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Jorge Sánchez Herrera – Nómena ArquitecturaArquitecto/Urbanista jorge@nomena-arquitectos.com
Renzo Piano, el afamado arquitecto italiano autor de obras como el Centro Pompidou de Paris, suele decir que detrás de un buen edificio hay siempre y, sobre todo, un buen cliente. Los arquitectos suelen renegar de los requerimientos que sus clientes les imponen y en muchos casos, donde prima solo el interés económico y la velocidad, tienen razón. Pero también existen casos en donde estas exigencias son las que mejoran los proyectos, pues sin unas reglas o requerimientos claros, muchos arquitectos suelen naufragar en sus encargos.
En los últimos años, donde ya se empiezan a ver los primeros ejemplos construidos luego del complicado ‘boom’ inmobiliario (2006-2013), ya no resulta imposible encontrar buenos edificios, donde ha sido clara la sinergia entre arquitectos y clientes resultando en mejores espacios para vivir y en mejores pedazos de ciudad.
En una iniciativa que me parece importante en esta coyuntura, la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco) ha lanzado el concurso ‘Arquitectura y Ciudad’ para reconocer a los mejores edificios construidos en la ciudad en los últimos tres años. Lo interesante del premio es que, a diferencia de los típicos concursos donde se premia al edificio y al proyectista, y cuyos resultados solo se difunden entre el mismo gremio, en este caso se premiará al arquitecto y al cliente. Incluso es requisito que el proyecto en concurso sea inscrito por ambas partes: diseñador y promotor.
En mi actividad profesional privada soy testigo de cómo son cada vez más los promotores que tienen un interés por ofrecer mejores espacios. Pero también aparece, de a pocos, y sobre todo en los promotores más jóvenes, un genuino interés en construir edificios que sean más conscientes de su situación urbana, corrigiendo así un camino (el trazado por el ‘boom’) que le hizo mucho daño a la ciudad.
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Por eso el nombre (Arquitectura y Ciudad) y el formato del premio me parecen precisos, porque pone sobre la mesa la idea de que cada edificio es una oportunidad para ir construyendo (buena) ciudad de a pocos, y porque puede generar una complicidad entre arquitecto y promotor en pro de alcanzar aquellos valores urbanos que el premio pretende reconocer.
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