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Shinzo Abe, tan popular como divisivo

Shinzo Abe (der) y Fumio Kishida durante un acto partidista del 14 de septiembre del 2020 en Tokio, cuando Abe era primer ministro y Kishida ministro de relaciones exteriores. Ahora como primer ministro, Kishida tratará de cumplir los objetivos de Abe, s AP (Eugene Hoshiko/AP)

Shinzo Abe fue tal vez el gobernante japonés más divisivo de la era moderna. Enfureció a los liberales con su revisionismo histórico y su deseo de expandir el poderío militar. Fue tal vez el primer ministro que más tiempo ocupó el cargo y, para muchos, el más influyente.

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Deja un legado complicado que su sucesor Fumio Kishida tratará de completar tras la contundente victoria del Partido Liberal Democrático en las elecciones parlamentarias del domingo, pocos días después del asesinato de Abe, su mentor.

Kishida tiene un fuerte capital político, derivado en parte de la popularidad de Abe y de la conmoción por su muerte. Pero al mismo tiempo se verá privado de la fuerza política más influyente de su partido, Abe.

“Kishida enfrenta una situación política cada vez mas complicada”, expresó un editorial del diario Asahi, de tendencia liberal. “La muerte de Abe, que encabezaba el sector más grande de su partido, sin duda alterará el equilibrio de fuerzas”.

Kishida dejó en claro cuál es su prioridad en estos momentos: “La unidad del partido es más importante que nada”.

Pero deberá lograr rápidos progresos en una serie de terrenos, como la inflación y el estancamiento de la economía, al tiempo que trata de reforzar la capacidad militar de Japón para confrontar las agresivas políticas de China, Rusia y Corea del Norte.

También está la agenda nacionalista de Abe que tantas divisiones generó y buena parte de la cual está pendiente, incluidos sus esfuerzos por impulsar el sentimiento patriótico en las escuelas, revocar las disculpas que ofreció Japón en la década de 1990 por su agresión durante la Segunda Guerra Mundial y un controversial plan para revisar la constitución, que prohíbe los actos bélicos, y dar más fuerza a los militares.

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La popularidad de Abe, y la influencia que tenía, eran una paradoja. Irritó a muchos en Japón y también a las víctimas de la guerra en China y las dos Coreas con su agresiva política exterior y hacia las fuerzas armadas. También causaron malestar sus posturas ultraconservadoras, a veces revisionistas, en relación con el papel de Japón durante la guerra.

Abe resistió los tratados de postguerra y los veredictos del tribunal que catalogó a los japoneses como criminales de guerra, y alentó los esfuerzos por desconocer las atrocidades militares de los japoneses y poner fin a las disculpas en relación con la guerra.

Los japoneses, no obstante, le dieron seis victorias electorales. Y sus esfuerzos por reforzar la alianza con Estados Unidos y unificar las democracias afines para contrarrestar la creciente influencia de China lo hicieron muy popular entre las elites de Estados Unidos y Europa.

Su prolongada permanencia en el poder puede ser atribuida al deseo de los japoneses de estabilidad y progresos económicos, a su control del ala conservadora de su partido y a la inoperancia de la oposición.

“Convenció a buena parte del electorado de que era necesaria una reforma económica”, dijo Leif-Eric Easley, profesor de estudios internacionales de la Ewha Womans University de Seúl. “También ejerció una disciplina institucional sobre el aparato burocrático del gobierno y sobre su partido que ningún líder de oposición pudo igualar”.

Abe era el nieto de un exprimer ministro derechista, Nobusuke Kishi, lo que lo ayudó a captar el apoyo de la derecha. También era bien visto por la juventud, que es más conservadora que en otras naciones, según los expertos.

Jeffrey Hall, profesor de la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda especializado en la política y el nacionalismo de Japón, dijo que “el revisionismo histórico (de Abe) parece importarle más a los observadores extranjeros que a los japoneses”.

Si bien el deseo de Abe de reforzar el poder militar no era bien visto por muchos japoneses, “tenía razón acerca de la necesidad de adaptarse a los retos que planteaban China, Rusia y Corea del Norte, entre otros”, según Easley.

“Abe era uno de los principales propulsores de una revisión de la constitución y de una política militar más fuerte. Ahora que no está, otros tratarán de cumplir esos objetivos, pero será difícil”, dijo Hall.

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