Dos décadas después de que colapsara la industria de langostas de Connecticut, se han aprobado fondos federales para empezar a retirar cientos de miles de trampas para langostas que continúan en el fondo del estrecho de Long Island, una “zona pesquera fantasma” que sigue capturando y matando la vida marina hasta el día de hoy.
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Los 569.000 dólares incluidos en el nuevo presupuesto federal financiarán una coalición, encabezada por el Acuario Marítimo de Norwalk, que supervisará el retiro de las trampas. El objetivo es contratar embarcaciones pesqueras y pescadores locales para recoger unas 3.000 trampas a lo largo de dos años y así deshacerse de equipo de pesca abandonado que ha alterado la cadena alimenticia del estrecho y se ha convertido en una fuente de contaminación.
“No son trampas que sigan siendo recuperadas activamente por los pescadores. Y aun así, lo que hemos aprendido a lo largo de años de investigación es que siguen siendo trampas que capturan activamente diferentes tipos de vida marina”, señaló Jason Patlis, presidente y director general del acuario. “No hay muchas langostas, pero hay crustáceos que están terminando en las trampas. Hay peces que quedan atrapados en las trampas”.
El plan de retirar las viejas trampas para langostas de las aguas de Connecticut es similar al que se emprendió en las aguas neoyorquinas del estrecho de Long Island. Desde 2011, la Cornell Cooperative Extension del condado de Suffolk ha retirado 19.000 trampas abandonadas, y un 91% de ellas seguían funcionando. En alrededor de una tercera parte de esas trampas se encontraron cangrejos, peces y langostas vivos, incluidas hembras preñadas, a menudo atraídas por otros animales que habían fallecido dentro de la trampa, dijo Scott-Curatolo-Wagemann, profesor sénior de la agencia.
Se calcula que aproximadamente un millón de trampas para langostas siguen en el estrecho de Long Island, ya sea que se hayan perdido accidentalmente con el paso de los años o que hayan sido abandonadas luego de que la industria local colapsara en 1999, impulsada en parte por una muerte masiva de las langostas, señaló Curatolo-Wagemann.