MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
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Un equipo liderado por investigadores de la Universidad de Linköping. Los investigadores han estudiado las variaciones históricas de las precipitaciones y la vegetación en el sureste de Irán durante los últimos 4.000 años. El estudio pone de relieve la vulnerabilidad de las sociedades humanas a las fluctuaciones climáticas.
En la actualidad, la mayor parte de Irán es un desierto. Pero más atrás en la historia, toda la zona experimentó muchas precipitaciones antes de que cambiaran los patrones de los monzones. Desde finales de la Edad de Bronce hasta la Antigüedad tardía, Irán estuvo en el centro de importantes acontecimientos políticos y económicos de la región.
"Hace unos 4.200 años, había una comunidad de la Edad de Bronce Temprana en Konar Sandal, cerca de Jiroft. La agricultura prosperaba y en el yacimiento se ha excavado parcialmente un complejo urbano. Sin embargo, algo provocó el colapso de esta comunidad tan desarrollada de la Edad del Bronce, y nos interesaba saber qué pudo ser", explica en un comunicado Joyanto Routh, profesor del Departamento de Estudios Temáticos de la Universidad de Linköping, que dirigió el estudio publicado en Quaternary Science Reviews.
Un equipo de investigadores internacionales ha estudiado más a fondo las posibles variaciones de la vegetación y las precipitaciones en los últimos 4.000 años en el sureste de Irán, cerca del yacimiento arqueológico de Konar Sandal. Examinaron los sedimentos de un núcleo de turba de 2,5 metros de longitud que contenía capa tras capa de material depositado a lo largo de miles de años.
Las capas de turba se dataron mediante el método del carbono 14. Los investigadores también realizaron análisis de oligoelementos, polen y biomarcadores y los combinaron con los datos arqueológicos existentes para averiguar qué plantas y animales habitaron la zona durante distintos periodos. A falta de registros históricos, el rastreo de estas señales podría proporcionar pistas sobre si allí vivía gente, si cultivaban algo y, en caso afirmativo, qué.
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Con esta información, los investigadores pudieron reconstruir si el clima era cálido o frío, húmedo o seco. Durante los periodos húmedos, la gente se dedicaba más a la agricultura, que alimentaba a la población, y la comunidad prosperaba. En los periodos secos, la gente pasaba a un estilo de vida nómada y abandonaba el asentamiento, pero regresaba cuando se reanudaban las condiciones favorables.
Los investigadores descubrieron que la zona había experimentado periodos húmedos y secos intermitentes. El primer registro de polen de plantas del tipo Cerealia indica que las prácticas agrícolas intensivas comenzaron hace entre 3.900 y 3.700 años. Este periodo coincide con un clima relativamente húmedo en el valle del Jiroft.
En cambio, hace entre 3.300 y 2.900 años, el clima en el valle era muy seco y ventoso. Los niveles de polen de tipo cerealia eran muy bajos, lo que indicaba que la agricultura casi había cesado. Las condiciones más secas en el valle de Jiroft, hace unos 3.200 años, coincidieron con el colapso del asentamiento de la Edad del Bronce Tardío en Konar Sandal. Unos 600 años más tarde surgieron los imperios persas, con dos de los reinos más poderosos de la historia euroasiática: los imperios aqueménida y sasánida, que coinciden prácticamente con los dos periodos más húmedos del registro de sedimentos.
"Podemos establecer a partir de nuestro núcleo de turba que cuando los Imperios Aqueménida y Sasánida estaban en su apogeo, la agricultura prosperaba y las provisiones eran elevadas", afirma Joyanto Routh. A su juicio, el clima siempre ha desempeñado un papel esencial en Oriente Próximo, algo que no siempre se tiene en cuenta.
"Los arqueólogos sugieren que estos imperios cayeron debido a la debilidad de la sucesión, la peste y la expansión política y militar. Generalmente pasan por alto el clima como factor impulsor de estos cambios. No negamos que los argumentos de los arqueólogos sean importantes. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, de repente, una comunidad agrícola ya no podía cultivar cereales porque el patrón de los monzones había cambiado: había una aguda escasez de agua. Esto tuvo efectos en cascada que condujeron a la descentralización del poder y, finalmente, a la desaparición o abandono de muchos asentamientos de la región", afirma Joyanto Routh.
Aunque son cautos a la hora de relacionar el éxito de estos imperios con las fluctuaciones del clima, los investigadores sostienen que estas correlaciones ponen de relieve la importancia de combinar pruebas detalladas del cambio climático con contextos arqueológicos e históricos para poder explorar la interacción entre diversos factores que pueden haber influido en civilizaciones anteriores.