MADRID, 4 (EUROPA PRESS)
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Los sensores que se estaban utilizando para monitorear uno de los valles submarinos más grandes del mundo, el Cañón del Congo, se dispersaron por el Océano Atlántico por los efectos de la avalancha. Un esfuerzo de recuperación peinó miles de kilómetros de océano para localizar los sensores perdidos.
Cuando el equipo liderado por el profesor Peter Talling, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Durham, observó los datos que contenían, encontraron evidencia de una avalancha de sedimentos en el lecho marino que había viajado a lo largo de 1.100 kilómetros y a profundidades oceánicas de hasta 4.500 metros.
La avalancha había atravesado el Cañón del Congo, un profundo valle submarino que se aleja de la desembocadura del río Congo, frente a la costa oeste de África.
Las graves inundaciones a lo largo del río Congo, seguidas de mareas vivas inusualmente grandes, desencadenaron la avalancha de arena y lodo, cuyo volumen equivalía a un tercio del sedimento producido anualmente por todos los ríos del mundo.
Once sensores utilizados para monitorear el cañón se soltaron de sus amarres en enero de 2020, tras ser barridos por la avalancha de sedimentos que viajaban a una velocidad de hasta ocho metros por segundo.
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Los sensores estaban dentro de boyas naranjas, apenas más grandes que una pelota de fútbol, que flotaban sobre la superficie del Océano Atlántico, llevando consigo sus datos, informa la Universidad de Durham.
Antes de este estudio, la medición directa de poderosas avalanchas en aguas profundas se consideraba poco práctica. Pero los datos rescatados proporcionaron un seguimiento directo de las avalanchas de sedimentos en el Cañón del Congo, lo que permitió a los científicos evaluar por primera vez cómo las grandes inundaciones fluviales se conectan con las profundidades del mar.
La avalancha también cortó dos cables de telecomunicaciones en el fondo del mar, cortando las velocidades de datos de Internet en el oeste, centro y sur de África.
El estudio mostró que el patrón de erosión del lecho marino fue sorprendentemente localizado y desigual, especialmente dado lo grande que fue el flujo, lo que podría explicar por qué rompió algunos cables de telecomunicaciones submarinos, pero no otros.