TIJUANA, México (AP) — Albert Rivera sabe bien lo peligroso que puede ser México: a veces usa un chaleco antibalas entre los inmuebles amarillo brillante que construyó en uno de los refugios para migrantes más grandes del país.
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En su teléfono guarda más evidencia: videos que revuelven el estómago y que las pandillas han enviado a los migrantes para advertirles sobre las consecuencias de desobedecer sus demandas. Las imágenes incluyen extremidades humanas amputadas siendo arrojadas a un montón, una cabeza decapitada arrojada a un barril de líquido humeante y una mujer retorciéndose mientras le cortan la cabeza.
Pero al otro lado de la ciudad desde el refugio Ágape Misión Mundial, muchos migrantes están agradecidos por la oportunidad de establecerse en Tijuana. Es donde la oficina de asilo de México recibe a los extranjeros que consideran que la ciudad fronteriza con Estados Unidos es un lugar relativamente seguro para vivir, con abundancia de trabajo.
El marcado contraste refleja la conflictiva situación de México. Es un país donde el derramamiento de sangre y la desigualdad empujan a muchos mexicanos a buscar una vida mejor en Estados Unidos. Pero para otros migrantes, México mismo ofrece un grado de paz y prosperidad superior al de sus países de origen.
Un sistema de asilo seguro y sólido en México ha aliviado la presión sobre Estados Unidos, que recurre cada vez más a otros gobiernos para gestionar los flujos migratorios. Un fallo emitido el martes por la Corte Suprema de Estados Unidos mantiene por ahora los límites al asilo establecidos durante la pandemia.
México fue el tercer destino más popular del mundo para los solicitantes de asilo en 2021 después de Estados Unidos y Alemania, según Naciones Unidas. Está en camino de terminar el año justo por debajo de un máximo histórico de 131.400 solicitudes de asilo en 2021, lideradas por hondureños, cubanos y haitianos.
Juan Pablo Sánchez, de 24 años, siguió a otros que se fueron de Colombia en los últimos dos años después de pasar problemas económicos como organizador de eventos culturales.
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Para él, Tijuana es mejor opción que Estados Unidos. Paga el equivalente a 250 dólares mensuales de alquiler, mucho menos que los 1.800 dólares que paga un amigo por un lugar similar en Illinois. La paga es más baja en México, pero los trabajos abundan, incluso en las llamadas fábricas maquiladoras: plantas ensambladoras para la exportación.
Tener menores gastos significa más dinero disponible para enviarle a su esposa e hijastro en Pereira, una ciudad en una región cafetalera de las estribaciones de los Andes.
“El fruto (de mi trabajo) se da en Colombia”, dijo después de llegar a la oficina de asilo de Tijuana, tras conducir una motocicleta que utiliza para su trabajo de mensajero. “En Estados Unidos, es precaria” la calidad de vida, agregó.
México aprobó el 61% de las solicitudes de asilo de enero a noviembre, incluidas al menos el 90% de las aprobaciones para hondureños y venezolanos. Los cubanos y los haitianos tienen mucho menos éxito.
La tasa de autorizaciones de Estados Unidos fue del 46% en el año fiscal que finalizó el 30 de septiembre. Esa cifra está por debajo de la tasa de México, pero es superior al 27% de hace dos años, cuando el gobierno del entonces presidente Donald Trump limitó dramáticamente el alivio para las víctimas de pandillas y de violencia doméstica, según datos del centro Transactional Records Access Clearinghouse de la Universidad de Syracuse.
México se adhirió a la Declaración de Cartagena, que promete refugio seguro para toda persona amenazada por “violencia generalizada, agresión extranjera, conflictos internos, violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público”. Estados Unidos observa una definición más estrecha, que requiere que una persona haya sido atacada individualmente por razones limitadas, como se explica en la Convención de Refugiados de la ONU.
Los criterios relativamente generosos de México tienen poco peso en el centro de ayuda de Rivera, donde aproximadamente 500 refugiados rara vez se aventuran más allá de una tienda de barrio. El pastor puertorriqueño creció en Los Ángeles y dirigió una casa en Tijuana para drogadictos en recuperación antes de convertirla en un refugio para migrantes en 2018. Dice que hombres armados irrumpieron una vez en busca de una mujer que se escondía en otro lugar.
María Rosario Blanco, de 41 años, llegó con su hermana y su sobrino nieto de 8 años, quien viajaba en la parte trasera de la motocicleta de su padre en la capital hondureña de Tegucigalpa en 2019 cuando un asaltante le disparó fatalmente a su padre. El sobrino de Blanco fue asesinado un año después mientras trabajaba en su peluquería. La familia finalmente se fue cuando una inundación destruyó su casa.
Blanco dijo que regularmente las pandillas la amenazaban con matarla o secuestrarla, incluso después de que se mudó a otra parte de Honduras y luego a Palenque, en el sur de México, un pueblo conocido por las ruinas mayas. Ella dice que no se sentirá segura hasta que llegue a Estados Unidos, donde espera establecerse en un suburbio de Chicago con un hombre que conoció en la iglesia.
“La mara está por todos lados”, afirmó, al describir los temores sobre México. Aseguró que los hondureños son blancos fáciles para los asaltantes, pues los delata su acento.
Una mujer mexicana que habló bajo condición de anonimato por razones de seguridad aseguró que sus problemas comenzaron cuando un hermano se unió a una pandilla bajo amenazas a su familia, pero que lo mataron de todos modos. Luego, su hijo de 15 años se unió a la pandilla para salvar a su familia. No saben dónde está, pero recibieron una foto de él con un rifle de asalto.
“Es una nueva ley que entró, de obligar a la gente” a unirse a la pandilla, dijo. “Si se niegan, de todas maneras, le quitan la vida. Lo haga uno o no, le quitan la vida”.
La pandilla quemó su casa en un pequeño pueblo en el estado de Michoacán, robó sus tierras de cultivo y amenazó con matar a toda la familia si su esposo y su hijo de 12 años no se unían. Esperan recibir una exención a la prohibición de asilo de Estados Unidos, que se mantuvo vigente al menos unos meses bajo el fallo 5-4 de la Corte Suprema del martes. Los jueces escucharán los argumentos en febrero sobre la llamada autoridad del Título 42, que permanecerá vigente hasta que decidan el caso.
Según el Título 42, a los inmigrantes se les ha negado oportunidad de asilo 2,5 millones de veces desde marzo de 2020 alegando la necesidad de prevenir la propagación del COVID-19. Se hacen algunas excepciones a aquellas personas consideradas particularmente vulnerables en México.
En medio de la expectación de que el Título 42 estaba a punto de terminar, algunos defensores de los migrantes esperaban que el gobierno de Biden reviviera una política de la era de Trump —bloqueada temporalmente en los tribunales— que le negaba asilo a los no mexicanos si no lo solicitaban primero en un país por el que viajaran, como México.
Maureen Meyer, vicepresidenta de programas de la Oficina de Washington para América Latina, opinó que México podría aceptar medidas menores, como más control dentro de sus propias fronteras o admitir a algunos migrantes a los que se les ordenó abandonar Estados Unidos. Bajo el Título 42, México ha recibido migrantes de Honduras, Guatemala, El Salvador y, más recientemente, Venezuela, así como personas de México.
Aunque algunos solicitantes de asilo en México obtienen permisos para viajar dentro del país, generalmente deben permanecer en el estado donde lo solicitaron, agregó Meyer. Siete de cada 10 lo solicitan en el estado sureño de Chiapas, limítrofe con Guatemala, donde los empleos escasean.
Y en Tijuana abundan los trabajos, pero la oficina en la ciudad de la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados es relativamente pequeña. Un venezolano que visitó la oficina después de haber sido expulsado de Estados Unidos bajo el Título 42 dijo que México era “10 veces mejor” que su país.
Los migrantes llegan fatigados, expresó Efrén González, director de la oficina de la comisión en Tijuana. “Hacen un alto, planean nueva estrategia y creo que Tijuana es bondadosa con esa recepción”, añadió.