Los brasileños comenzaron a votar el domingo en una dividida segunda vuelta electoral que enfrenta a un mandatario que aboga por salvaguardar los valores cristianos tradicionales contra un expresidente que promete devolver a Brasil a un pasado más próspero.
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La votación parece un ajustado duelo entre el presidente, Jair Bolsonaro, y su némesis política, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Ambos son líderes políticos divisivos y muy conocidos que provocan tanta devoción como aversión.
Las elecciones decidirán si la cuarta democracia más grande del mundo mantiene su rumbo de política de ultraderecha o devuelve a un izquierdista al gobierno. En ese último caso, también está por ver si Bolsonaro acepta una derrota.
Bolsonaro estuvo de primero en la fila para votar en un complejo militar en Río de Janeiro, vestido con su camisa verde y amarilla, los colores de la bandera nacional, como lo ha hecho en sus concentraciones de campaña.
“Espero la victoria por el bien de Brasil”, expresó a reporteros después. “Si Dios quiere, seremos victoriosos hoy. En realidad, Brasil será victorioso hoy”.
En Brasilia, los centro de votación ya estaban llenos en la mañana. En uno de ellos, Luiz Carlos Gomes, un funcionario público retirado, dijo que estaba decidido por Lula.
“Es el mejor para los pobres, especialmente en el campo”, expresó Gomes, de 65 años y de la región de Maranhao en el noreste. “Antes de él, estábamos todos muriéndonos de hambre”.
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Se espera que más de 120 millones de brasileños participen en los comicios, pero como el voto se hace de forma electrónica el resultado suele estar disponible en cuestión de horas desde el cierre de urnas por la tarde. La mayoría de los sondeos sitúa a Lula en cabeza, aunque los analistas coinciden en que el margen se ha estrechado en las últimas semanas.
Durante meses pareció que Lula se encaminaba a una victoria fácil impulsada por la nostalgia por sus mandatos entre 2003 y 2010, cuando la economía brasileña crecía y los programas sociales sacaron a decenas de millones de personas de la pobreza.
Pero en las elecciones de primera ronda el 2 de octubre, Lula fue el más votado de los 11 candidatos con un 48% de los sufragios, mientras que Bolsonaro fue segundo con un 43%, lo que mostraba que las encuestas habían subestimado de forma considerable la popularidad del presidente. Muchos brasileños ven con buenos ojos la defensa de los valores sociales conservadores que ha hecho Bolsonaro, y el mandatario ha ganado apoyos con un gran gasto social.
Lula votó el domingo en Sao Bernardo do Campo, en las afueras de Sao Paulo, donde vivió durante décadas y comenzó su carrera política como líder sindical. Iba vestido de blanco, como solía hacerlo durante la campaña, en vez del rojo que es el color de su partido.
“Hoy elegiremos qué tipo de Brasil queremos, cómo queremos que se organice nuestra sociedad. El pueblo decidirá qué tipo de vida quiere”, dijo Lula a los reporteros. “Es por eso que este es el día más importante de mi vida. Estoy convencido de que los brasileños optarán durante el plan bajo el cual gane la democracia”.
En Brasil, los candidatos que lideran la primera vuelta tienden a ganar en segunda. Pero el politólogo Rodrigo Prando señaló que esta campaña es tan atípica que no se puede descartar un triunfo de Bolsonaro. El presidente consiguió el apoyo de los gobernadores de los tres estados más poblados y varios aliados suyos lograron grandes victorias en votaciones al Congreso.
“Políticamente, Bolsonaro es más fuerte de lo que se imaginaba”, dijo Prando, profesor de la Universidad Presbiteriana Mackenzie en Sao Paulo. “Matemáticamente, Lula está en cabeza”.
También se elige a los gobernadores de doce estados, incluidos el más poblado, Sao Paulo, así como Amazonas y Bahía, en el nordeste.
A decidir en las urnas
Más de 150 millones de brasileños pueden votar, aunque el 20% del electorado se abstuvo en primera ronda. La Corte Suprema emitió un fallo que permite a las capitales estatales proporcionar transporte público gratuito el día de las elecciones, y tanto Lula como Bolsonaro han hecho esfuerzos por impulsar la participación.
Los candidatos han hecho pocas propuestas para el futuro del país más allá de afirmar que mantendrán un gran programa de subvenciones para los pobres, pese al escaso margen fiscal. Han cruzado críticas y lanzado campañas de desprestigio en internet, aunque los ataques procedentes del bando de Bolsonaro son considerablemente más numerosos.
Sus cuatro años en el cargo se han visto marcados por un abierto conservadurismo y la defensa de valores tradicionales cristianos. Afirmó sin pruebas que el regreso de Lula al poder conllevaría comunismo, legalización de drogas, abortos y la persecución de iglesias.
Lula se centró en la criticada gestión de Bolsonaro de la pandemia del Covid-19 y dijo que el presidente no cuidó de los más necesitados. También describió a Bolsonaro como un enemigo de la selva amazónica, ya que quitó poder a las autoridades ambientales y su mandato coincidió con un aumento de la deforestación.
En sus videos de campaña, Lula también criticó a Bolsonaro por una estrategia que desvió miles de millones a legisladores para sus proyectos personales a cambio de apoyo político. Se conoce como el “presupuesto secreto” debido a la falta de transparencia sobre el destino final del dinero, y Lula dijo que había mermado los fondos para gastos sociales importantes.
Pero para muchos, el historial del Partido de los Trabajadores de Lula es igual de indeseable. Una amplia investigación reveló la implicación del partido en enormes escándalos de corrupción que implicaban a ejecutivos y políticos de primer nivel.
El propio Lula estuvo 19 meses en prisión por corrupción y lavado de dinero. La Corte Suprema anuló su condena en 2019 con el argumento de que el juez no había sido imparcial y conspiró con la fiscalía. Eso no impidió a Bolsonaro recordar las condenas a los votantes. Un posible regreso de Lula sería como dejar que un ladrón regresara a la escena del crimen, advirtió el mandatario.
La enorme movilización digital del presidente se hizo evidente en los últimos días cuando su campaña introdujo nuevas -y no demostradas- acusaciones de posible manipulación electoral. Eso reavivó el temor a que Bolsonaro pudiera impugnar el resultado electoral si pierde, como hizo el expresidente de Estados Unidos Donald Trump, al que admira.
Durante meses afirmó que las máquinas brasileñas de voto electrónico son propensas al fraude, aunque nunca presentó pruebas, ni siquiera después de que la autoridad electoral le diera un plazo límite para hacerlo.
Más recientemente, las acusaciones se centraron en el espacio reservado en medios a los avisos políticos. La campaña de Bolsonaro afirmó que las emisoras de radio no habían emitido más de 150 mil anuncios electorales y afirmaron que eso podría derivar de un plan deliberado de debilitar su candidatura. La autoridad electoral rechazó abrir una investigación debido a la falta de pruebas.
“No sabemos si este resultado será cuestionado o no, y hasta qué punto”, dijo Carlos Melo, profesor de ciencias políticas en la Universidad Insper de Sao Paulo. “Es una segunda ronda muy dura y un domingo muy tenso, y las tensiones podrían continuar más allá de hoy”.