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Reseña: “Hatching” muestra los peligros del perfeccionismo

Siiri Solalinna en una escena de "Hatching" en una imagen proporcionada por IFC Films. (IFC Films via AP) (Courtesy of Andrejs Strokins. An IFC Midnight release./AP)

Si “Petite Maman” (“Pequeña mamá”) te dejó sintiéndote demasiado bien sobre las madres, las hijas y la empatía, Finlandia podría tener el antídoto con “Hatching” (“Pahanhautoja” en su título original) de Hanna Bergholm, una crítica helada al perfeccionismo envuelta en una historia repugnante de terror.

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En el centro de la historia está una niña de 12 años llamada Tinja (Siiri Solalinna). En la superficie es la imagen de cierto tipo de ideal nórdico, con su largo cabello rubio y lacio enmarcando sus rasgos angulares, algo no muy alejado de una joven Gwyneth Paltrow. Cuando no usa sus mallas para hacer gimnasia, suele llevar un modesto vestido de encaje. Incluso tiene una voz angelical y un comportamiento acorde. Su vida es opresivamente encantadora.

Lo que Tinja no entiende por completo, es que esa vida es una creación de su madre perfeccionista (Sophia Heikkilä), quien tiene un popular blog llamado “Adorable vida cotidiana”. Cualquiera que haya seguido a un “influencer” en Instagram entiende de qué estamos hablando. Todo son retozos, guirnaldas de flores, sonrisas y colores pastel mezclados con la cantidad justa de transparencia sobre la emoción real humana (miedo, ansiedad) para sentirse “identificados” con ellas. Pero, claro, todo es falso también. La autenticidad es la meta, no el resultado natural.

Tinja idolatra a su madre y está dispuesta a complacerla, incluso si la lleva a extremos poco saludables y sangrientos para asegurarse de que sea la mejor en el próximo torneo de gimnasia. Tiene las manos mallugadas y heridas, pero las heridas internas son la más duras y son las que están en el meollo del aspecto terrorífico y fantástico de la película. Quizá sería adecuado mencionar que “Hatching” podría ser perturbadora para alguien que haya tenido desórdenes alimenticios.

Y aunque se podría argumentar que cualquier película sobre desórdenes alimenticios es de terror corporal, “Hatching” lo lleva a extremos inventivos cuando Tinja se encuentra un huevo extraño y decide cuidar a la criatura que emerge de su cascarón (diseñada por Gustav Hoegen). Imagina que “E.T.” se mezclara con “Black Swan” («El cisne negro») y comenzarás a comprender el extraño y grotesco camino de la película.

La criatura comienza como algo parecido a un extraterrestre o un pájaro, algo que habría cabido perfectamente en una película de fantasía de la década de 1980 como “The Neverending Story” (“La historia sin fin”) o “Labyrinth” (“Laberinto”). Pero tiene una transformación perturbadora que vale más la pena experimentar que describir. No se trata de una presencia amigable, pero Tinja siente pena por su existencia y la responsabilidad de nutrirlo. “Yo lo empollé”, dice una y otra vez.

Puede que la historia no sea la creación más sutil, pero hace un trabajo increíble al poner el dedo en la llaga de los perfeccionistas, especialmente de las chicas al borde de la pubertad, sobre que la apariencia bonita esconde algo feo o peor. La represión también tiene consecuencias graves. Incluso la empatía y perspectiva tan necesaria del novio de su madre (Reino Nordin) llega demasiado tarde para la pobre Tinja.

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“Hatching” es un debut prometedor para Bergholm con un final sorprendente que podría consolidarlo como un clásico de culto en ciernes.

“Hatching”, que IFC Films estrena en cines de Estados Unidos el viernes, aún no tiene una clasificación de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) pero sus imágenes intensas y grotescas, así como los temas que aborda, la hacen más apropiada para un público maduro. Duración: 86 minutos. Tres estrellas de cuatro.

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Lindsey Bahr está en Twitter como www.twitter.com/ldbahr

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