataque dicen que pretenden “aprender de esta tragedia y determinar qué medidas futuras podemos tomar nosotros y nuestras comunidades para prevenir encuentros letales entre osos y seres humanos en el futuro”, según un comunicado conjunto publicado el jueves por el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre, el Departamento de Pesca y Caza de Alaska y el Consejo de Gestión Compartida Nannut de Alaska, el cual representa a 15 tribus del estado que tradicionalmente han cazado osos polares.

Chrisy Friberg, oftalmóloga itinerante del estado de Washington, pasó un par de días en Wales poco antes del ataque, ofreciendo sus servicios a los pobladores. Dijo que la gente no se veía muy preocupada por el riesgo de la presencia de osos.

“Andábamos afuera, caminando por allí”, señaló. “No hubo amenazas ni advertencias”.

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Johnson reportó desde Seattle.

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