La cifra de niños muertos en el devastador sismo de la semana pasada en el sureste de Afganistán subió a al menos 155, según Naciones Unidas, conforme se conocía el alcance del terremoto más mortífero que golpea el empobrecido país en dos décadas.
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La organización de coordinación humanitaria de la ONU, OCHA, indicó el domingo que otros 250 niños resultaron heridos en el sismo de magnitud 6.1 que remeció los poblados de montaña en las provincias de Paktika y Khost, cerca de la frontera del país con Pakistán. El temblor derribó casas y provocó aludes de tierra. La mayoría de los niños fallecidos estaban en el golpeado distrito Gayan de Paktika, que seguía siendo la imagen de la ruina días después del sismo.
Los gobernantes talibanes de Afganistán estiman el total de muertos por el terremoto en mil 150, con cientos de heridos, mientras que la ONU dio una estimación ligeramente menor de 770 fallecidos, aunque la agencia internacional indicó que la cifra podría subir.
El terremoto también dejó unos 65 niños huérfanos o sin acompañantes, añadió la agencia humanitaria de Naciones Unidas. El desastre -el último que sufre Afganistán tras décadas de guerra, hambre, pobreza y colapso económico- se convirtió en una prueba de la capacidad talibán para gobernar y de la voluntad de la comunidad internacional para ayudar.
Cuando el Talibán tomó el poder en Afganistán, mientras Estados Unidos y sus aliados de la OTAN retiraban a sus fuerzas el pasado agosto, la ayuda internacional se cortó casi de un día para otro. Los gobiernos mundiales impusieron sanciones, paralizaron las transferencias bancarias y congelaron miles de millones más en reservas de divisas afganas, negándose a reconocer al gobierno talibán y reclamando que permitieran un régimen más inclusivo y respetaran los derechos humanos.
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Los antiguos insurgentes se resistieron a la presión e impuesto, restricciones a las libertades de mujeres y niñas que recuerdan a su primer periodo en el poder, a finales de la década de 1990, lo que provocó represalias de Occidente.
Conscientes de sus limitaciones, los talibanes pidieron ayuda internacional. Naciones Unidas y una serie de agencias humanitarias al límite de su capacidad en el país que intentaban evitar una hambruna en Afganistán entraron en acción. Pese a las limitaciones de acceso y financiamiento, caravanas de ayuda fue llegando a las remotas provincias.
La agencia de la ONU para la infancia dijo el lunes que trabajaba para reunir a niños que se vieron separados de sus familias en el caos del terremoto. También habilitó clínicas que ofrecen tratamiento de salud mental y apoyo psicológico a niños de Gayan traumatizados por el desastre.