Al tiempo que las tropas rusas sostienen una feroz lucha casa por casa para controlar bastiones en el este de Ucrania, una batalla paralela se desarrolla en los niveles más altos del poder militar en Moscú: el presidente Vladimir Putin reorganiza a sus principales generales mientras bandos rivales tratan de ser sus favoritos.
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La lucha por Soledar, una ciudad con minas de sal, y la cercana ciudad de Bakhmut ha subrayado una amarga ruptura entre los líderes del Ministerio de Defensa ruso y Yevgeny Prigozhin, un deshonesto millonario cuya fuerza militar privada, conocida como el Grupo Wagner, ha tenido un creciente papel en la guerra de Ucrania.
La reorganización esta semana de los altos mandos militares por parte de Putin fue interpretada como un intento de demostrar que el Ministerio de Defensa aún cuenta con el apoyo del mandatario ruso y que está a cargo en momentos en que el turbulento conflicto se acerca a la marca de los 11 meses.
Prigozhin se apresuró el miércoles a declarar que su fuerza mercenaria se había apoderado de Soledar, argumentando que el premio lo ganó el Grupo Wagner exclusivamente. El Ministerio de Defensa ha desafiado esa afirmación —describiendo la acción del transporte aéreo de tropas y la participación de otras fuerzas en batalla— y el viernes se atribuyó la toma de la ciudad. Un portavoz del ejército ucraniano lo negó y señaló que el combate en Soledar continúa.
El empresario de 61 años —conocido como el “chef de Putin” por sus lucrativos contratos de servicio de comida y acusado en Estados Unidos de inmiscuirse en las elecciones presidenciales de 2016— ha ampliado sus activos para incluir a Grupo Wagner, así como la minería y otras esferas. Ha criticado mordazmente a los altos mandos militares por errores garrafales en Ucrania, asegurando que Grupo Wagner ha sido más eficiente que las tropas regulares.
Prigozhin ha encontrado un poderoso aliado en el líder checheno Ramzan Kadyrov, quien ha desplegado tropas de élite de su región del sur de Rusia para combatir en Ucrania y ha criticado además a los altos mandos militares y al Kremlin por ser demasiado blandos e indecisos.
Si bien ambos han prometido lealtad a Putin, sus ataques públicos a sus máximos generales desafiaron abiertamente el monopolio del Kremlin sobre tales críticas, algo que el sistema político severamente controlado de Rusia no había visto antes.
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En la reorganización anunciada el miércoles, el Ministerio de Defensa informó que el jefe del Estado Mayor, el general Valery Gerasimov, fue nombrado nuevo jefe de las fuerzas rusas en Ucrania, mientras que el excomandante de mayor rango allí, el general Sergei Surovikin, fue degradado a ayudante de Gerasimov después de apenas tres meses en el cargo.
El Instituto para el Estudio de la Guerra, con sede en Washington, catalogó la reorganización como un intento del Kremlin de “reafirmar la primacía del Ministerio de Defensa ruso en una lucha interna por el poder en Rusia”, debilitar la influencia de sus enemigos y enviar una señal a Prigozhin y otros para que reduzcan sus críticas.
Prigozhin y Kadyrov han criticado repetidamente a Gerasimov, el principal artífice de la operación rusa en Ucrania, y lo han responsabilizado de las derrotas militares al tiempo que elogian a Surovikin.
Las tropas rusas se vieron obligadas a retirarse de Kiev tras un intento fallido de apoderarse de la capital ucraniana en las primeras semanas de la guerra. En otoño, se retiraron apuradamente de la región nororiental de Járkiv y de la ciudad sureña de Jersón durante la etapa más intensa de una veloz contraofensiva ucraniana.
Surovikin dirigió la retirada de Jersón, el único centro regional en manos de Rusia, y se le atribuyó el apoyo al mando y el incremento de la disciplina en las filas, pero un ataque ucraniano con misiles ocurrido el 1 de enero en la ciudad oriental de Makiivka mató a decenas de soldados rusos y manchó su imagen.
La analista política Tatiana Stanovaya subrayó que el nombramiento de Gerasimov representa otro intento de Putin de resolver sus problemas militares sacudiendo la cúpula.
“Él trata de reorganizar las piezas y por ende da oportunidades a quienes considera persuasivos”, escribió. “Pero en realidad, el problema no es con la gente, sino con las tareas”.
Stanovaya argumentó que Gerasimov pudo haber pedido “carta blanca en el calor de las batallas verbales, teniendo como telón de fondo algunas discusiones muy tensas”. Para Putin, “esto es una maniobra, una lucha entre Surovikin (y simpatizantes como Prigozhin) y Gerasimov”, añadió.
Gerasimov, que inició su carrera militar como oficial de tanques del ejército soviético en la década de 1970, ha sido jefe del Estado Mayor desde 2012 y fue visto al comienzo del conflicto en febrero sentado junto al ministro de Defensa Sergei Shoigu en una mesa muy larga con Putin. Su nombramiento para dirigir directamente las fuerzas en Ucrania provocó fuertes comentarios de algunos rusos que abogan por políticas más bélicas o enérgicas.
Viktor Alksnis, un coronel retirado de la Fuerza Aérea soviética que lideró intentos fallidos de preservar la Unión Soviética en 1991, afirmó que Gerasimov había supervisado las acciones en Ucrania incluso antes de su nombramiento.
“Esta decisión refleja la comprensión de nuestro liderazgo político y militar de que la operación militar especial fracasó y que ninguno de sus objetivos se cumplió en casi un año de combate”, escribió Alksnis en su canal de una app de mensajes. “Reemplazar a Surovikin con Gerasimov no cambiará nada”.
Mark Galeotti, especialista en asuntos militares y de seguridad rusos en el University College de Londres, dijo que el nombramiento le dio a Gerasimov “el cáliz más envenenado”, dado que ahora tendrá la responsabilidad directa de cualquier otro posible fracaso.
“Gerasimov pende de un hilo”, subrayó Galeotti en un comentario en Twitter. “Necesita una victoria o su carrera terminará en la ignominia. Esto bien puede sugerir algún tipo de escalada”.
Galeotti también advirtió que la reorganización frecuente de los generales rusos puede erosionar la lealtad en el cuerpo de oficiales.
“No se va a obtener lealtad si se sigue nombrando, rotando, quemando a (relativas) estrellas, estableciendo expectativas poco realistas y degradándolas arbitrariamente”, afirmó.
Mientras tanto, Prigozhin ha aprovechado los reveses militares rusos en Ucrania para expandir su influencia al convertir al Grupo Wagner en un elemento fundamental de la fuerza de combate rusa, apoyando a un ejército regular que ha sufrido un duro desgaste.
Funcionarios ucranianos alegaron que los contratistas de Grupo Wagner han sufrido fuertes pérdidas en los combates en Soledar y Bakhmut, avanzando “sobre los cadáveres de sus propios camaradas”.
Prigozhin, que llegó a ser condenado por agresión y robo —por lo que cumplió condena en prisión— realizó una gira en meses recientes por la extensa red de colonias penales de Rusia a fin de reclutar presos para que se unan a las fuerzas de Grupo Wagner y luchar en Ucrania a cambio de indultos.
Recientemente, difundió un video que muestra a unos 20 convictos a los que se les permite abandonar las filas de combatientes luego de medio año en el frente, dejando en claro que cualquiera que deserte enfrentará un castigo brutal.
Las imágenes publicadas en otoño mostraban a un contratista de Grupo Wagner siendo golpeado a muerte con un mazo después de presuntamente haber desertado al lado ucraniano. Pese a la indignación pública y los llamados a realizar una investigación sobre el incidente, las autoridades rusas se han hecho de la vista gorda.
Los observadores han advertido que al dar a Prigozhin carta blanca para dirigir a Grupo Wagner como un ejército privado bajo reglas de estilo medieval, el gobierno ha plantado semillas peligrosas para posibles agitaciones.
“Al final, hay caos y la expansión de la violencia, extrajudicial e ilegal”, pronosticó Andrei Kolesnikov, analista de Carnegie Endowment.