Por Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura – Arquitecto/Urbanista jorge@nomena-arquitectos.com
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Madrid ha transformado su centro de convenciones (IFEMA) en un enorme y frío hospital de emergencia, cuyo interior fue dividido por una perfecta retícula de camas separadas por delgados tabiques. También han habilitado dos coliseos con pistas de hielo ante la falta de morgues. Las imágenes de hospitales y albergues temporales montados sobre parques, parqueos y estadios son cada vez más frecuentes.
En una serie de acciones que han dejado de parecer resultado de la suerte y la casualidad, sino más bien de la planificación, el Perú viene siendo reconocido por diversos países y medios por el manejo de esta crisis, al menos hasta ahora. A diferencia de la estrategia de otros países, el primer ‘martillazo’ que dio el gobierno peruano ha servido para preparar, equipar y aumentar su capacidad instalada, con la idea y esperanza de no vernos sobrepasados cuando los enfermos necesiten las camas.
Al hospital de Lima Este-Vitarte se ha sumado el nuevo hospital anexo San Isidro Labrador (Ate) que, como otros temporales, ha sido levantado en pocos días. Lo más notable, sin embargo, pasa por la reutilización de dos edificios subutilizados. El primero es la Villa Panamericana (cuyo futuro parecía incierto), que está siendo transformado en un hospital con una capacidad inicial de 900 camas, pero con la posibilidad de habilitar rápidamente hasta dos mil más.
Lo de la Villa es un ejercicio feliz. Estos edificios, que en otros países anfitriones de eventos deportivos similares han permanecido como elefantes blancos en desuso, nos servirán para esperar lo peor mejor preparados. Si bien la propuesta generó muchas críticas debido a la enorme diferencia que puede haber entre un edificio diseñado para funcionar como hospital versus uno pensado para departamentos, lo cierto es que los hospitales (así como los hoteles) comparten con las torres de la Villa una misma tipología -barras de corredor central con habitaciones a ambos lados- que permiten pensar en ese intercambio de usos. Al menos para los casos que no requieran cuidados intensivos.
La conversión de la Plaza de Acho, que también ha capturado la atención de la prensa internacional, pasa por otro lado. Porque se me ocurren muchas otras alternativas como hospedajes u hospitales temporales como coliseos, estadios o parques con mejores accesos a servicios, y más higiénicos.
No soy aficionado a los toros, aunque tampoco un crítico acérrimo. Sin embargo, el mensaje de un lugar usualmente asociado a la élite y a una práctica cruel, hoy transformado en un albergue para los indigentes, es poderosísimo. Más allá de la idoneidad del espacio en sí, el valor más importante de ‘La Casa de Todos’ radica en la materialización de una frase que hoy parece de sentido común: ‘No volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema’.
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