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McCarthy: ¿Líder debilitado o sobreviviente envalentonado?

El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy, sonríe mientras señala hacia un letrero con su nombre recién instalado en su oficina después de que fue investido como presidente del 118vo Congreso, en la madrugada del sá AP (Matt Rourke/AP)

WASHINGTON (AP) — El republicano Kevin McCarthy es el nuevo presidente de la Cámara de Representantes, pero a pesar de lo complicado que fue para él conseguir el mazo en unas elecciones históricas, podría serle más difícil hacer mucho con ese poderoso puesto, o incluso conservarlo.

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Al igual que los dos presidentes republicanos de la cámara baja más recientes, John Boehner y Paul Ryan, McCarthy toma el timón de una mayoría rebelde e inquieta dividida en gran medida de forma similar al partido mismo, entre los que quedan de los conservadores del Partido Republicano y una nueva generación de línea dura desde que surgió el movimiento tea party hasta Donald Trump que prefiere que el gobierno no sea de gran tamaño.

El caos que se desató en cuatro días de votaciones en la Cámara de Representantes, y que detuvo el arranque del nuevo Congreso, es un preludio a un camino muy incierto que se avecina en un momento en que McCarthy intenta liderar a una mayoría republicana rebelde para lograr sus prioridades y confrontar la agenda del presidente Joe Biden, y tal vez incluso evitar que el gobierno entre en mora de pagos.

“Esta es la parte estupenda: Debido a que se llevó tanto tiempo, ahora aprendimos cómo gobernar”, insinuó McCarthy cuando se acercaba a la victoria. Ingresó a la cámara baja por primera vez en 2006.

McCarthy soportó una dura lucha de una semana para arribar hasta donde está, una elección de un presidente de la cámara baja como ninguna otra desde poco antes de la Guerra Civil. Una coalición de 20 reticentes se negó a apoyar su presidencia a menos que aceptara sus exigencias de ceder algo de poder. Se vio obligado a someterse a 14 votaciones antes de que finalmente obtuviera una mayoría en la decimoquinta votación, pero no antes de que la caótica escena final de gritos entre aliados y reticentes obligara a seguir efectuando votaciones hasta la madrugada del sábado.

Al final, McCarthy queda como un presidente debilitado, uno con menos autoridad en el papel que quienes le precedieron. Eso es particularmente cierto porque accedió a dar a los reticentes de extrema derecha una concesión clave: Restaurar una regla que permite a cualquier legislador hacer una “petición para dejar vacante la presidencia”, en esencia una votación para expulsar al presidente de ese puesto de liderazgo.

Pero de alguna manera, el hijo de Bakersfield, un centro petrolero y agrícola de la región central de California, también ha salido fortalecido por ser un sobreviviente que resistió una de las disputas más brutales por el poder en la historia de Estados Unidos y que se enorgullece de ser un luchador político subestimado.

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“Aparentemente, me gusta hacer historia”, bromeó McCarthy en un momento dado durante la agitada semana.

McCarthy apostó su carrera política al respaldo temprano de Trump, y fue el expresidente quien lo auxilió cuando fue necesario, realizando llamadas telefónicas a los reticentes en los últimos momentos y “ayudando a obtener esos últimos votos”. Cuando todo terminó por fin, cuando McCarthy ingresó a la oficina del presidente de la cámara baja en el Capitolio, el letrero con su nombre ya estaba colocado en la pared.

Tiene muchas pruebas por delante.

El Congreso enfrenta una agenda de proyectos de ley que deben ser aprobados para financiar al gobierno, reabastecer a unas fuerzas armadas que se han visto mermadas por décadas de guerras y la ayuda a Ucrania, autorizar programas agrícolas y elevar el límite de endeudamiento de la nación para evitar un cese de pagos federal sin precedentes.

Por primera vez desde que es presidente, Biden enfrentará a un gobierno dividido, con la Cámara de Representantes en manos de los republicanos y el Senado todavía controlado por los demócratas, aunque por un margen estrecho.

El gobierno dividido puede derivar en una época de acuerdos bipartidistas en la que los partidos se unan para alcanzar grandes prioridades. Pero con frecuencia resulta en maniobras políticas en que las situaciones se llevan al límite, lo que ha conducido a estancamientos, enfrentamientos y cierres.

Los republicanos de la Cámara de Representantes están ansiosos de confrontar a Biden por la forma en que la Casa Blanca ha manejado la situación en la frontera entre Estados Unidos y México, la crisis del COVID-19 y otros temas, junto con las investigaciones a Biden, su familia y su gobierno.

“Vine a Washington para desafiar el statu quo”, escribió el republicano Bob Good de Virginia en un artículo de opinión antes de emitir sus muchos votos contra McCarthy. “Tengo la intención de cumplir esa promesa”. Good fue uno de los seis republicanos que sufragaron “presente” en la votación nominal final.

McCarthy ya ha enfrentado situaciones álgidas en la cámara baja.

En 2011, los republicanos del movimiento tea party tomaron el control de la Cámara de Representantes y confrontaron la agenda del presidente Barack Obama y su vicepresidente, Biden. El movimiento se oponía al establishment político de Washington y favorecía una filosofía conservadora y libertaria, abogando por menos gastos, menos impuestos y la reducción de la deuda nacional y el déficit presupuestario.

McCarthy ayudó a reclutar a la generación del movimiento tea party y siguió adelante hasta convertirse en el tercer republicano de mayor rango, parte de los “Young Guns” (Jóvenes prometedores) junto con Ryan de Wisconsin y el entonces representante Eric Cantor de Virginia.

Impulsados por el tea party, encabezaron a los republicanos de la Cámara de Representantes a una crisis tras otra con intentos de recortar el gasto federal durante el “precipicio fiscal” de 2012 y las parálisis en la liberación de dicho gasto en 2013, en una maniobra para tratar de derogar el programa de seguros de gastos médicos promovido por Obama.

En 2015, cuando el entonces representante Mark Meadows, republicano por Carolina del Norte que encabezó la bancada de la Libertad y después fue el último jefe de despacho de Trump, amenazó con una “moción para dejar vacante la presidencia” —una votación para expulsar al presidente de la cámara baja—, Boehner eligió la jubilación anticipada.

McCarthy trató de ocupar el lugar de Boehner, pero abandonó el intento cuando resultó evidente que no tendría el apoyo de los conservadores. Ryan obtuvo el puesto. Pero él también se retiró en la era de Trump.

Nancy Pelosi, la demócrata por California que acaba de dejar la presidencia de la Cámara de Representantes, eliminó la regla de “dejar vacante la presidencia” cuando los demócratas recuperaron la mayoría en 2019. Legisladora experimentada que había hecho historia al convertirse en la primera mujer en ser presidenta de la cámara baja, Pelosi la encabezó con la fuerza de la experiencia.

McCarthy ha estado en el cargo durante 15 años, la mitad del tiempo que Pelosi cuando ella asumió el timón por primera vez, y tiene mucho menos victorias legislativas de las que hablar. En conversaciones la semana pasada con los de línea dura, se vio obligado a restablecer la “moción para dejar vacante la presidencia” con tal de ganarse a los reticentes. Ahora ellos pueden amenazarlo con eso todos los días.

“Si un director general no está haciendo el trabajo, puedes despedirlo, y lo mismo pasa en la política”, dijo el republicano Ralph Norman de Carolina del Sur, uno de los reticentes que McCarthy logró granjearse con los cambios en las reglas.

El caos que estalló en el piso de la Cámara de Representantes la semana pasada puede acabar siendo un preludio del Congreso que inicia.

“Lo que ustedes vieron la última semana”, dijo Norman, “es la forma en que funciona la democracia”.

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