BOGOTÁ (AP) — Luego de castigar con sus votos a la clase política tradicional, los colombianos volverán a las urnas el domingo para elegir presidente entre dos candidatos con ideas populistas, pero con visiones distintas del país: el izquierdista Gustavo Petro y el magnate de bienes raíces Rodolfo Hernández.
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En una reñida campaña, las últimas encuestas permitidas por la ley muestran un empate técnico, por lo que cobra relevancia el voto en blanco y los indecisos, en un país que, aunque tiene 39 millones de potenciales votantes, sufre de una alta abstención que en la primera vuelta fue del 45%.
Tanto Petro como Hernández proponen un cambio frente al actual gobierno del conservador Iván Duque, pero sus orígenes y trayectoria los hacen dos populistas diferentes.
Petro, de 62 años, nació de una familia humilde de la costa Caribe y luego se mudó cerca a Bogotá. En su juventud, cuando era estudiante de Economía, militó en la guerrilla M-19 -nacionalista y antiimperialista- que desapareció en 1991 tras la firma de un acuerdo de paz con el Estado. Desde la legalidad, Petro ha sido alcalde de Bogotá, senador y tres veces candidato presidencial, siempre desde la izquierda y el progresismo y, por tanto, en la oposición.
Hernández, de 77 años, nació en una familia trabajadora y campesina de Piedecuesta, un pueblo de Santander al noreste del país. Estudió Ingeniería Civil en Bogotá y luego volvió a su tierra natal, donde amasó una fortuna de 100 millones de dólares vendiendo y financiando miles de viviendas, sobre todo a familias vulnerables. Entró a la política recién en 2015, luego de toda una vida como empresario, y salió elegido alcalde de Bucaramanga siendo un outsider bajo la premisa de “no robar”, sanear las finanzas y luchar contra la corrupción.
Silvia Otero Bahamón, doctora en Ciencia Política y docente de la Universidad del Rosario, encuentra que, aunque se trata de dos populistas que “tienen una ideología basada en la división entre élite corrupta y pueblo puro”, cada uno entiende diferente su lucha contra el establecimiento.
“Petro se relaciona con los pobres, las minorías étnicas y culturales de las regiones más periféricas de la nación, que por fin son tenidos en cuenta e invitados a participar en la democracia”, aseguró Otero a The Associated Press. Mientras que el pueblo de Hernández “es más etéreo, son las personas que han sido defraudadas por la politiquería y la corrupción. Es un pueblo más suelto, al que el candidato llega directamente vía redes sociales”, agregó.
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Petro carga con el peso de haber sido guerrillero y aunque ya no está en armas, en Colombia la izquierda ha sido marginalizada luego de lidiar por más de cinco décadas con la ahora extinta guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que firmó la paz en 2016 con el Estado. Aunque todavía restan grupos armados por derrotar, el posconflicto le ha dado paso a nuevas discusiones más enfocadas a garantías sociales.
Colombia acaba de atravesar una pandemia, tiene altos niveles de inflación, desempleo y la violencia se mantiene latente, sobre todo en las zonas rurales donde grupos armados se disputan el control de las rutas del narcotráfico y la minería ilegal. El saliente presidente conservador Iván Duque no goza de popularidad y hace un año sorteó multitudinarias manifestaciones avivadas por una reforma fiscal y alimentadas por reclamos históricos en un país con brechas de desigualdad.
A ese país le hablan los candidatos.
“El espacio para hacer política desde el centro se fue reduciendo rápidamente porque las necesidades que tiene la gente en este momento no dan para gradualismos ni moderación. Después de la pandemia y el confinamiento lo que quieren es tener tres platos de comida sobre la mesa”, dijo a la AP la analista Sandra Borda.
En las calles de Bogotá, Gentil Pérez, un funcionario público dijo a la AP es hora de “renovar ya la clase política”, aunque no reveló por quién votaría. Yahaira Cuesta, estudiante universitaria, aseguró en cambio que lo haría por Petro porque como mujer se siente "plenamente identificada” por el rol de Francia Márquez, una líder ambientalista y social que se lanzó por primera vez a la política y que de llegar al cargo se convertiría en la primer vicepresidenta afrocolombiana.
Petro, curtido orador por sus épocas de senador, propone reformas en las pensiones, la salud y el agro al desincentivar la acumulación de tierras “improductivas” y disminuir drásticamente la importación de alimentos, incentivando la producción nacional, así como dejar de otorgar nuevas licencias de explotación petrolera. Busca financiar ambiciosos programas sociales de empleo y renta básica con una elevada reforma fiscal que aumente impuestos para las élites y no toque el bolsillo de los más pobres.
Mientras que Hernández, quien se ha negado a hacer alianzas políticas y financió su campaña de su bolsillo, basa sus propuestas en la lucha contra la corrupción, a la que culpa de la pobreza y de la pérdida de recursos del Estado que podrían destinarse de forma eficaz a obras sociales y bienestar general.
Es conocido por su popularidad en TikTok y sus polémicas, como decir que admiró a Adolf Hitler y luego disculparse asegurando que quiso referirse a Albert Einstein. Plantea reducir el tamaño del Estado eliminando varias embajadas y las consejerías presidenciales, convertir el palacio presidencial en un museo y reducir el uso de la flota de aviones presidencial. Coincide en que buscaría disminuir la importación de alimentos y apoyar a los campesinos.
Ambos candidatos enfrentarían problemas de gobernabilidad, ninguno cuenta con las mayorías en el Congreso, clave para sacar adelante reformas. En la reciente elección legislativa, el movimiento político de Petro logró una histórica votación y obtuvo 20 curules en el Senado, consiguiendo una mayoría relativa, debido a que aún tendría que hacer concesiones con políticos de centro y de partidos tradicionales. El movimiento político de Hernández solo tiene dos representantes en la cámara baja, por lo que también tendría que buscar acuerdos con la dificultad que en su discurso de campaña ha llamado “ladrones” a los políticos, incluyendo a los congresistas.
Las relaciones exteriores cambiarían con la llegada de cualquiera de los dos candidatos. Ambos restablecerían las relaciones diplomáticas con Venezuela, rotas desde 2019 entre Nicolás Maduro y Duque, quien reconoce al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino. Estas posturas han sido celebradas por Maduro, quien dijo recientemente que su gobierno está dispuesto a cooperar con el próximo mandatario colombiano.
En cuanto a Estados Unidos, que concibe a Colombia como su mayor aliado en la región, los dos quieren reestructurar el Tratado de Libre Comercio (TLC) y la lucha antinarcóticos, al estar en contra del uso del herbicida glifosato para fumigar los cultivos de coca. Rodolfo propone acabar la demanda dando dosis gratuitas a los adictos en Colombia, aunque no especificó cómo combatiría a los grupos ilegales transnacionales. Petro impulsaría la sustitución de cultivos ilícitos y promovería la prevención.
“Sin importar los resultados, Estados Unidos espera trabajar con el próximo gobierno, para fortalecer las relaciones”, dijo el miércoles el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, en un evento que conmemoró los 200 años de relaciones bilaterales. “Estamos fortaleciendo nuestros lazos económicos, el año pasado celebramos los 10 años del TLC esto ha duplicado las exportaciones de bienes agrícolas desde Colombia, siendo EEUU el importador principal”, destacó.
En medio de una reñida campaña, Carlos Suárez, analista y asesor en marketing político colombiano, explicó a la AP que los dos candidatos deben evitar cometer errores que les resten electores a pocas horas de que se abran las urnas. Un escenario de riesgo podría ser un debate presidencial con difusión nacional que se realizaría por orden de un tribunal, pero que hasta la noche del jueves no estaba claro si ocurriría.
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García Cano reportó desde Caracas.