COLORADO SPRINGS, Colorado, EE.UU. (AP) — Cuando las autoridades desplegaron una bandera de arcoíris de 7,6 metros (25 pies) frente al ayuntamiento de Colorado Springs esta semana, la gente que se reunió para lamentar la muerte de las víctimas de un tiroteo masivo en un popular club gay no pudo sino reflexionar sobre cómo esa muestra de apoyo habría sido impensable sólo unos días antes.
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Con una población creciente y cada vez más diversa, la ciudad ubicada en las faldas de las Montañas Rocosas es un mosaico de tejidos sociales y culturales dispares. Es un lugar lleno de tiendas de arte y cervecerías; iglesias enormes y bases militares; una universidad de artes liberales y la Academia de la Fuerza Aérea. Durante años se ha presentado a sí misma como una ciudad próspera con actividades al aire libre y una población que rebasará a la de Denver para el año 2050.
Pero el tiroteo del fin de semana pasado ha generado preguntas incómodas sobre el legado perdurable de los conflictos culturales que se encendieron hace décadas y dieron a Colorado Springs la reputación de ser un caldero del conservadurismo infundido por la religión, donde las personas LGBTQ no encajaban con la idea de los líderes más expresivos de la comunidad sobre lo que son los valores familiares.
Para algunos, el sólo ver a la policía tener cuidado de referirse a las víctimas con sus pronombres correctos esta semana fue un indicio de un cambio radical. Para otros, el impactante acto de violencia en un espacio considerado un refugio de las personas LGBTQ destrozó una sensación de optimismo que impregnaba toda la ciudad, desde su revitalizado centro hasta las extensas subdivisiones de sus afueras.
“Se siente como que la ciudad está en una especie de punto de inflexión”, dijo Candace Woods, una ministra y capellán homosexual que ha considerado a Colorado Springs su hogar durante 18 años. “Se siente interesante y extraño, como si hubiera esta tensión: ¿cómo vamos a decidir cómo queremos avanzar como comunidad?”
Cinco personas fueron asesinadas en el ataque el fin de semana pasado. Ocho víctimas seguían hospitalizadas el viernes, dijeron funcionarios.
En las últimas décadas, la población casi se ha duplicado a 480.000 personas. Más de un tercio de los residentes no son blancos, el doble que en 1980. La edad promedio es de 35 años. Las tendencias políticas aquí se inclinan más hacia el lado conservador que en ciudades de tamaño similar. Los debates del consejo municipal giran en torno a problemas que se repiten en toda la región montañosa del oeste de Estados Unidos, como el agua, la vivienda y la amenaza de los incendios forestales.
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Los residentes se enorgullecen de describir a Colorado Springs como un lugar definido por la reinvención. Al arrancar el siglo XX, los recién llegados buscaron establecer un poblado turístico a la sombra de Pikes Peak. En la década de 1940 llegaron las bases militares. En la década de 1990 se volvió famosa como sede de operaciones de organizaciones evangélicas sin fines de lucro y ministerios cristianos, incluidos el ministerio Focus on the Family, con programas en medios de comunicación, y la Fellowship of Christian Cowboys.
“He estado pensando durante años que estamos en medio de una transición sobre qué es Colorado Springs, quiénes somos y en lo que nos hemos convertido”, dijo Matt Mayberry, un historiador que dirige el Museo de Pioneros de Colorado Springs.
La idea de formar parte de una ciudad con un futuro brillante es parte de lo que atrajo a Drew Michael Anderson, un camarero del Club Q que sobrevivió al tiroteo del fin de semana pasado, para mudarse aquí.
Dos amigos, Derrick Rump y Daniel Aston, lo ayudaron a conseguir empleo en el Club Q y encontrar a su “familia homosexual” en su nueva ciudad de residencia. La bienvenida fue más acogedora que la parte rural de Florida donde creció.
No obstante, notó señales de que la ciudad era más conservadora culturalmente que otras de tamaño similar y de gran parte de Colorado: “Colorado Springs es una especie de caso aparte”, dijo.
Ahora está de luto por la pérdida de Rump y Aston: ambos fueron asesinados en el tiroteo del club.
Leslie Herod siguió una trayectoria opuesta. Tras crecer en Colorado Springs en una familia militar —al igual que muchas otras en la ciudad_, se fue a estudiar a la Universidad de Colorado en la ciudad liberal de Boulder. En 2016 se convirtió en la primera persona abiertamente LGBTQ y negra en ser elegida a la Asamblea General de Colorado, que representa parte de Denver. Ahora está en la contienda para convertirse en alcaldesa de Denver.
“Colorado Springs es una comunidad que está llena de amor. Pero también reconozco que elegí abandonarla porque sentí que cuando se trataba del ... liderazgo electo, los líderes más expresivos en esta comunidad no apoyaban a todas las personas, no apoyaban a las personas negras, no apoyaban a los inmigrantes, no apoyaban a las personas LGBTQ”, manifestó Herod en un evento conmemorativo en el centro de la ciudad.
Dijo que ella encontró una comunidad que la acogió en el Club Q cuando regresó de la universidad, pero esa sensación de pertenencia no le permitía olvidar que personas y grupos con una retórica e historia de posturas anti-LGBTQ mantenían influencia en la política de la ciudad.
“Esta comunidad, al igual que cualquier otra comunidad del país, es compleja”, señaló.
Nic Grzecka, copropietario del Club Q, dijo a The Associated Press que espera valerse de la tragedia para tratar de reconstruir una “cultura amorosa” en la ciudad. Aunque la aceptación general de la comunidad LGBTQ ha aumentado, Grzecka dijo que afirmaciones falsas de que los miembros de la comunidad están “preparando” a los niños para luego acosarlos han incitado un nuevo tipo de odio.
Quienes han vivido allí el tiempo suficiente recuerdan esta semana cómo en la década de 1990, en el apogeo de la influencia de la derecha religiosa, el grupo Colorado for Family Values (Colorado por los Valores Familiares), con sede en Colorado Springs, encabezó un esfuerzo estatal para aprobar la Enmienda 2 y hacer que fuese ilegal que las comunidades aprobaran ordenanzas que protegieran a las personas LGBTQ de la discriminación.
Colorado Springs votó 3 a 1 a favor de la Enmienda 2, y ayudó a hacer posible su victoria por un margen estrecho en todo el estado.
Aunque posteriormente fue declarada inconstitucional, la campaña consolidó la reputación de la ciudad y atrajo a más grupos con ideas similares. En respuesta, los progresistas se movilizaron para actuar.
La afluencia de grupos evangélicos hace décadas fue al menos en parte atraída por los intentos de la rama municipal para el desarrollo económico de ofrecer incentivos financieros con el fin de atraer a organizaciones sin fines de lucro. Los recién llegados comenzaron a presionar en favor de políticas como eliminar las celebraciones de Halloween en la escuela debido a las sospechas sobre los orígenes paganos de esa festividad.
Yemi Mobolade, un empresario que se postuló para alcalde como candidato independiente, no entendía lo fuerte que era el estigma de Colorado Springs de ser una “ciudad de odio” hasta que se mudó aquí hace 12 años. Pero desde que ha estado aquí, dijo, la ciudad se ha recuperado de los problemas de la era de la recesión y se ha vuelto vibrante cultural y económicamente para todo tipo de personas.
Ha habido un impulso concertado para eliminar la reputación de la ciudad de ser “Jesús Springs” y transformarla una vez más, destacando su Centro de Entrenamiento Olímpico de élite y dándole la etiqueta de Ciudad Olímpica de Estados Unidos.
Al igual que en la década de 1990, Focus on the Family y New Life Church siguen siendo destacadas en la ciudad. Después del tiroteo, Jim Daly, presidente de Focus on the Family, dijo que, al igual que el resto de la comunidad, él estaba de luto por la tragedia. Con la ciudad bajo el foco de atención nacional, expresó que la organización quería dejar en claro que se opone al odio.
Daly destacó un cambio generacional entre los líderes cristianos alejado del estilo retórico de su predecesor, el doctor James Dobson. Mientras que en décadas pasadas Focus on the Family publicó textos que atacaban lo que llamaba la “Agenda homosexual”, sus mensajes actuales enfatizan la tolerancia, y aseguran que quienes creen que el matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer tienen derecho a actuar en consecuencia.
“Creo que en una cultura plural como la de ahora, la idea es: ¿cómo vivimos todos sin pisotearnos unos a otros?”, dijo Daly.
Los homenajes de esta semana atrajeron una ola de visitantes: multitudes de dolientes con flores, una gran cantidad de equipos de televisión y también un grupo eclesiástico cuyos voluntarios colocaron una tienda de campaña y distribuyeron galletas, café y agua. Para algunos en la comunidad LGBTQ, la escena era menos sobre solidaridad y más una causa de consternación.
Ashlyn May, nativa de Colorado Springs que creció en una iglesia cristiana y se fue cuando ésta no aceptó su identidad homosexual, dijo que una mujer del grupo en la tienda le preguntó si podía rezar por ella y una amiga que la acompañó al homenaje.
Dijo que sí. Ello hizo que May recordara a sus queridos bisabuelos, quienes eran religiosos. Pero a medida que la oración continuaba y la mujer instó a May y a su amiga a voltear hacia Dios, sintió que el rezo se había convertido en una cacería. Le trajo recuerdos de escuchar cosas que consideraba llenas de odio e incitantes sobre las personas LGBTQ.
“Lo sentí muy conflictivo”, dijo May.
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Metz reportó desde Salt Lake City. Los periodistas de la AP Brittany Peterson y Jesse Bedayn, en Colorado Springs, contribuyeron.