CAVALCANTE, Brasil (AP) — Durante tres largos años, Vandeli Matos fue un emperador a la espera de ascender al trono. La coronación simbólica del hombre de 33 años finalmente se llevó a cabo esta semana, cuando el quilombo de los Kalunga se reunió por primera vez desde que comenzó la pandemia de COVID-19.
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Se les llama quilombos a las comunidades brasileñas descendientes de esclavos emancipados. La coronación de Matos formó parte de un festival que las 39 comunidades remotas de los Kalunga llevan a cabo cada agosto, salvo durante la pandemia, que impidió realizar las bulliciosas festividades anuales de una semana para celebrar a Nuestra Señora de la Abadía.
Miles de peregrinos de todos los rincones del vasto territorio de los Kalunga se desplazaron al municipio de Cavalcante, a unos 290 kilómetros (180 millas) al norte de la capital Brasilia, para las coronaciones de este año y otros rituales.
Las familias se establecieron en pequeñas casas hechas con carrizos y lodo, habitadas solamente durante el festival. Las estructuras, decoradas con globos, flores de papel y telas de colores brillantes, forman una media luna alrededor de la capilla del poblado, donde se llevan a cabo las ceremonias religiosas.
“Tratamos de conservar la tradición como era”, dijo Irene Francisca, de 55 años, mejor conocida como Tuta das Flores, una de las mujeres que supervisan las decoraciones del festival de este año. “Cuando nacimos, esta fiesta ya existía. Esta forma de decorar con flores nos fue transmitida por nuestras madres y abuelas”.
El de los Kalunga es el quilombo más grande de Brasil, extendiéndose a lo largo de 2.600 kilómetros cuadrados (1.000 millas cuadradas) en el Valle de las Almas. Su historia comenzó hace más de dos siglos, cuando esclavos huyeron de los molinos y pozos mineros de la región y se establecieron en los valles de difícil acceso. Desde entonces sus descendientes han ocupado el área, con una población que en la actualidad se calcula en unas 10.000 personas.
Las casas en el territorio de los Kalunga se encuentran distantes unas de otras, y están comunicadas por caminos de tierra en mal estado por los que sólo pueden pasar vehículos de doble tracción. Cada año, la celebración de Nuestra Señora de la Abadía es la ocasión en que la comunidad se reúne.
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La periodista de The Associated Press Diane Jeantet contribuyó a este despacho desde Río de Janeiro.