MADRID, 20 (EUROPA PRESS)
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"Preocuparse por la salud y tratar de modificar aspectos relacionados con el estilo de vida, como la nutrición, es un aspecto positivo", ha afirmado la doctora Eva Arranz, médico de Fundación MAPFRE, quien aclara que "si dicho cambio viene motivado por la sospecha de padecer una enfermedad, alergia o intolerancia a algún alimento, el diagnóstico debe ser siempre realizado por un médico".
"No debe realizarse la eliminación de nutrientes o dietas de exclusión tales como dieta sin gluten o sin lactosa, basados en un autodiagnóstico y sin el correcto asesoramiento y seguimiento", señala tajante la doctora Arranz.
Además de los posibles riesgos para el mantenimiento de la salud óptima de la población, advierte de que también es preciso tener en cuenta el coste económico del seguimiento de dietas de exclusión de forma no plenamente justificada.
Analizando los datos del informe, tras más de 3.100 encuestas, se observa que la dieta sin lactosa es el tipo de dieta de exclusión más seguida por la población española. Aunque no estaría justificada desde un punto de vista científico en un 61por ciento de los casos, se estima que un 25 por ciento de los españoles lleva una alimentación libre de lactosa y el 64 por ciento extiende este hábito a su núcleo familiar.
Algo parecido sucede con el gluten. Un 8 por ciento de los encuestados declara realizar una dieta sin gluten, y un 70 por ciento la hace extensiva a sus familias. Sin embargo, esta exclusión no tendría justificación científica para el 72 por ciento de los casos. Además, un 79 por ciento de los que evitan el gluten, excluyen también lactosa y el 56 por ciento de quienes adoptan una dieta sin lactosa, hacen lo propio con el gluten.
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Otras dietas de exclusión presentes en los hábitos de los españoles son la flexitariana (7%), caracterizada por una baja ingesta de carnes, pero que prioriza la blanca y magra; la vegetariana (4%), que excluye carnes y pescados, pero puede permitir lácteos y huevos, y la vegana (0,8%) que no admite ningún alimento de origen animal. Este tipo de patrones dietéticos, en ocasiones, responden no solo a cuestiones de salud sino también a convicciones personales o a un estilo de vida determinado.
¿CUÁLES SON LAS RAZONES DE EXCLUSIÓN?
Según se observa, cuando se les pregunta qué razones los han llevado a excluir determinados alimentos, nutrientes e ingredientes, hasta un 40 por ciento reconoce que ha sido una decisión auto prescrita, derivada de una reflexión personal. Si la decisión es por un problema de salud, el 32 por ciento ha acudido a un médico de familia o general, seguido de otros profesionales sanitarios como médico especialista (18%) o dietista-nutricionista (17%). Por su parte, la influencia de la familia representa un 17 por ciento y los medios de comunicación tienen también un peso importante (37%).
En general, la preocupación por eliminar de la dieta los alimentos considerados como menos beneficiosos para la salud afecta mayoritariamente a las mujeres y la población de mediana edad, quienes, en general, están más concienciados con el cuidado de su alimentación y estado físico.
"Hay que recordar que, ante la sospecha de enfermedad o síntoma o ante cualquier duda de que un alimento nos pueda estar sentando mal, se debe acudir al médico, que realizará, tanto una valoración clínica, como las pruebas complementarias necesarias para establecer el diagnóstico adecuado y en caso de precisar un tratamiento dietético individualizado, contactar con un dietista-nutricionista o un médico especialista en endocrino y nutrición", afirma el doctor Giuseppe Russolillo, presidente de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
Por otro lado, en cuando a los alimentos, los nutrientes y los ingredientes percibidos como 'menos saludables' son, al mismo tiempo, los más excluidos total o parcialmente tanto por las personas encuestadas como por su ámbito familiar: aceite de palma, grasas hidrogenadas o trans (88%), aditivos (77%), bebidas edulcoradas (75%), bebidas azucaradas (72%), bebidas con alcohol (63%), galletas, bollería y dulces (61%), etc.
Asimismo, llama la atención el caso de los aditivos que, a pesar de que son ingredientes autorizados por la Autoridad Europea en Seguridad Alimentaria (EFSA), están rigurosamente analizados y que muchos de ellos sirven para mejorar la seguridad de los alimentos, son percibidos como 'malos' y evitados por 7 de cada 10 personas. En este sentido, sería necesario un trabajo de educación alimentaria de la población para explicar la función que cumplen los aditivos en la conservación de los alimentos, así como informar con transparencia sobre su nivel de seguridad.