No fue la audición de Jessie Buckley, sino una observación que hizo, lo que le mereció el papel principal en “Men”.
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Cuando habló con el cineasta Alex Garland sobre su idea embriagadora de lidiar con la masculinidad y sus mitos fundamentales y ciclos virulentos dentro de una historia de terror popular, Buckley lo sorprendió: comenzó a hablar sobre el sabor metálico de la sangre y cómo se sentiría el personaje al respecto. Fue extraño, inusual y perfecto, pensó el director.
“Era una forma de pensar bastante abstracta. También era una forma muy clara de pensar”, dijo Garland. “No estaba tratando de medirme a mí ni a una persona invisible que pudiera estar observando y juzgando la conversación. Fue muy libre y muy instintiva y simplemente me habló. Pensé: ‘Oh, vamos a poder trabajar juntos’”.
Para que “Men” funcionara, o al menos no fuera conservadora o aburrida, que eran sus mayores temores, sabía que tendría que hacer cambios grandes y extraños. Después de todo, “Men”, que se estrena exclusivamente en cines el viernes, es una película basada en la imaginería antigua y el simbolismo del Hombre Verde, un símbolo histórico de renacimiento y regeneración, y la Sheela na Gig, una escultura de una mujer desnuda con una anatomía femenina exagerada.
Sabía que Buckley era una gran actriz, pero fue un encuentro de sensibilidades lo que la hizo la persona correcta para el papel. Haría un grito primario en una iglesia que terminaría convirtiéndose en una nota en la partitura real, arrojaría sus propias ideas e intentaría cosas salvajes que sabía que probablemente acabarían en el piso de la sala de montaje.
“Alex establece un lugar donde todo es posible”, dijo Buckley.
Garland había estado pensando en el concepto durante años. Escribió el primer borrador en algún momento después de escribir “Sunshine” («Sunshine: Alerta solar») y volvió a él una y otra vez. A veces, los temas incluso encontraron su camino en otras de sus películas, como “Ex Machina” y “Annihilation” («Aniquilación»). Aunque la masculinidad tóxica es una frase contemporánea, el concepto es todo lo contrario y Garland quería hacer algo que lo reconociera.
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Pero “Men” no cuajó hasta que la destiló hasta su forma más simple: una mujer, Harper (Buckley), acaba de tener una experiencia traumática y una pérdida personal y se retira a la campiña inglesa para una estadía en una casa de 500 años. Allí se encuentra con una variedad de hombres, todos interpretados por Rory Kinnear. Hay un chico agresivo, un vicario misógino, un dueño de casa amable, un oficial de policía, un barman, algunos pueblerinos y un vagabundo que parece seguirla. A medida que avanza la trama, su seguridad personal y su búsqueda de paz se ven atacadas de distintas maneras.
Cada vez que Kinnear aparecía en el set como un personaje diferente, Buckley dijo que había un cambio en el ambiente. Cuando el dueño de la casa, Geoffrey, estaba allí, era “tiempo de fiesta”. Cuando llegó el vicario, “había frialdad”. Fue una experiencia visceral para los actores y el equipo. Mantener una atmósfera ligera entre las tomas intensas los ayudó.
“Rory es probablemente la persona más divertida con la que he trabajado, lo cual fue todo un bálsamo”, dijo Buckley. “Si hubiera sido alguien increíblemente serio y pesado, habría sido completamente diferente”.
Garland buscó a muchos de sus colaboradores frecuentes para ayudar a dar vida al mundo de “Men”, como el diseñador de producción Mark Digby, la decoradora de escenarios Michelle Day y el director de fotografía Rob Hardy. El realizador siente que siempre se le pide que presente una especie de mentira al mundo como la cara pública de una película y quiere dar crédito a quien lo merece.
“Todo el mundo sobredignifica a los directores”, dijo Garland. “Constantemente me dan crédito por cosas con las que no tengo nada que ver. Muchas cosas que se sienten como del director en la película son de Michelle Day. A veces, la gente habla sobre la manera en que encuadré una toma, pero es Rob Hardy quien la encuadró. Hay una frase que se usa a menudo: ‘Tal o cual engatusó a tal o cual actor’. No creo que haya engatusado a nadie en mi vida”.
Pero, señaló Buckley, alguien necesita liderar.
“Necesitas a alguien que establezca ese tono”, dijo Buckley. “He trabajado con directores que no lo hacen, no crean un espacio donde hay una conciencia colectiva”.
Eso es exactamente lo que Garland hace, dijo. Y es esta síntesis lo que al público le encanta de sus películas. Las ideas y las imágenes de sus historias, incluso las que acaba de escribir, se quedan dando vueltas en la cabeza durante días. Y a menudo hay una canción significativa en cuya elección admite haber tenido algo que ver.
“Men” comienza y termina con dos versiones diferentes de “Love Song” de Lesley Duncan de 1969. Al principio, es la versión de Duncan. Al final, es la versión de Elton John incluida en su álbum “Tumbleweed Connection”. Y se volvió una especie de metáfora de la película.
“Me gustó su descaro. La letra es el tipo de letra que casi avergüenza a la gente”, dijo Garland. “Es tan directa, tan simple y tan cierta que en realidad hace que la gente se sienta un poco incómoda. O hace que cierto tipo de persona se sienta incómoda».
“Hay mucho en esta película que se opone a que las personas sean tímidas y no sólo se comprometan con algo”, continuó. “Toda la película es una Sheela na Gig, y sé que avergüenza a algunas personas. Sé que esa canción avergüenza a algunas personas. Sé que la película avergüenza a algunas personas. Pero hay una especie de subtexto que simplemente dice ‘supéralo’”.
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Lindsey Bahr está en Twitter como www.twitter.com/ldbahr