OWERRI, Nigeria (AP) — No había dolientes a la vista mientras los enterradores en la localidad de Ohaji-Egbema, en el sureste de Nigeria, sepultaban en tres fosas comunes los restos irreconocibles de docenas de personas fallecidas en la explosión de una refinería ilegal de petróleo.
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Días después de una explosión en la que murieron al menos 110 personas, los cuerpos no habían sido reclamados por las familias y habían empezado a descomponerse en un espacio abierto y encharcado.
“La mayoría de los cuerpos que hay aquí no pueden identificarse”, dijo Marcel Amadioha, responsable del gobierno de la zona donde operaba la refinería.
La explosión fue provocada por un incendio en la instalación clandestina, escondida en el bosque de Ohaji-Egbema lejos de la vista de las agencias reguladoras nigerianas. Estas refinerías se han vuelto habituales en la nación del oeste africano, donde resulta fácil robar de los abundantes depósitos de crudo.
Poco después de la explosión llegó gente desde lugares lejanos para ver si podían encontrar los cuerpos de sus seres queridos, dijo Amadioha.
El martes, autoridades y enterradores regresaron al bosque para enterrar los restos de unas 50 personas.
Se sabe poco sobre la refinería que operaba en una zona de bosque rodeada de terrenos de cultivos y palmeras. Los vecinos dijeron a The Associated Press que muchos de los fallecidos habían llegado de distintas partes de Nigeria para comprar petróleo.
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El lugar solía estar “muy atareado” por la noche, dijo Francis Obi, que vive en la zona.
“Hay personas que compran unos 100 barriles de crudo, otros compran 200”, dijo. “De modo que tanto la gente que vino para trabajar, la gente que vino para comprar, los conductores y los que vienen para otras actividades comerciales… todos se vieron atrapados (por la explosión)”.
El descontento entre los vecinos no se limitaba a las muertes, sino también a la desaparición de la refinería “que nos mantenía”, señaló en alusión al dinero que ganaban los residentes por la actividad comercial en torno a la instalación.
Es una tendencia común en el sur de Nigeria, el mayor productor de petróleo de África y donde casi la mitad de sus más de 200 millones de habitantes son pobres, según las últimas estimaciones de la agencia de estadística.
Los operadores locales de esas refinería lo hacen “por frustración” de sentirse ignorados por el gobierno, dijo Bright Onyenwoke, un líder juvenil en Ohaji-Egbema. Su comunidad, explicó, no tiene servicios sociales pese a estar rodeada de al menos 27 pozos petroleros gestionados por petroleras internacionales. “De modo que sobrevivir aquí es duro”, dijo.
En la lucha por sobrevivir, estas operaciones ilegales se convierten en una salida fácil en la región petrolera del Delta del Níger, donde se concentra el robo de crudo.
Sin protocolos de seguridad, los riesgos medioabientales como el incendio en el estado de Imo son habituales en las refinerías ilegales.
“No hay ningún control” en la gestión de las plantas, señaló Nnimmo Bassey, director del grupo ambientalista Health of Mother Earth Foundation. “Aparte del hecho de que la nación está perdiendo ingresos, estas refinerías exponen a la población a problemas graves de salud”.
Mientras se cubrían de tierra los restos de los fallecidos en Imo en fosas comunes medio llenas de agua, un pastor llegó con un grupo religioso para ofrecer una plegaria. Un practicante de religión tradicional había pasado antes a celebrar ritos sobre los cuerpos.
“No podemos seguir perdiendo la vida sin necesidad por unas monedas”, dijo Amadioha, el administrador del consejo de Ohaji-Egbema. “Esta vez debe hacerse todo lo que haga falta para detenerles”.