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Pocos pobladores vuelven a zona afectada de Fukushima

En esta imagen del martes 1 de marzo de 2022, se ve la puerta dañada de un templo budista en una calle vacía en Futaba, en el noreste de Japón. (AP Foto/Hiro Komae) (Hiro Komae/AP)

FUTABA, Japón (AP) — A la primera oportunidad, Yasushi Hosozawa regresó a su poblado de Futuaba después de que una pequeña sección de la localidad reabrió en enero pasado, 11 años después de una catástrofe nuclear en la planta de Fukushima Daiichi, la cual se encuentra a poca distancia del lugar.

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No ha sido fácil.

Los 7.000 habitantes de Futaba, que alberga parte de la planta, tuvieron que evacuar debido a la radiación después de que el 11 de marzo de 2011 un sismo y tsunami causaron la muerte o desaparición de más de 18.000 personas en la costa noreste de Japón.

Sólo siete personas han regresado de manera permanente a la localidad.

“Futaba es mi casa. Quería regresar desde que ocurrió el desastre. Siempre lo pensé», dijo Hosozawa, de 77 años, durante una entrevista con The Associated Press en su casa, la cual se encuentra sobre un cobertizo repleto de equipo de pesca.

Al lado hay un local abandonado de ramen, y hay tantas casas y edificios demolidos a su alrededor que el vecindario se ve inhóspito.

Hosozawa, un plomero jubilado, tuvo que reubicarse tres veces en la última década. Volver a Futaba era su sueño, y esperó pacientemente mientras otras localidades cercanas reabrían antes.

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Para su mala fortuna, no se había reconectado el suministro de agua el día que regresó al pueblo. Tuvo que ir a casa de un amigo en un poblado cercano y llenar contenedores de plástico con agua.

La localidad no tiene clínicas, tiendas ni otros servicios comerciales para las necesidades diarias. Tiene que salir de Futaba para comprar comida o para ver a su médico para que le dé su medicamento contra la diabetes.

En un día normal se cocina un desayuno de arroz, sopa miso y natto. Hacia el mediodía, conduce unos 10 minutos para llegar a Namie, una localidad apenas al norte de Futaba, donde compra su almuerzo y otros víveres.

Toma una caminata por las tardes, pero “no veo una sola alma excepto por los policías en patrulla”. De vez en cuando va a la estación de trenes, sólo para charlar con funcionarios de la localidad. Después de tomar un poco de sake en casa, se acuesta temprano mientras escucha antiguas canciones “enka”.

Espera con ansias la llegada de la temporada de pesca y disfruta de cultivar vegetales en su jardín.

Pero Hosozawa se pregunta si esta es la mejor manera de vivir sus últimos años. “No viviré mucho más tiempo, y si me quedan tres o cuatro años más, preferiría no estar en una Futaba como esta”, declaró. “Tal vez fue un error regresar”.

“¿Quién quisiera regresar a un pueblo sin escuelas o sin doctor? No creo que las familias jóvenes con hijos quieran regresar”, comentó.

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Cuando las enormes cantidades de radiación escaparon de la planta, más de 160.000 residentes de toda Fukushima tuvieron que evacuar, incluyendo unos 33.000 que aún no han podido regresar a casa.

De los 12 poblados cercanos que siguen siendo zonas restringidas totales o parciales, Futaba es el último en permitir el regreso de algunos residentes. Aún hay zonas restringidas en siete localidades en donde se lleva a cabo una descontaminación intensiva en áreas programadas para reabrir en 2023.

Muchos residentes de Futaba fueron obligados a ceder sus tierras para la construcción de un depósito de material radioactivo, y el incierto panorama de Fukushima Daiichi durante las próximas décadas a causa de su limpieza complica la planeación urbana.

Futaba Project, que ayuda a revitalizar la localidad mediante el turismo, los nuevos negocios y la migración desde el exterior de Fukushima, ve cierto potencial para el turismo educativo.

“En Futaba aún hay lugares con cicatrices del desastre… y los visitantes pueden ver su realidad y pensar sobre el futuro”, dijo Hidehiko Yamasaki, de Futaba Project.

Hideyuki Ban, codirector de Citizens’ Nuclear Information Center, asegura que aquellos que han regresado a la región deberían someterse a exámenes médicos. Dice que los niveles de radiación son similares a los de un trabajador nuclear, y podrían causar un riesgo mayor de cáncer dentro de los próximos cinco años.

Futaba se dispone a reabrir oficialmente en junio una zona de 560 hectáreas (1.400 acres) cerca de la estación de trenes, alrededor del 10% de la ciudad, y una zona que alguna vez fuera el distrito comercial y donde vivían más de la mitad de los habitantes. Las visitas al poblado han estado permitidas desde 2020, antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, cuando se reanudaron los servicios de trenes y autobuses, y se abrió un museo sobre el desastre, el cual es gestionado por la prefectura.

Futaba ha invitado a 24 compañías, muchas de las cuales están involucradas con las labores de limpieza del pueblo y de la planta, para que inicien nuevos negocios como parte de un plan para revitalizar a la industria local. La apertura de un ayuntamiento temporal está programada para agosto y además se está construyendo un complejo residencial de 86 unidades. El objetivo de la localidad es tener 2.000 residentes en los próximos cinco años.

Los últimos sondeos muestran que apenas el 11,3% de las 5.625 personas que siguen registradas como residentes de Futaba quieren regresar a vivir ahí, y más del 60% han dicho que no lo harán. Pero el 66% asegura que quiere permanecer conectado con el pueblo.

Los funcionarios locales que regresarán a vivir a Futaba antes de la reapertura del ayuntamiento aún tendrán que encontrar la manera de mejorar el medio ambiente para que las personas quieran volver, indicó el alcalde Shiro Izawa. “Podemos lograrlo si no nos rendimos”.

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Atsuko Yamamoto, de 50 años, está a cargo de un restaurante de comida rápida Penguin en el área de comida del centro comunitario de negocios de Futaba, pero se traslada todos los días desde otro poblado de Fukushima.

“Siempre pensé que tenía que hacer algo (por la recuperación de Futaba), así que levanté la mano» cuando vi la oferta de un espacio disponible en el área de alimentos, la cual abrió hace dos años, cuenta Atsuko, quien solía vivir en Futaba. “Cuando evacué, nunca imaginé que podría volver así a Futaba”.

A pesar del gran apego que tiene por su ciudad natal, le es imposible vivir ahí, dice. La única manera de que su negocio funcione es comprar sus suministros en Iwaki, el centro empresarial en la costa de Fukushima en el que reside actualmente, y luego viajar unos 60 kilómetros (40 millas) hasta Futaba.

Su madre solía vender donas y hamburguesas en un puesto ubicado cerca de la estación de trenes, y era un sitio popular entre los estudiantes locales y un lugar emblemático para la gente de Futaba antes de que ocurriera la catástrofe.

“A medida que Futaba se transforma rápidamente en un lugar desconocido, espero que este local ayude a quienes solían vivir aquí a sentirse en casa”, dice Yamamoto. Los edificios y casas más reconocidos están siendo derribados y la mayoría de los visitantes son caras nuevas.

“Desde nuestro punto de vista, los edificios que nos recuerdan a nuestro pueblo están desapareciendo, como las casas en que mis amigos solían vivir, y es algo sumamente triste”, comentó mientras intentaba contener el llanto. Asegura que no puede evitar conducir por los lugares donde solían estar esas casas, incluyendo la suya, como para sentir dolor y recordar el pasado.

“Es difícil de explicar”, señala. “Así que espero que la gente vuelva y en verdad vea este lugar”.

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Takumi Yamada, un empleado en el único hotel de Futaba, el cual reabrió en mayo pasado, es originario del poblado cercano de Namie.

Yamada, de 23 años, pasó buena parte de su adolescencia a las afueras de Namie después de salir a toda prisa de su escuela primaria y huir a Saitama, cerca de Tokio, con sus padres y sus dos hermanos.

Después de estudiar en otras partes de Fukushima y en Tokio, Yamada decidió volver a casa para reconectarse y conocer más una zona que apenas recordaba.

Yamada cuenta que le entusiasmó la vez que trabajaba en la recepción del hotel y escuchó accidentalmente a otros antiguos residentes hablando sobre el paradero de algunos amigos en común.

“Sería grandioso que este hotel se convirtiera en punto de encuentro para quienes solían vivir aquí”, expresó Yamada. “Si hay personas que siguen preguntándose si deben regresar, creo que lo mejor es que vean la situación por sí mismos”.

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