BOGOTÁ (AP) — Como si se tratase de cualquier desempleado de Colombia, el candidato izquierdista Gustavo Petro imprimió su hoja de vida para aspirar al cargo de presidente por tercera vez. Se muestra como un hombre experimentado en lo público y deja a un lado su pasado como guerrillero, para intentar vencer a su mayor obstáculo: el antipetrismo.
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Son comunes los grafitis con la frase “Cualquiera menos Petro” en el norte de Bogotá. Si hay una emoción que necesita vencer es el miedo al cambio que quiere encarnar en un país donde la izquierda nunca ha gobernado. En 2018 cuando Petro se enfrentó en el balotaje al actual presidente Iván Duque, no logró vencer las resistencias que causa su figura y las advertencias de sus contradictores de que Colombia “se podría volver una Venezuela”.
Sin llenar plazas públicas y bajo la figura de una alocución, como las que suele hacer un presidente, intentó dejar sin argumentos a sus adversarios.
“Tengan la seguridad de que yo no buscaré la reelección”, dijo ante el recelo de quienes creen que se instalará en el poder quebrando la democracia. “Respetará las leyes... esto incluye respetar el derecho a la propiedad privada”, recalcó para aclarar que no expropiará bienes.
Cuando se abran las urnas el domingo, los colombianos escogerán entre Petro y Rodolfo Hernández, un magnate de bienes raíces de 77 años que logró llegar al balotaje sin ser el favorito con una propuesta centrada en la lucha contra la corrupción. Aunque en la primera vuelta Petro obtuvo el 40% de los votos y Hernández el 28%, la diferencia se estrechó y según las encuestas hay un empate técnico. Hernández sumaría, sobre todo, los votos antipetristas.
“El mayor reto que enfrenta la campaña de Petro es romper con el techo electoral que lo ha acompañado durante los últimos años. Es la resistencia que tiene el candidato en un país que ha sido tradicionalmente de gobiernos de derecha”, dijo a The Associated Press el analista político Johan Caldas, de la Universidad de la Sabana.
A sus 62 años, Petro afirma que busca un “cambio” para Colombia que involucre al “pueblo” y se despacha contra el actual gobierno del conservador Duque, apadrinado por el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), su opositor.
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Su discurso ha madurado con los años, pero se empezó a proyectar desde su juventud. En 1978, cuando apenas era un estudiante de Economía, Petro eligió entrar a la guerrilla urbana Movimiento 19 de abril o M-19, llamada así en conmemoración de la fecha de las elecciones presidenciales de 1970 en las que fue denunciado un presunto fraude que evitó que el general Gustavo Rojas Pinilla llegara al poder.
Nacionalista y antiimperialista, el M-19 buscó el poder por las armas y es recordado por golpes simbólicos como el robo de la espada de Simón Bolívar en Bogotá y otros más atemorizantes, como la toma con rehenes del Palacio de Justicia, donde funcionaban las altas cortes, que terminó en una tragedia luego de que el ejército intentó tomar el control a la fuerza y murieron decenas de magistrados, guerrilleros y otros fueron desaparecidos.
Petro no llegó a ser comandante de la guerrilla, en la que fue más bien un miliciano, y tampoco carga a cuestas mayor responsabilidad por la tragedia del Palacio de Justicia en 1985 porque estaba en la cárcel. Allí, según ha denunciado, fue golpeado y sometido a “tortura china”, que consiste en hacer caer sobre la víctima inmovilizada una gota de agua sin cesar durante horas. Mientras estuvo en la cárcel nació su primer hijo, Nicolás, quien actualmente es diputado.
Everth Bustamante, excomandante del M-19 y luego senador, recuerda que conoció a un joven Petro de 18 años en Zipaquirá -un pueblo cercano a Bogotá donde vivió en su juventud- cuando se vinculó a un grupo de apoyo urbano a la guerrilla.
“Petro no tiene un papel destacado (en el M-19) hasta cuando firmamos los acuerdos de paz” en 1990, aseguró Bustamante. Su paso por la cárcel no se dio por una “actividad político militar” de la guerrilla, agregó, sino por ayudar a una comunidad a tomar un predio ilegalmente para construir un barrio.
“Desde sus orígenes ha sido partidario de una línea más de levantamiento y de insurrección de los sectores populares... tiene unos delirios de ser el llamado a resolver todos los problemas y llevar al país al paraíso, es un discurso demagógico, populista”, aseguró a la AP Bustamante, quien primero fue su aliado y ahora es uno de sus opositores.
Las armas del M-19 fueron fundidas y convertidas en lingotes de acero luego de la firma del acuerdo de paz con el gobierno en 1990. Petro, junto con unos 900 guerrilleros más, abandonaron la insurgencia y fundaron un partido político. Algunos fueron asesinados y otros se convirtieron en alcaldes, gobernadores o senadores.
En la legalidad Petro ha sido senador de la oposición en varios periodos y es recordado por denunciar en el Congreso vínculos entre paramilitares y políticos, varios de ellos ahora condenados.
Como alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015 generó opiniones encontradas sobre su administración. Por un lado, le reconocen abanderar proyectos sociales ambiciosos, pero le critican algunas decisiones improvisadas. Su mandato terminó en polémica luego de que la Procuraduría lo destituyó e inhabilitó para ejercer cargos públicos por 15 años por faltas “gravísimas” en la implementación de un nuevo modelo de aseo en Bogotá.
Pese a los recursos interpuestos por Petro, la Procuraduría ratificó su decisión y el pleito pasó a manos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que en 2020 declaró responsable a Colombia por violaciones a los derechos políticos de Petro.
“Las resistencias que genera la figura de Gusto Petro hoy día no tienen tanto que ver con su pasado de guerrillero como sí por este estilo un poco mesiánico, personal y agresivo que lo caracteriza”, dijo a AP Yann Basset, analista político y profesor de la Universidad del Rosario.
Sus opositores temen que Petro se convierta en “un nuevo Hugo Chávez” de llegar al poder y Colombia termine en una crisis política y social como la que vive Venezuela.
Petro y Chávez se conocieron en Bogotá en 1994. “Chávez fue mi amigo y respeté su proceso, pero me sembró muchas dudas el hecho de que en la fase final tratase de imitar el modelo cubano”, contó Petro en su libro autobiográfico “Una vida, muchas vidas”.
“No se le puede calificar sin más de autoritario, él defiende la Constitución. Es más bien un interrogante”, dijo Basset. Al compararlo con líderes latinoamericanos de izquierda, el experto no encontró tanta cercanía con la figura de Chávez o Luiz Inácio Lula da Silva, pero sí con la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien durante la campaña lo ha defendido públicamente.
De llegar a la presidencia, Petro afirma que buscaría el diálogo y sometimiento a la justicia de los grupos armados que todavía quedan en Colombia como la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el cártel Clan del Golfo. También se ha comprometido a cumplir con el acuerdo de paz firmado en 2016 entre el Estado y la extinta guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que llegó a ser la más antigua de Latinoamérica.
Un Tribunal de Paz está próximo a emitir sus primeras sanciones sobre los hechos ocurridos en cinco décadas de conflicto armado interno que causaron la muerte de más de 262.000 personas y la desaparición de unas 80.000, según registros estatales.
Petro, dicen sus amigos, es un hombre tímido que no se altera con facilidad y que aprendió a enfrentar momentos tensos en la clandestinidad y luego en la oposición. Toma fuerza de su familia, conformada por su tercera esposa, Verónica Alcocer, y sus cinco hijos.