PANAMÁ (AP) — Con los sueños rotos y las manos vacías muchos migrantes venezolanos varados en Panamá han comenzado a retornar a su país tras cruzar la peligrosa jungla del Darién, en la frontera con Colombia, luego de que el gobierno del presidente Joe Biden pusiera en vigor un nuevo control migratorio para los desplazados de ese país sudamericano.
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Un albergue temporal levantado en una zona industrial en el centro de la capital panameña le da refugio a cientos de venezolanos mientras encuentran la manera de retornar por avión a Venezuela. En tanto, las autoridades panameñas se enfrentan a la posibilidad de que parte de esos migrantes decidan quedarse.
El escenario “se nos ha complicado porque antes Panamá era un país de paso. Ahora con esta medida, con esta notificación, las personas han regresado a Panamá, algunos con interés de quedarse, pero la mayoría de ellos con interés de regresar a su casa”, dijo la directora del Servicio Nacional de Migración Panamá, Samira Gozaine.
“A todas luces no estábamos preparados para albergar a tanta gente”, señaló.
En el albergue los migrantes narraron cómo el desconsuelo los invadió en medio de la selva al enterarse de las restricciones migratorias del gobierno estadounidense que derrumbaron la esperanza de llegar a Norteamérica en busca de oportunidades de trabajo ante la crisis económica y social que agobia a su país.
Estados Unidos anunció la semana pasada que devolverá a los venezolanos que crucen la frontera ilegalmente desde México y que aceptará hasta 24.000, para lo cual deberán registrarse previamente en un programa, tener un patrocinador financiero en el país y llegar por vía aérea.
Unos 1.000 migrantes venezolanos han salido de Panamá en los últimos días en vuelos chárter de retorno a su país después de anunciarse el nuevo plan migratorio estadounidense, según Gozaine.
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Jorge Lizcano, de 31 años, partió del departamento de Táchira con un grupo de 17 personas entre los que iban su hermano, un primo y un amigo dispuestos a atravesar el Darién, que además de los peligros propios de la jungla también conlleva las amenazas de grupos criminales que extorsionan y roban a los desplazados.
Lizcano describió que estaban en territorio panameño en un campamento cerca del mar Caribe cuando encontraron un rincón donde había señal telefónica. “Prendimos el celular para avisar a la familia que estábamos bien... cuando prendimos el celular las únicas noticias que nos llegaron es que ya habían cerrado la frontera, que ya no había más oportunidades. En ese momento recibimos esa noticia y nos destrozó todo, todo”, relató.
Pese a ello el grupo decidió avanzar abrigando un mínimo de esperanza de que al salir de la selva las noticias hubieran cambiado. “En ese momento no creímos, pensamos que era mentira, empezamos a llamar a familiares que estaban en Estados Unidos, en Chile, y nos confirmaron que sí, que era verdad... agachamos la cabeza, lloramos y aún a pesar de eso teníamos como esa esperanza de llegar a Panamá”.
El hombre contó que el grupo logró salir de la selva y llegar a los campamentos de las Naciones Unidas y de las autoridades de seguridad panameñas y tras varias supervisiones pagaron 40 dólares por un boleto de autobús que los llevó a la provincia panameña de Chiriquí, fronteriza con Costa Rica, donde tuvieron que enfrentar el dilema de seguir viaje o volverse.
Del grupo ocho llegaron el lunes al albergue en la capital panameña y el primo, el amigo y el hermano de Lizcano retornaron en vuelos a Venezuela. El hombre espera un vuelo humanitario que lo devuelva a su país pues se quedó sin dinero, pero lo sostiene la esperanza de que podrá pasar la Navidad con su esposa y sus hijos.
“La única opción es regresarme allá a Venezuela… lo bonito es que me espera mi mamá, mi papá, mis hijos y yo creo que eso también es algo que me va a ayudar para seguir adelante. Todos perdimos lo poco que había”, se lamentó.
En el albergue en la Ciudad de Panamá hay unos 600 migrantes venezolanos y se espera la llegada de otros cientos. El refugio es coordinado por la misión consular de Venezuela en Panamá. Los migrantes han dicho que la dependencia cobra 280 dólares para el boleto aéreo y que algunos han logrado pagarlo, mientras otros esperan un vuelo costeado por organizaciones humanitarias o particulares.
De acuerdo con cifras oficiales en lo que va del año han cruzado por el Darién 206.000 migrantes, 170.000 de ellos venezolanos. Gozaine dijo que el número de migrantes de ese país sudamericano transitando por la jungla darienita ha disminuido en los últimos días, al pasar de 4.300 diarios a unos 900.
En el refugio también se encuentra José Gregorio Baez, de 24 años y oriundo de la localidad de Valencia, quien emprendió el viaje hacia Norteamérica, cruzó el Tapón del Darién entre el 20 y el 29 de septiembre y se enteró de las restricciones migratorias cuando transitaba por Nicaragua.
Aun así decidió avanzar, pero al llegar a Guatemala optó por regresar. “No seguí porque ya era como seguir perdiendo dinero, porque con la noticia que cerraron allá decidí mejor regresarme y ahorita busco un vuelo hacia mi país de origen”, afirmó.