LONDRES (AP) — Impotente, humillada, calificada de primera ministra “fantasma” y comparada con una planta de lechuga, esta no ha sido una buena semana para Liz Truss.
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La primera ministra británica intentaba recuperar poder el martes después que sus planes económicos fueron destrozados y repudiados por un jefe del Tesoro al que se vio obligada a designar para evitar el colapso total de los mercados financieros.
Truss continúa en funciones por ahora, en gran medida porque su Partido Conservador está dividido y no sabe cómo reemplazarla.
En un intento de proyectar una imagen de normalidad, el martes Truss presidió una reunión de gabinete y se reunió con legisladores de distintas facciones conservadoras para decirles que su permanencia en el puesto es garantía de estabilidad, a pesar de que se ha visto obligada a echar por la borda prácticamente todo el programa con que la eligieron líder del partido hace apenas un mes y medio.
Humillada, pero desafiante, Truss reconoció el lunes que “se cometieron errores”, pero insistió en que encabezará a los conservadores hasta la próxima elección general.
Pocos lo creen. La animada prensa política británica, generalmente dividida, esta vez está unida en la opinión de que el gobierno de Truss está condenado. El tabloide The Sun, de línea conservadora, la calificó de “PM fantasma” y dijo que “por el bien del país, no podemos seguir así”. El Guardian, de tendencia centroizquierdista, comparó a los conservadores con una tripulación de amotinados: “Truss no ha abandonado a su partido. Pero parece que este la ha abandonado a ella”.
El semanario The Economist dijo que el tiempo que Truss controlaría el gobierno —antes del “minipresupuesto” del 23 de setiembre que incendió los mercados— tenía “más o menos la duración de una lechuga”. El tabloide Daily Star publicó una foto de la primera ministra junto a una planta de lechuga adornada con una peluca rubia, ojos y boca. La pregunta es: “Puede Liz Truss durar más que esta lechuga?”.
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Al principio, Truss trató de mantener el rumbo después que el paquete inicial de 45.000 millones de libras (50.000 millones de dólares) en recortes impositivos sin financiación espantó a los mercados, elevó las tasas de interés de préstamos e hipotecas y provocó la caída en picada de la libra. El Banco de Inglaterra tuvo que intervenir para proteger los fondos de pensión, acosados por la volatilidad del mercado de bonos.
Bajo la intensa presión política y económica, Truss despidió al secretario del Tesoro, su aliado Kwasi Kwarteng, para reemplazarlo por Jeremy Hunt, un veterano que estaba marginado desde 2019. Este eliminó casi todos los recortes impositivos junto con la política energética y la promesa de Truss de que no habría recortes en el gasto público, y advirtió que aún se debían tomar “muchas decisiones difíciles”.