En momentos en que un brote de Covid-19 agobia a Hong Kong, sus 7.4 millones de habitantes se preguntan qué pasará.
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Reina la incertidumbre en la ciudad. Los productos desaparecen de las tiendas, las empresas chinas construyen amplios centros de diagnóstico y aislamiento y el gobierno ha enviado señales ambivalentes sobre si ordenará un confinamiento colectivo para un programa de pruebas.
Las restricciones pandémicas han desinflado a esta ciudad cosmopolita célebre por sus letreros de neón y nutridas multitudes. La restricción más reciente, anunciada el miércoles, abarca las playas públicas. El sistema de salud está abrumado y muchos enfermos tienen que valerse por su cuenta. Y el saldo de muertes, particularmente entre la población de edad avanzada, sigue en aumento.
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Tras lograr mantener a raya al virus por casi dos años, Hong Kong sufre un brote causado por la contagiosa variante ómicron. El contagio se ha esparcido tan ampliamente que no hay suficientes conductores para el sistema de autobuses y trenes subterráneos, y muchas tiendas han tenido que cerrar por falta de trabajadores.
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China envió expertos, médicos y equipos de construcción, al ampliar la capacidad de lidiar con la crisis pero también despertó temores de que Hong Kong aplicará las duras restricciones implementadas por el gobierno central, como confinamientos obligatorios para ciudades enteras.
Los habitantes ansiosos compran gran cantidad de productos básicos, mientras el gobierno da señales contradictorias sobre si aplicará tests a toda la población o sobre si ordenará un confinamiento total. Los casos del virus se han extendido tanto entre los camioneros que quedaron interrumpidos los envíos de carnes y vegetales, despertando temores de escasez.