JÁRKIV, Ucrania (AP) — Polvo, escombros y los muertos. La escena en la plaza central de Járkiv dio al martes a los ucranianos una idea de lo que puede suceder con otras ciudades si no se contiene a tiempo la invasión de Rusia.
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Poco después del amanecer, los rusos atacaron el centro de la segunda ciudad más grande de Ucrania, causando fuertes daños en un edificio municipal emblemático de la era soviética. Una filmación de circuito cerrado mostró una bola de fuego frente al edificio y unos pocos autos que salían de entre el humo.
“No puedes ver esto y no ponerte a llorar”, expresó un testigo en un video filmado luego del ataque, verificado por The Associated Press.
Un funcionario de los servicios de emergencia dijo que se habían recuperado los cadáveres de seis personas de entre los escombros y que al menos otras 20 habían resultado heridas. No estaba claro de inmediato qué tipo de arma se empleó ni cuánta gente había fallecido. El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky habló de decenas de víctimas.
Denunció que el ataque había sido una muestra “cabal, indisimulada, de terror, que nadie olvidará”.
“Nadie lo olvidará”, insistió. “Este ataque es un crimen de guerra”.
Fue la primera vez que los militares rusos atacan el centro de esta ciudad de 1,5 millones de habitantes, cuyos barrios residenciales han estado bajo fuego desde hace días. El servicio de emergencia de Ucrania dijo que había sofocado 24 incendios en Járkiv y sus alrededores causados por los bombardeos y que había desactivado 69 explosivos.
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También resultó afectada una carpa instalada en la plaza central que recibía donaciones para los bomberos voluntarios que acudieron a Járkiv para dar una mano. En los últimos días, guardias voluntarios tomaron el edificio municipal como parte de esos esfuerzos.
Se temía que entre los muertos hubiese varios voluntarios.
Las ventanas del edificio municipal fueron destruidas. Muchos techos cedieron. El polvo causado por los destrozos generaba una sensación tétrica. Cerca de allí había un auto hecho pedazos.
Mientras el personal de auxilio recorría los escombros, aumentaba la indignación.
“Esto es para todos aquellos que esperaban hacer las paces con Rusia. ¿Es esto lo que querían? Tantos heridos…”, declaró uno.
Los militares rusos niegan estar bombardeando a los civiles, pero abunda la evidencia de que le disparan a edificios residenciales, escuelas y hospitales. Las fuerzas rusas “toman todos los recaudos para resguardar la vida y la seguridad de los civiles”, aseguró el martes el ministro ruso de Defensa Sergei Shoigu. “Quiero destacar que los ataques del martes se enfocaron en blancos militares y que se usaron solo armas de alta precisión”.
Un hospital de Járkiv, no obstante, trasladó su sector de maternidad a un refugio contra bombas. Mujeres embarazadas se paseaban asustadas. El llanto de los recién nacidos resonaba entre las gruesas paredes de cemento. Había cables eléctricos sueltos y colchones enrollados en las ventanas.
Una familia que pasaba su quinto día en un refugio subterráneo escuchaba los bombardeos. En el sótano había botellas de agua y mochilas. Un casco colgaba de un estante. Debajo del casco, un niño miraba un teléfono. Se respiraba en el refugio una mezcla de aburrimiento y miedo.
“Es una pesadilla intensa. No se puede explicar en palabras”, dijo su madre, Ekaterina Babenko, quien no podía creer que los rusos estuviesen atacando su ciudad y destrozando su barrio.
“Mi amiga vive en el suburbio de Gorizont, a algunas horas de aquí. La casa de su vecina fue alcanzada y varios pisos fueron destruidos”, expresó Babenko. “No tuvimos conexión con ella por un tiempo. Fueron momentos de mucho miedo, mucho miedo”.
Para su familia y otras que permanecen en los refugios subterráneos de la ciudad, el mundo encima de ellos cambia a un ritmo difícil de comprender. Casas, depósitos, garajes, autos… Todo quemado.
“Sveta, vamos”, dijo un hombre en un video del bombardeo a un sector residencial de Járkiv difundido al lunes.
“Vete tú, yo te alcanzo”, respondió la mujer.
“¡Por Dios, vámonos!”, insistió el hombre.
Mucha gente ya partió hacia el oeste del país, decidida a irse de Ucrania.